Columnistas
Solo querían ser niños
Los absurdos asesinatos de niños que se resisten al reclutamiento forzado no son nuevos en Colombia.
El hecho de violencia más reciente que se le atribuye a una organización armada al margen de la ley en Colombia, fue el vil asesinato de un niño de 15 años en el corregimiento de El Plateado. El menor fue sacado de su casa y al intentar escapar de sus captores, su vida terminó trágicamente, sufriendo cuatro impactos de bala.
¿Cuál puede ser el calificativo para alguien capaz de propinarle, por la espalda, cuatro disparos a un niño indefenso, que lo único que quería era continuar siendo niño? En lo personal, no he logrado encontrar un adjetivo que contenga tanta maldad, locura y cobardía.
Los absurdos asesinatos de niños que se resisten al reclutamiento forzado no son nuevos en Colombia. En julio de 2024, nueve menores fueron también cobardemente asesinados por estructuras guerrilleras, luego de que lograran escapar de sus filas.
Para las perversas y maquiavélicas mentes de estos delincuentes, los niños son considerados como una fuerza de trabajo ideal. Son indefensos, manipulables y menos costosos de mantener que los adultos. A estos niños se les arrebata inmisericordemente su futuro, muchos son engañados con falsas promesas de protección o recompensas económicas; otros son simplemente arrancados a la fuerza de sus familias; y muchos incluso son utilizados como escudos humanos.
Los niños reclutados sufren traumas psicológicos irreparables, desarrollan severos trastornos emocionales y pierden toda oportunidad de acceder a la educación, lo que limita sus posibilidades de reintegrarse posteriormente a la sociedad. Sus familias son desintegradas y sus comunidades pierden generaciones enteras; mientras que la inmensa mayoría de los colombianos continuamos en un letargo emocional, como inertes espectadores, viendo cómo aumenta el espiral de violencia, pobreza y polarización en el cual ya al parecer, nos acostumbramos a vivir.
No perdamos nuestra capacidad de asombro, reaccionemos y reconozcamos esta tragedia como un asunto prioritario. Se requiere fortalecer la justicia, un concepto fundamental en la filosofía, el derecho y la moral, que se refiere a la idea de equidad, imparcialidad y respeto hacia los derechos de las personas. La justicia es un principio que busca garantizar que cada individuo reciba lo que le corresponde, ya sea en términos de derechos, responsabilidades o castigos.
Solo con medidas contundentes, concretas y colectivas, podremos evitar que más niños pierdan lo que nunca debieron haber perdido. Es ingenuo y utópico creer que por medio de más diálogos estériles con personas que cometen actos tan repudiables, lograremos la tan anhelada paz.
El Estado debería intensificar sus operaciones en las zonas con mayor presencia subversiva, con un contundente y ofensivo despliegue de sus Fuerzas Militares y con la implementación de políticas sociales y económicas de la mano con la empresa privada, que propendan por mejorar las condiciones de vida en dichas zonas afectadas.
Es inaceptable que como sociedad permitamos que nuestros niños continúen siendo utilizados como herramientas de guerra. Garantizarles un futuro libre de violencia no es solo un deber moral, sino una inversión en la paz y la prosperidad de Colombia. Ellos solo querían ser niños, ahora nos corresponde a todos nosotros asegurarnos de que otros niños sí puedan lograrlo.