¡Quiero ser congresista!
cada uno de nuestros 277 honorables legisladores se gana un salario de casi $38 millones mensuales. Y algunos, por cuenta de su fe, logran ganar mucho más rezándole a un extraño santo llamado ‘San Ceveyé’.
¡Quiero ser congresista!
Y no solo yo. Creo que por estos días, en los que se discute el aumento del salario mínimo, muchos colombianos quieren serlo. Es más, algunos nos damos ‘palo’ porque no se nos ha ocurrido meternos en ese gran negocio que es llegar al Congreso de la República.
Porque de todos los que podría uno tener en Colombia, el de congresista es el puesto soñado: se gana mucho y se trabaja poco. Corrijo: se trabaja muy poco. A veces nada.
Si usted es congresista, para llegar a su oficina -que, obviamente, es en
Bogotá- no tiene que pagar el transporte de su propio bolsillo, como los demás mortales. No. Cada semana le pagan un tiquete aéreo de ida y vuelta a la Capital.
Pero además, al bajar del avión usted no tiene que preocuparse por coger un taxi, un Uber o un bus urbano. No. Le asignan gratis dos camionetas blindadas de alta gama para que usted se mueva por donde quiera, una en Bogotá y otra en su ciudad de origen.
Los congresistas -no piensen lo contrario- son gente muy normalita. Como usted y yo, como mi mamá y la suya, cada mañana al salir de casa ellos también oran y piden que los cubra la ‘sangre de Cristo’.
Hacen muy bien. Y no lo digo en burla. Desde que descubrí que Dios cree
más en mí de lo que yo creo en él, la recomiendo a ojo cerrado. La ‘sangre de Cristo’ es lo último en guaracha para el covid, para la viruela del mono, para estirar el sueldo y para que a uno no lo vayan a atracar por ahí. Y es gratis.
Pero los congresistas también saben que en el cielo a veces falla el
‘Wi Fi’ y por eso cuentan con algo más que la muy económica y democrática protección celestial.
Cada uno tiene asignado un escolta y dos policías. Y, por si las moscas, además están cubiertos por un jugoso seguro: $650 millones por incapacidad, $650 millones por muerte y $150 millones por gastos funerarios.
Si usted es congresista, le ponen gratis una oficina equipada con computador, internet, televisor, teléfono, papelería, servicio de aseo. Y además le entregan cada mes un presupuesto de 50 salarios mínimos (hoy en día unos $50 millones) para que contrate a un equipo asesor de hasta diez personas que le ayude a hacer bien su trabajo. Sí, leyó bien: no tres, ni cinco; le pagan hasta diez asesores para que usted no se estrese tanto en la tarea de pensar.
Todavía hay mucho más. Si usted es congresista, solo va a ir a esa oficina unos ocho meses, porque en el resto del año el Congreso está en receso, es decir, no trabaja.
Corrijo: los parlamentarios dicen que sí lo hacen, que ellos usan ese tiempo para irse juiciosos a investigar por qué este país está como está.
Y a la gente hay que creerle, pero las lenguas viperinas de esta Colombia mal pensada afirman que esas son las vacaciones más largas que pueda disfrutar un empleado: ¡Cuatro meses... Y pagos!
Pero lo mejor de todo es el salario. Hasta noviembre cada congresista ganaba $35.316.133 mensuales. Pero el pasado lunes el presidente Gustavo Petro, en cumplimiento de la Ley, tuvo que decretarles un aumento de 7,26% retroactivo al 1 de enero, por lo que ahora se ganarán $37.880.084. Eso, claro, además de primas, vacaciones, seguridad social, parafiscales.
Sí, leyó bien: cada uno de nuestros 277 honorables legisladores se gana un salario de casi $38 millones mensuales. Y algunos, por cuenta de su fe, logran ganar mucho más rezándole a un extraño santo llamado ‘San Ceveyé’.
Sí, fueron elegidos por este mismo país en el que unos 13 millones de trabajadores deben sobrevivir con un salario mínimo de apenas $1 millón al mes, o menos. Son los ‘padres’ de una Patria en la que más de seis millones de personas apenas pueden comer dos comidas al día.
¿Ya entendieron por qué este Congreso tampoco va a cumplir la promesa de auto reformarse? ¡Porque ese es el negocio, socio!