Columnistas
La terquedad
Cuando se mira lo que ha ocurrido en los Estados Unidos que, de ser un país importador con una gran vulnerabilidad por la dependencia de los proveedores externos, se ha convertido en el primer productor mundial y en exportador de hidrocarburos.
Ya cerca de la mitad del mandato era razonable pensar que Petro hubiera podido contrastar los prejuicios ideológicos que traía con la realidad y estuviera corrigiendo sus errores más evidentes. Entender la dependencia que la economía colombiana tiene del sector de hidrocarburos y lo iluso que resulta una transición energética en un período corto, no parece nada muy difícil para alguien que analice con juicio la viabilidad de este tipo de planteamientos. Estudiar los temas, oír diferentes puntos de vista y entender los obstáculos concretos para volver realidad sus ocurrencias, desafortunadamente, es algo que, al parecer, no se pueda esperar de él.
Lo que le gusta son los planteamientos grandilocuentes, mejor si son provocadores y lo que menos le importa es que tengan viabilidad. Pues bien, en algo que es de sentido común y para lo que ya ha tenido tiempo para informarse adecuadamente, como es el caso de la exploración de hidrocarburos, lo que ha salido es con otras declaraciones irresponsables y desde Davos ha reiterado su decisión de no firmar nuevos contratos de exploración.
Ya se ha repetido hasta la saciedad cómo esto no tiene impacto material en la lucha contra el cambio climático y cómo no es viable, en un plazo medianamente razonable, sustituir los ingresos del petróleo y gas por asuntos como el turismo. Es más, en este tema en particular lo que se ve es cómo en su gobierno esta meta se aleja cada vez más, por cuenta del deterioro que viene experimentando el país en materia de inseguridad, desde que se inició su mandato.
El problema es aún más serio cuando estas posiciones ideológicas vienen alejando la posibilidad de que Colombia mejore su situación en materia de hidrocarburos, adelantando proyectos de explotación no convencionales. El famoso fracking, por cuenta de posiciones ideológicas y fundamentalistas, se ha venido satanizando en el país, al punto que se han frenado los proyectos piloto que con buen sentido se estaban adelantando.
Cuando se mira lo que ha ocurrido en los Estados Unidos que, de ser un país importador con una gran vulnerabilidad por la dependencia de los proveedores externos, se ha convertido en el primer productor mundial y en exportador de hidrocarburos. En Colombia se debería estar aprendiendo de lo que allí han hecho. Han corregido errores, han solucionado problemas y el resultado es una industria pujante que le da seguridad energética a ese país. Claro que países como Rusia e Irán promueven el rechazo al fracking por la competencia que les origina.
Aquí ha hecho carrera oponerse al fracking y, ahora, rechazar la producción tradicional. Petro ni siquiera ha querido oír a Lula que, siendo alguien que ha demostrado su compromiso con el tema ambiental, tiene claro que Brasil debe desarrollar su gran potencial petrolero para poder financiar el desarrollo de ese país. La terquedad de Petro lleva a concluir que lo que quiere es llamar la atención para satisfacer su ego pues, al fin y al cabo, no es a él al que le va a tocar gobernar el país cuando estemos teniendo los efectos de sus malas decisiones.