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¿Más igual menos?
Los partidos que se dicen de gobierno no divulgan sus acciones ni defienden sus realizaciones, y los que se proclaman de oposición tampoco es que realicen una tarea notoria que impacte a la opinión pública.
La reciente decisión del Consejo Nacional Electoral de otorgarle la personería jurídica como partido político a la agrupación de la vicepresidenta Francia Márquez, ha generado una coincidente reflexión sobre la inconveniencia del número de partidos que ya ostenta Colombia.
Entre el 2021 y el 2023 se han reconocido 21 partidos. Parece inexistente su impacto en la mayoría de los cuerpos colegiados. Se podría creer que así se aumenta el control político, se enriquece el debate legislativo, o se logra interesar mayormente a la opinión pública con lo que está ocurriendo o no está ocurriendo en el país. Situaciones políticas nacionales o internacionales de gran importancia no merecen el más mínimo comentario. El debate político es cada día más pobre, la controversia cuasi inexistente. Los partidos que se dicen de gobierno no divulgan sus acciones ni defienden sus realizaciones, y los que se proclaman de oposición tampoco es que realicen una tarea notoria que impacte a la opinión pública. En esencia, la vida política no ha mejorado con esos 37 partidos y se podría afirmar que, por el contrario, se ha degradado. ¿Algún debate que recordar en alguna corporación pública? ¿Alguno de ellos se ha distinguido por sus ataques frontales y efectivos contra la corrupción? Las preguntas podrían continuar.
¿Qué es lo que ha propiciado esta proliferación de partidos políticos? Es bien probable que la financiación de las campañas hace más cómoda la vida de los políticos… ¿Y cuál es la diferencia? ¿Cuál es el valor agregado? ¿Y acaso nos hacen falta uno más o muchos más?
En la última campaña presidencial, varios candidatos dijeron que el peor error que podrían cometer era llegar como representantes de un partido político. Lo más popular era afirmar que estaban siendo respaldados por firmas. O sea, a más partidos políticos, menos utilización de ellos en una campaña presidencial. Y seguramente en las demás.
Si esta situación de los últimos tres años continúa, se puede anticipar que en Colombia tendremos menos actividad política, menos representatividad, menos ciudadanía, menos debates públicos de calidad. A más partidos, menos política.
Increíble. Esta no puede ser la tarea de los políticos. No parece que su presencia en las diferentes corporaciones públicas haya significado un mejoramiento de la legislación o un incremento del control político o de la lucha contra la corrupción.
Ni siquiera que se haya mejorado la representatividad política o que se haya mejorado el debate público. O que haya mayor ciudadanía.
No parece que la crisis que afecta la democracia en el mundo occidental se remedie con el incremento del número de partidos. Es casi milagroso que la democracia colombiana subsista, no obstante, esta insistencia en fomentar la proliferación de partidos. Ya en el 2003 se hizo una reforma que muchos miraron con optimismo y que, inicialmente, logró reducirlos de más de 60 a 10. Pero volvimos a las mismas y ahí estamos celebrando el nacimiento o el renacimiento de Partidos políticos.
Es evidente que la calidad de la vida política colombiana se ha deteriorado y mucho. Y no se mejorará si continuamos con esta perversa tendencia. Reducir su número es una tarea necesaria y urgente.
El Consejo Nacional Electoral tiene una enorme responsabilidad para asegurar el buen uso de estos recursos financieros del Estado.