Columnista
La música un despertar del alma
La verdadera misión de la música no es adormecer, sino despertar: emocionar, reconfortar e inspirar.
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20 de ago de 2025, 03:16 a. m.
Actualizado el 20 de ago de 2025, 03:16 a. m.
Hablar de música clásica es más que explorar una experiencia sonora placentera; implica sumergirse en un universo lleno de profundidad y trascendencia. Para muchos, sus melodías representan un refugio, evocando calma, alivio y recogimiento. No obstante, limitar esta forma de arte a una herramienta para la relajación sería desconocer la esencia más auténtica de su propósito.
Es común escuchar afirmaciones como: “cuando escucho esta música me quedo dormido al instante”. Si bien esto es entendible, también resulta reductivo. La verdadera misión de la música no es adormecer, sino despertar: emocionar, reconfortar e inspirar. Su propósito está en invitarnos a reflexionar, a elevarnos y a conectar con nuestra sensibilidad más profunda. No surge para hipnotizarnos, sino para agudizar nuestra percepción y hacernos conscientes de lo que sentimos.
Un ejemplo representativo reside en las Variaciones Goldberg de Johann Sebastián Bach, obra creada a petición del conde Hermann Karl von Keyserling. Este noble sufría de insomnio y solicitó “música tranquila pero viva” para acompañar sus noches inquietas. Bach respondió con una composición magistral: treinta variaciones partiendo de una misma base armónica. Según relatos históricos, dichas piezas lograron calmar el ánimo del conde al punto de recompensar a Bach con una copa de oro llena de monedas como muestra de gratitud.
Una suite orquestal de Bach, una sinfonía de Haydn, un concierto de Mozart o Beethoven no buscan adormecernos, sino estimularnos a pensar, a cambiar y a trascender. Escuchar estas obras maestras, implica entablar un diálogo con lo sublime, convirtiéndose en un puente hacia lo inefable. La música se transforma así en una interacción íntima que vibra en lo más recóndito de nuestro ser, revelando la belleza pura solo accesible para quienes tienen la sensibilidad despierta para percibirla.
Las grandes obras musicales y literarias no nacieron solo para mitigar preocupaciones o funcionar como un sedante psicológico. ¡Por supuesto que no! Están diseñadas para nutrir el espíritu. Como dijo Beethoven: “La música es la mediadora entre la vida espiritual y los sentidos”.
Hoy día, tenemos el privilegio de acceder a ese inmenso tesoro gracias a conciertos en vivo, grabaciones y avances tecnológicos. El verdadero espacio para disfrutar de este arte no es solo un sofá para el olvido, sino un altar íntimo donde la sensibilidad se pone de pie. Porque la música, ese arte total universal, toma vida únicamente si hay oídos despiertos dispuestos a emocionar con su verdad sonora. La música ofrece alegría y gozo; nos entrega un verdadero despertar del alma.