El pais
SUSCRÍBETE

Columnistas

Ideas

Convertir la idea en realidad exige planificación, cálculos, integración de equipos, motivación, creación de estándares y una infinidad de detalles...

15 de marzo de 2025 Por: Alberto Castro Zawadsky
Alberto Castro Zawadski
Alberto Castro Zawadski | Foto: El País.

Una de las mayores señales de escaso desarrollo intelectual es creer que las ideas, por sí solas, pueden mejorar a la humanidad de forma automática.

Quien piensa que tener una idea brillante equivale a haber dado el gran salto hacia la transformación, está perdido.

Inventar algo como un bombillo no consiste en ver un rayo e imaginar que la electricidad puede producir luz. Implica estudiar y entender la física de los electrones y realizar miles de experimentos durante años hasta lograr un prototipo imperfecto, que luego será mejorado por otros.

Idear un nuevo tipo de comida para un restaurante está muy lejos de crear una exitosa cadena que genere empleo y sea apreciada por todos. Convertir la idea en realidad exige planificación, cálculos, integración de equipos, motivación, creación de estándares y una infinidad de detalles, cada uno desarrollado por un especialista en un área específica.

Tener la idea para un libro es apenas una mínima parte del proceso. Es necesario poseer talento, haber leído mucho, conocer distintos estilos y géneros, además de someter el texto a revisiones, correcciones y la compleja tarea de editarlo, distribuirlo y promocionarlo, para que finalmente llegue a un público que decidirá si lo lee o no.

Todo lo valioso en nuestra existencia ha surgido de ideas convertidas en realidad. Sin embargo, pocos comprenden que el verdadero valor está en el arduo y difícil proceso de aplicación. Lo que sí resulta muy popular, es la falsa creencia de que tener fe en un conjunto de ideas, generalmente llamado ideología, equivale a tener resueltos los problemas. Basta con que sean bonitas y el pueblo también se las crea.

Por eso abundan quienes ascienden a cargos de gobierno con la cabeza llena de ideas, pero sin experiencia en ejecución. Han pasado su vida criticando el trabajo ajeno, y cuando finalmente deben hacer, descubren que nada les resulta porque no saben cómo. Aun si se asumen buenas intenciones, chambonean y dilapidan recursos. Esto lo está aprendiendo el compañero presidente cuando habla de lidiar con la ‘praxis’. Desconocen las innumerables disciplinas que demandan años de formación para dominar competencias que son imprescindibles. Al final, no les queda más opción que continuar con sus diletantes discursos, ocultando su incapacidad al culpar a los demás.

Regístrate gratis al boletín de noticias El País

Descarga la APP ElPaís.com.co:
Semana Noticias Google PlaySemana Noticias Apple Store

Te puede gustar

AHORA EN Columnistas