CALI
El Instituto Óscar Scarpetta, un lugar donde niños sin hogar encuentran una nueva ilusión
Durante 92 años, casi un millón de historias de abandono, abuso y maltrato se han atendido en el Instituto de Protección Infantil.
El abandono de su madre y la impotencia de su padre al no sentirse capaz de criarla, llevó a que, cuando tenía 8 años, en 1985, Luz Edilia Grisales fuera entregada de manera voluntaria al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y asignada al cuidado del Instituto de Protección Infantil Óscar Scarpetta, el operador más grande del Icbf en el departamento del Valle del Cauca.
En este hogar estuvo hasta cuando cumplió 14 años, la edad máxima de permanencia permitida para ese entonces, luego tuvo que regresar con su papá.
Dos años después, Luz Edilia decidió visitar a los que ella llama sus ‘hermanos de crianza’, niños y niñas con historias similares a la suya que también habían llegado para esa época al Instituto Scarpetta.
Sin embargo, fue esta una visita especial, ya que, ‘Mamá Noemy’, como era conocida la hija del fundador, decidió que Luz Edilia debía regresar al Instituto porque fuera de él no se había logrado la restitución de sus derechos como menor.
Ahora, a sus 45 años, Luz Edilia está segura de que su paso por el Scarpetta le cambió la vida y que fue una niña muy afortunada, al igual que todos los que con ella llegaron, y los casi 180 menores que permanecen actualmente en este lugar.
“Gracias a la oportunidad que me dieron pude estudiar y ahora trabajar. Si mi papá no me hubiera entregado al Icbf hoy en día no sería una profesional, sino que, tal vez, estaría en una esquina o en un semáforo vendiendo dulces”, asegura Luz Edilia, que trabaja actualmente en el área de Salud del Instituto de Protección Infantil Óscar Scarpetta.
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Existe un espacio de formación para padres con el fin de restablecer la relación entre ellos y los menores. La idea es evitar que los niños entren en un proceso de adoptabilidad.
Como esta historia hay casi un millón más, con casos que no son solo de abandono, sino también de maltrato y de abusos de todo tipo. Hace 92 años, cuando el médico Óscar Scarpetta Orejuela fundó el instituto, lo hizo movido por su vocación de servicio al ver las múltiples necesidades que tiene la población infantil.
“Oscar Scarpetta fue un pediatra muy reconocido de la ciudad de Cali. Un día él iba camino a Jamundí y escuchó un niño llorar. A ese niño se lo estaban comiendo las hormigas. Al ver esa escena, el doctor le brindó los primeros auxilios. Con el pasar de los días el hecho se empezó a conocer con en el vos a vos y para sorpresa de todos, el doctor empezó a encontrar niños abandonados en la puerta de su casa”, cuenta Luciana González, actual directora y representante legal del Instituto de Protección Infantil Óscar Scarpetta.
Esto llevó, según Luciana, a que el señor Scarpetta viera la necesidad de generar un espacio social con programas de salud, educación, protección y participación para la niñez, no solo de Cali sino del Valle. La iniciativa nació 40 años antes de que se creara en el país el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
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“Actualmente, manejamos niños desde un día de nacidos hasta los 19 años aproximadamente. Incluso, tenemos el caso de 4 beneficiarias que llegaron en embarazo y que tienen a sus bebés acá. Son todas niñas y la que más meses tiene no sobrepasa los 6”.
Según la directora del instituto, en estos casos las jóvenes beneficiarias participan en todas las actividades que se programan en la sede, pero, además, realizan otro tipo de actividades que les permite ir asumiendo su rol de madres. Por ejemplo, amamantan a sus bebés y acompañan a las cuidadoras en actividades como el baño diario de la niñas.
¿Cómo funciona el instituto?
La institución, fundada en 1930, inició operaciones en el barrio San Fernando. Desde el 2018, se trasladó la sede a un terreno de 44 mil metros cuadrados, a las afueras de la ciudad, en la vereda de Cascajal, al sur de Cali.
En sus 92 años de servicio, ha atendido a cerca de un millón de menores de todas las edades.
En las instalaciones los niños cuentan con espacios como: Una iglesia; la zona de recreación que incluye piscina, canchas de baloncesto y de microfútbol y fútbol, y los salones para el refuerzo escolar.
Asimismo, están los dormitorios que se distribuyen por grupos, según la edad y el sexo, a excepción de los menores entre 0 y 6 años que duermen todos en un mismo espacio.
También se encuentra el área administrativa desde donde se da el acompañamiento en servicios psicosocial, de pedagogía y salud, que incluye nutrición, enfermería y odontología.
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El sostenimiento de esta institución privada y sin ánimo de lucro se da a través de recursos que proporciona el Icbf y de otros que debe gestionar la entidad.
Al respecto, la directora Luciana González, explicó: “ El 70 % de los recursos los da Bienestar Familiar y el 30 % restante sí nos toca a nosotros gestionarlos”.
Aseguró que en esta tarea “lo que hemos notado es que hay más apoyo por parte de las personas naturales que de las mismas empresas privadas”.
Por ejemplo, “tenemos un espacio que permite a estudiantes de varios colegios hacer su labor social acá e interactuar con nuestros niños y niñas. Esta es una experiencia muy bonita que transforma la manera de ver la vida de los estudiantes. La conexión con las historias de los menores es tan valiosa que muchos de los estudiantes cuentan en sus hogares lo viven acá y logran transmitir a sus padres la necesidad que tenemos por restablecer los derechos de la niñez y los sensibilizan”.
Según la directora es gracias a la humanización que este espacio genera, por la que algunas personas deciden vinculase como donantes y les permite seguir brindando servicios de calidad y garantizar la cobertura a más menores que lo requieren.
¿Cómo es vivir en el Scarpetta?
A las 5:00 de la mañana los menores se levantan para iniciar la rutina que termina sobre las 8:00 de la noche, hora de dormir.
Los que asisten al colegio, a las 6.30 a.m. deben estar listos para salir rumbo al centro educativo en donde reciben clase. Los más pequeños, que van al Centro de Desarrollo Infantil, los recoge la ruta a las 7:00 de la mañana.
Manuel Alejandro Mosquera, coordinador del área de Pedagogía, explicó que los adolescentes que no asisten a clases realizan actividades complementarias tales como cuidar la huerta, asistir a jornadas de refuerzo escolar o a clases de panadería, entre otras.
Son cerca de 130 menores, de los que están actualmente en el Instituto de Protección Infantil Oscar Scarpetta, que se encuentran en proceso de escolarización.
También hay restricciones, como es el uso y tenencia de equipos de tecnología como celulares y computadores, en parte, porque muchos de los menores han sido amenazados o se encuentran en alto riesgo.
Lilian Johana Gordillo, del área psicosocial, asegura que el día a día en este lugar le ha cambiado la vida. “Yo no tengo hijos de sangre, pero cada vez que me preguntan respondo que tengo más de 100 hijos que cuido y protejo con amor, para que cuando crezcan sean personas con una gran calidad humana”.
En el instituto trabajan 70 personas que están encargadas del cuidado de los niños las 24 horas. Representan la figura de autoridad y trabajan en turnos de día y de noche.
Entre las tareas que realizan los formadores del Instituto de Protección Infantil está el garantizar que todos vayan y tomen sus alimentos, cumplan con su aseo personal y el cuidado del espacio donde duermen.
En caso de enfermarse, explica Paula Andrea León, coordinadora del área de Salud, se les brinda la atención básica en la instalación, pero, de ser necesario, se lleva a los menores a un punto de la Red de Salud de Ladera ESE.
'Mamá Nohemy'
- Es la Hija del pediatra Óscar Scarpetta.
- Desde 1974 y hasta el 2005, cuando empezó a deteriorarse su salud, Nohemy Scarpetta lideró el instituto que había fundado por su padre.
Murió en septiembre de 2012.
- Fue conocida como 'Mamá Nohemy, expresión de cariño que aún repiten los niños y niñas, ahora adultos, que al lugar llegaban en estado de protección.
- La hija del doctor Scarpetta promovió el traslado de la sede del instituto a la zona rural de la ciudad, para que los niños tuvieran un espacio más amplio y tranquilo para convivir.