Columnista
Justicia y libertad
Vargas Llosa confirmó al Quijote como un libro moderno, por la rebeldía y la vocación justiciera del personaje, Don Alonso Quejana...

12 de jun de 2025, 02:40 a. m.
Actualizado el 12 de jun de 2025, 02:40 a. m.
Los pregones son la savia de la ciudad. En su libro, ‘La importancia de vivir’, el filósofo chino Lin Yutang, se extasía en los sonidos que llegan hasta su habitación, en un amanecer en Shanghái. Primero es el llanto de un bebé, lejano, y luego el sonido de los cascos de un caballo que desciende por la calle de Yuyuen.
Donde vivo, recibo diariamente el pregón del vendedor de aguacates y del que vende ‘velas de aroma’. Otro, tiene una grabación adherida a su carrito, y vende champús bien frío y mazamorra con leche, ‘como la preparaba la abuela…’. Casi nunca lo alca nzo; cuando estoy listo para saborear uno de estos manjares, el hombre ya va lejos.
En el pregón de las velas advierto que quizá sí, la humanidad necesita incienso hoy. Y mucha poesía.
Existen tres instantes en ‘Don Quijote de la Mancha’ que por su carácter fundacional en la literatura castellana resultan inolvidables: la manera moderna como Cervantes introduce su obra, ‘Desocupado lector’; la primera oración: “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”, y el “Vale”, final que cierra este catálogo de humor, picardías e historias sin igual en el recién inaugurado Siglo XVII.
En este 2025 se cumplen 420 años de esta novela con múltiples homenajes por el mundo. Hace veinte años, el tributo más notorio lo hizo la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, con la edición prologada por Mario Vargas Llosa, bajo el título ‘Una novela para el Siglo XXI’.
Para Vargas Llosa esta obra no es solo el más completo compendio descriptivo del tiempo en que las historias de caballería entraron en decadencia, sino un decálogo de libertad. El escritor se preguntaba cuál es el concepto de libertad que se colige de su lectura, e indica que es el mismo que Europa entronizó a partir del Siglo XVIII, cuando ponderó el fuero de cada individuo para ser capitán de su propia vida y decidir los caminos a seguir, según sus potencialidades. En ese rescate del individualismo y el humanismo que trajo consigo, particularmente en Francia, el ocaso de los Luises, ve el autor latinoamericano uno de los grandes valores de Cervantes.
Vargas Llosa confirmó al Quijote como un libro moderno, por la rebeldía y la vocación justiciera del personaje, Don Alonso Quejana, nacido en la población de Argamasilla de Calatrava, quien desde una supuesta locura decide un día ir por el mundo ‘desfaciendo’ (deshaciendo) entuertos, liberando esclavos, dando protección a huérfanos y viudas y tratando, desde su particular visión de la vida, de encontrar un sentido de justicia acorde con su dignidad de hidalgo. Es así como hace de Dulcinea, una campesina que encontró en los caminos del Toboso, olorosa a cebollas, su reina por la que es menester librar todas las batallas y hacer sentir ‘la fuerza de su brazo’.
Quien va hoy por los caminos de La Mancha, puede encontrar en Puerto Lápice, una venta como aquella donde el de la triste figura ‘veló’ las armas antes de salir a combatir la injusticia. Esa frecuente disputa entre la realidad y la fantasía, el romanticismo a ultranza y la vulgaridad, el sueño fantástico contrapuesto a la ordinariez de las costumbres, los tratos de nobleza enfrentados a las pícaras formas de la canalla, son motivo de estudios en las universidades del mundo. Cervantes, a quien también apodaban ‘El Manco de Lepanto’, por haber perdido el brazo izquierdo en la batalla de Lepanto, dedicó su obra al Rey, pero debió pasar parte de su vida en una mazmorra, acusado de robo y asesinato. Según afirman, estuvo a punto de enrolarse en una tripulación que tenía como destino América; La Habana, Cartagena de Indias, pero jamás hizo esa travesía.
Sus entremeses, su obra ‘El Licenciado Vidriera’, quedaron como legado de una lengua que hablan hoy más de 450 millones de habitantes del planeta.
Quijote vuelve a la carga hoy, como ayer, con lanza, espada y adarga, el yelmo firme y el brazo dispuesto. Justicia y libertad vienen clamando, y el mundo lo escucha, porque es tiempo de volver a soñar.
Medardo Arias Satizábal, periodista, novelista, poeta. En 1982 recibió el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría Mejor Investigación. En tres ocasiones fue honrado con el Premio Alfonso Bonilla Aragón de la Alcaldía de Cali. Es Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, 1987, y en 2017 recibió el Premio Internacional de Literaturas Africanas en Madrid, España.