Cali
La historia detrás del ocelote suelto en una unidad residencial de Valle del Lili, al sur de Cali
La nueva moda de los traficantes de fauna son los ocelotes, parecidos a un gato en tendencia: bengalí. El Dagma acaba de recuperar uno que se encontraba en una unidad residencial de Valle del Lili, al sur de Cali. Crónica de la batalla para recuperar su salud y la libertad.

El veterinario Delio Orjuela Acosta sostiene un bastón de inyección, algo así como un palo de selfie que en la punta tiene una jeringa. Con el bastón, explica, evita usar dardos para medicar a los ocelotes que se encuentran en el que él llama “hospital de guerra”: el Hogar de Paso del Dagma, al norte de Cali, donde se recuperan los animales víctimas del tráfico ilegal de fauna.
— Ayer tuvimos la cirugía de un ocelote que peleó con otro. Estaban en jaulas contiguas y rompieron la lámina que los dividía – cuenta Delio, quien nació en Fresno, Tolima, y ya completa 38 años sanando animales.
Los ocelotes son félidos pequeños. Pueden llegar a pesar hasta 20 kilos. Existen cuatro especies y popularmente se les conoce como tigrillos. Cuando son cachorros lucen como gatos grandes, tigres en miniatura.

Delio tiene una hipótesis que podría explicar por qué algunos “excéntricos” en Cali anhelan tener uno de estos animales en su casa. Actualmente, comenta, están en auge los gatos bengalíes. Es una raza creada tras el cruce de un gato leopardo asiático y uno doméstico. Por sus manchas atigradas se parecen a los ocelotes.
– Muchas veces no se puede tener el gato bengalí, entonces compran un animal parecido: un ocelote. Estamos en un mundo donde la gente quiere imitar a otros. Algunas personas ven en televisión o en YouTube supuestos influenciadores con animales exóticos, y concluyen: ¿Yo por qué no lo podría tener? Estos canales deberían publicar un mensaje siempre: la tenencia de animales silvestres no está permitida en Colombia – dice Delio.
El ocelote más reciente que llegó al Hogar de Paso del Dagma fue encontrado suelto dentro de una unidad residencial de Valle del Lili, al sur de Cali. Lo que se sospecha es que se escapó de alguna casa de la unidad y empezó a deambular, hasta que, tras el llamado de un ciudadano, los Bomberos lo atraparon.
Delio no conoce más detalles de la procedencia e historia del animal. Se encoge de hombros. En el Hogar de Paso del Dagma son como en el Inpec, dice: solo reciben a los individuos para tratar de recuperarlos. Lo que haya pasado antes les corresponde a otros funcionarios.

Cuando le hizo los exámenes de rigor, a Delio le llamó la atención que el ocelote tuviera la mayoría de sus dientes rotos.
— Hay mucho morbo alrededor y es algo que queremos evitar. En este caso determinamos que los dientes que tenía rotos eran de leche. Vienen emergiendo los definitivos. Pudo pasar que el animal, debido a una mala nutrición, intentó obtener minerales mordiendo ladrillos, paredes, y se dañó los dientes, o pudo intentar escapar de una jaula. Pero de momento no tenemos confirmación que le hayan sacado los dientes, como se llegó a mencionar.
El cachorro – de 7 meses – también tiene una fractura en la cadera. Lo más común es que esto se deba a una mala alimentación. Cuando la gente, explica Delio, tiene animales carnívoros como mascotas, comete el error de solo darles de comer carne pulpa. El problema es que en el bosque la carne que consumen no viene en filetes; también trae hueso, plumas, de donde obtienen el calcio. Comer solo carne pulpa, así sea de la más costosa, los debilita.
– El ocelote también tiene una infección y su bazo está agrandado. Además presenta una neumonía crónica. Sus pulmones son de anciano, prácticamente. La neumonía, sospechamos, ocurre porque cuando la gente les da tetero a los animales, suele hacerlo mal. Los pone boca arriba, como un bebé. Y ahí se le van góticas por el ‘camino viejo’, le entra líquido a los pulmones. También hay una flora bacteriana en el árbol respiratorio que, si las condiciones de estrés favorecen, se ‘patogeniza’ – explica Delio mientras, en una jaula, un mono capuchino saca sus manos, toma el candado y lo azota una y otra vez.

Una funcionaria del Hogar de Paso del Dagma creer saber el motivo de ese comportamiento: los perfumes dulces y masculinos de los reporteros que visitan este ‘hospital de guerra’, les molesta.
En promedio, en el Hogar de Paso del Dagma hay 300 animales recuperados, en su mayoría, del tráfico de fauna. Además de ocelotes y monos, hay tortugas, zorros, loras, serpientes, guayacamayas, lagartos.
Delio apunta que, cuando hablamos de tráfico ilegal de especies, nos imaginamos “gente mala”: carteles, grupos delincuenciales, que efectivamente existen. Pero no son solo ellos los responsables. También ciudadanos que desean sentirse buenas personas.
— Muchos ciudadanos rescatan lo que no deben rescatar. Por ejemplo, búhos que están durmiendo en cualquier árbol porque es de día, la gente se afana y los atrapa en vez de dejarlos que sigan con su vida. O torcazas. Cuando una torcaza empieza a hacer sus primeros aleteos, va para el suelo. Y en el suelo sus papás la siguen alimentado. Pero la gente interviene.

Hay otros problemas graves que se generan no saber la mejor manera de intervenir por el bienestar animal. Por ejemplo, la forma en que se les alimenta en la calle. Cuando se les echa maíz a las palomas en las plazas, se reproducen sin control. Solo las infecciones las controlan.
Y en las palomas, hay una infección en su cavidad oral que nos las deja ni tomar agua, ni comer. Por eso se debilitan al punto que los gavilanes se las comen y se las llevan a sus pichones, infectándose también.
— Entonces, las personas creen que al dar comida está ayudando, pero al contrario, no lo está haciendo. Sucede con los comederos callejeros para perros y gatos. En Cali prolifera un virus que se transmite entre los gatos por la saliva: leucemia felina. El gato deja la saliva en el concentrado callejero, llega un gato sano y se contagia. Entonces el que quería ayudar, no ayudó. Los comederos callejeros no son la solución, es perpetuar el sufrimiento. Se deben tomar otro tipo de decisiones. Hay que saber intervenir, acudiendo a las autoridades ambientales. La línea de atención del Dagma es el 6025240580 o el 313 – 7807532 - dice Delio.
Hay un virus, por cierto, que está atacando a las serpientes en el Valle del Cauca. Se introdujo después de que traficantes o ciudadanos llegaron con pitones de Estados Unidos, con la mala suerte de que estaban infectadas. El virus las afecta neurológicamente. La culebra no sabe dónde es arriba, dónde abajo, se descoordina, por lo que puede morir de hambre. En 2024, de 62 cirugías de boas que se hicieron en el Hogar de Paso del Dagma, el 42 % tenía el virus, por lo que se procedió a la eutanasia.

Delio hace cuentas, y concluye que, si bien el tráfico de fauna ha disminuido tras las campañas pedagógicas, aún persiste y sus formas han cambiado. En sus inicios como veterinario conoció gente en Cali que tenía en su casa hasta leones. Aquel tráfico de animales grandes se ha extinguido, pero en cambio el de animales pequeños, como las tortugas, sigue en auge.
En el centro de educación ambiental San Emigdio, donde la CVC rehabilita a los animales que le decomisa a los traficantes o que le son entregados por los ciudadanos, en este 2025 han ingresado 447 individuos. El 15 %, dice Gustavo Alberto Trujillo, Coordinador del Grupo de Seguimiento y Control, corresponde a animales producto del tráfico; el resto son rescates.
– Detrás del tráfico de fauna hay también coleccionistas de lo que llaman cosas raras, entre lo que se encuentra animales de la fauna silvestre y exótica: lagartos australianos, erizos africanos, etc. Piensan que tenerlos en su casa o en su finca les concede algún nivel de estatus frente a las relaciones que tienen con los demás – dice Gustavo.

Mientras tanto, en el Hogar de Paso del Dagma, el plan con el ocelote hallado en una unidad residencial del sur de Cali, como con el resto de los animales, es intentar rehabilitarlo para después liberarlo en su hábitat natural, los bosques del Pacífico colombiano. Rehabilitarlo significa ponerlo a nadar para que, sumado a una buena alimentación, aquel ejercicio termine de reparar su fractura de cadera sin necesidad de cirugía.
También es necesario enseñarle a cazar en la selva. De lo contrario, acudirá a presas fáciles, los cerdos de los campesinos, las gallinas de las fincas, por lo que puede generar un conflicto con las comunidades.
— Lo que sucede es que estos carnívoros aprenden a cazar de la madre, pero los traficantes se los arrebatan siendo cachorros, muchas veces asesinándola. La gente que compra fauna silvestre no entiende un dato: para que un animal llegue a la venta, los traficantes matan entre ocho y diez animales más – dice Delio.
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