Columnistas
Números mortales
La ineptitud e ineficacia de todos los correligionarios que han ido reemplazando a técnicos claves del Ministerio y demás dependencias de la salud, quienes sí entendían el mercado de fármacos...
Manipular cifras es atributo de la perfidia cuando se usa para el engaño. Los artistas de la confusión lo hacen con sutileza para que la trampa quede oculta.
Cuando el séquito de un ególatra inventa un aura de inteligencia cósmica, que “hay que saber entender”, el patético personaje se siente en libertad de imaginar hipótesis que lanza al mundo, como borbotones de efervescencia genial, en la seguridad de encontrar aplausos majaderos.
La de los millones de muertos de un sistema de salud perverso, dominado por las fuerzas del mercado, “que supera en mucho a los de la violencia” de las admiradas bandas criminales de sus amigos, solo merece mención para que no falte en los anales del cinismo.
Es de suponer que fue su ministro de Salud quien, en desesperada competencia por el primer puesto de las bestialidades, le sugirió usar la cifra de muertes prevenibles. Así, el fumador barrigón y estresado que murió de infarto, fue asesinado por el sistema, la niña que no sobrevivió el tratamiento de una bronconeumonía, fue víctima de la indiferencia de un hospital comercial, el anciano infectado de Covid, cruelmente ahogado por el negocio de las UCI.
Lo burdo del argumento se complementa con el error en las cifras, que en realidad son un 25% menos y que han bajado en un 100% en los últimos años. Colombia muestra una de las gráficas de caída más pendientes de toda América, muy en contraste con Cuba y Venezuela. Peor aún, en el grupo de prevenibles lo que más pesa es precisamente la violencia, obviamente evitable, si no hubiese una dirigencia que la valide.
Un aporte más, a esa receta nacional tan típica que es el sancocho moral. Supera con creces a aquel antecesor que no vio elefantes y cuya espalda creíamos inigualable. También ahora estaba de espaldas cuando entraron los recursos de los criminales a su campaña.
Y metidos en números, se dan el lujo de esquivar las cifras de todos los que están muriendo por un desabastecimiento de medicamentos, sin precedentes. La ineptitud e ineficacia de todos los correligionarios que han ido reemplazando a técnicos claves del Ministerio y demás dependencias de la salud, quienes sí entendían el mercado de fármacos, combinada con el ahorcamiento financiero a las entidades del sistema, están generando muertes cuya trazabilidad llega muy directo a las oficinas de un frío Palacio.