Columnistas
Viento fresco
Ya no es suficiente ser espectadores: el futuro de Colombia descansa, en gran medida, en el éxito de los Gobiernos locales.
Concluido el primer mes de gobierno de los alcaldes de las principales ciudades del país el balance es positivo. Alejandro Eder en Cali, Federico Gutiérrez en Medellín y Carlos Fernando Galán en Bogotá, para mencionar unos, iniciaron con pie derecho. Refrescante para un país donde los hechos de preocupación se atropellan y escalan, asfixiando el optimismo. Dinámica llamada a afianzarse, si los ciudadanos ponemos de nuestra parte.
Eder dio en el clavo desde el primer día cuando se volcó a la calle, invitando a los caleños a hacer de nuevo bella a Cali, desempolvando el civismo que la caracterizó y que la era narco y la corrupción sepultaron, y a restablecer el orden y la autoridad en las vías con operativos diarios de parte del tránsito, en una ciudad sitiada por una anarquía sórdida. “Inició apretando”, se comenta, no con rechazo sino con gratitud y razonable esperanza.
Pero no solo se dedicó a una tarea que algunos considerarían cosmética y mediática, desconociendo el impacto positivo del civismo en la seguridad, sino a recuperar la malla vial y el MÍO -destrozado en lo físico y en lo operacional-, a buscar financiación para el Tren de Cercanías, a darle un alivio en el costo de los servicios a los sectores más pobres y trabajar con la Policía por mejorar la seguridad, desafío que reclamará perseverancia.
Gutiérrez, en su segundo mandato, no tardó en poner en marcha acciones concretas en seguridad para paliar la drogadicción, el turismo sexual que se ha tomado la ciudad, y los piques ilegales, propios de una metrópoli sin Dios ni ley, sin perjuicio de poner en marcha operativos de limpieza, recolección de escombros, remoción de cambuches y recuperación del espacio público, para convertir de nuevo a Medellín en la ciudad de la eterna primavera.
Se ha dedicado, además, a regresarle el rigor técnico y la credibilidad a las Empresas Públicas, abrumadas por la politiquería y la guerra del anterior alcalde contra el sector empresarial, a arrojarle un salvavidas a entidades claves del sector salud de la región, a poner en marcha programas para reducir la deserción escolar y la desnutrición, y a aportar pruebas a la Justicia de la corrupción rampante que entronizó Daniel Quintero.
El primer mes de Galán estuvo marcado por los incendios forestales. Por fortuna Bogotá cuenta con un excelente cuerpo de bomberos, y las Fuerzas Militaresy de Policía, y la Defensa Civil no escatimaron esfuerzo en ayudar a controlar las conflagraciones. Lo más relevante, quizá, fue el manejo del alcalde, quien lejos de repartir culpas con tono esquizofrénico, estuvo al frente de la crisis rindiendo cuentas e informando con seriedad y aplomo.
Lo hizo, al tiempo de impulsar sin titubeos la Primera Línea del Metro y examinar libre de prejuicios proyectos claves para la movilidad como el Corredor Verde y la Autopista Longitudinal de Occidente. Con igual rigor, el alcalde le hace frente a la inseguridad; los robos a plena luz del día en sectores pudientes de la Capital han exacerbado los nervios. Un hueso duro de roer para todos los nuevos alcaldes, que requiere del apoyo nacional.
Este recuento, breve y no exhaustivo, tiene un común denominador: la recuperación de confianza. De ahí el viento fresco y la ilusión que se percibe en Cali, Medellín y Bogotá, entre otras ciudades del país. Confianza que como las plantas requiere ser regada a diario con actos concretos y transformadores. Para lo cual, el concurso ciudadano es y será fundamental. Ya no es suficiente ser espectadores: el futuro de Colombia descansa, en gran medida, en el éxito de los Gobiernos locales.