El pais
SUSCRÍBETE

Columnistas

Perfectamente imperfectos

El ideal absurdo del perfeccionismo nos resta la capacidad para ver nuestros errores, y las oportunidades de mejora que nos ayuden a crecer verdaderamente.

Juan Esteban Ángel
Juan Esteban Ángel. | Foto: El País

2 de jun de 2025, 01:17 a. m.

Actualizado el 2 de jun de 2025, 01:17 a. m.

¿Cuántas veces hemos postergado ideas, proyectos, metas, palabras para alguien especial por miedo a que no salgan perfectamente o porque esperamos que llegue el ‘momento perfecto’ para hacerlas o decirlas?

Varios estudios muestran que un 30 % de las personas posponen tareas, no inician algo o no presentan sus ideas por miedo a equivocarse; se paralizan porque esperan un nivel de perfección que simplemente no existe.

Platón afirmaba que la perfección, a través del conocimiento, era siempre un ideal al que se aspira y nunca una condición plenamente alcanzable. Aristóteles hablaba de la perfección del ser, en la medida que realiza su propia esencia -entelequia-. Nietzsche propuso su idea del ‘superhombre’ que crea sus propios valores, como una forma de ‘perfección’, pero no en el sentido de alcanzar una norma universal, sino de constante autosuperación.

¿Pero, por qué entonces seguimos tan obsesionados con la perfección? ¿Por qué cada vez y con mayor exigencia sentimos que debemos ser perfectos en todos los aspectos de nuestras vidas? En dosis apropiadas, ponerse altos estándares puede llevar a la motivación y al logro. Sin embargo, la perfección, con una alta preocupación por cometer errores, dudas irracionales sobre las propias acciones y capacidades, autocrítica excesiva y consecuente postergación de las tareas, lleva a la ansiedad, la frustración y a la inacción.

Por ejemplo, el perfeccionismo extremo en el trabajo, en el matrimonio o en la educación de los hijos suele traducirse en duras críticas hacia nosotros mismos, falta de empatía y expectativas irreales, que desgastan las relaciones personales y profesionales, y más aún, la relación con uno mismo.

Los seres humanos hemos creado esta idea de la perfección como resultado de nuestros procesos de relación y de comunicación. Hoy vemos, por ejemplo, que las redes sociales han llevado a una ‘estetización’ de la vida cotidiana, reforzando estándares de belleza, de éxito profesional y de vida familiar que se imponen como referentes de ‘perfección’, asociándolas, además, a la felicidad y al reconocimiento.

Tener metas y ambiciones que nos lleven al mejoramiento continuo puede ser saludable; pero cuando lo convertimos en una búsqueda irracional de la perfección, este afán compite y rezaga el valor del esfuerzo genuino por hacer las cosas bien y como deben ser. No nos permite ver como válido el hecho de que hayamos dado lo mejor de nosotros mismos y trabajado al máximo, así las cosas no salgan como esperábamos. Ese enfoque en la perfección nos lleva a la autocrítica, la culpabilización constante y a la idea de no ser ‘suficientes’; a sentir que nos falta algo para ser válidos en la vida, en el trabajo o en las relaciones con los demás.

No se trata de renunciar a buscar ser cada vez mejores seres humanos y a tener mejores resultados en nuestro trabajo, sino de aceptar que el progreso es un camino con curvas y tropiezos, así como de momentos tristes y gloriosos. Al final, siempre será mejor avanzar, así sea despacio, para aprender en cada paso, que quedarse inmóvil, esperando un estado de perfección inalcanzable.

El ideal absurdo del perfeccionismo nos resta la capacidad para ver nuestros errores, y las oportunidades de mejora que nos ayuden a crecer verdaderamente. Debemos aprender a ver cada paso como parte del camino, y trabajar en una mejora continua que nos permita alcanzar nuestro máximo potencial en todos los aspectos de nuestras vidas, para que sea un proceso gratificante, que nos eleve, y no lo contrario. De eso, al final, es de lo que se trata la vida.

Economista y MBA con énfasis en negocios internacionales. Exsecretario general de la Gobernación del Valle y Privado de la Alcaldía de Cali. Exdirector del Comité Intergremial y Empresarial del Valle. Actualmente, fortaleciendo la economía solidaria desde el Grupo Coomeva. Hincha del Deportivo Cali. Papá de Manolo y Agustín.

Regístrate gratis al boletín de noticias El País

Descarga la APP ElPaís.com.co:
Semana Noticias Google PlaySemana Noticias Apple Store

AHORA EN Columnistas