Columnistas
Histeria
La oposición le hace inmenso favor al Presidente porque no hay día en que no lo ponga en el centro del debate, por lo que dice y por lo que no dice.
Me está -como dicen en Puerto Rico- que al presidente Petro le fascina lanzar globos, como esos inflados con helio que mi madre me compraba en las ferias del pueblo, y que al menor descuido se soltaban de la mano para elevarse al espacio cósmico.
Petro un día infla el globo del tren elevado que su Gobierno con inversionistas chinos construirá de Buenaventura a Barranquilla, y sabiendo que esa idea es imposible de realizar, la oposición cae en estado histérico y durante tres meses no habla de otra cosa. Los ecologistas, los animalistas, los científicos, los uribistas y los viejos liberales, gritan y escriben que esos rieles acabarán con la húmeda selva tropical chocoana; que las comunidades indígenas perecerán; en fin, que esa loca idea destruirá a media Colombia.
Yo, que soy proclive a hacer castillos en el aire, quedé con las ganas de tomar el tren en el ‘bello puerto de mar’ con mi amigo Óscar Gamboa, sentados en cómodas sillas del elegante vagón, atendidos por lindas cabineras de ojos rasgados. A los tres meses ese sueño se ‘despiporró’, como dice el Presidente cuando algo le sale mal.
Otra madrugada el ocurrente mandatario exclama que es imposible que el Congreso apruebe las reformas necesarias para el cambio por él propuesto, y que por eso es necesario reformar la Carta del 91, vía Asamblea Constituyente. Se arma la escandola y Petro retrocede y sostiene que no convocará ninguna asamblea, sino al pueblo que es el poder constituyente. Álvaro Leyva afirma que en el Acuerdo de Paz con las Farc hay un articulito que le permite al Presidente convocar la constituyente por decreto.
Ahí fue Troya y creció la histeria. Todos los que tenemos un ligero conocimiento del ordenamiento constitucional sabemos que ni lo que dice Petro ni lo que dice Leyva es posible, porque así no se puede reformar la mediocre Constitución de 1991.
Pero, durante otros tres meses, los diarios publican columnas, los noticieros ponen sus micrófonos en boca de autodenominados líderes políticos, y todos alegan que no se puede reformar la Carta por esos medios, y que lo que pretende Petro es su reelección.
La mayoría de los críticos acuden al expediente de que el país se convertirá en otra Venezuela, al punto de que un amigo me contó que se va con su familia a establecerse en Cúcuta para irse ‘aclimatando’ al momento en que nos volvamos la República Colombovenezolana Bolivariana, con presidencia dual de Maduro y Petro.
La oposición le hace inmenso favor al Presidente porque no hay día en que no lo ponga en el centro del debate, por lo que dice y por lo que no dice.
En Cartago tengo conocidos, otrora liberales, que día y noche -domingos incluidos- vierten su odio a Petro en los ‘chats’ que me hacen llegar. De Zarzal me llega uno de Carpófono Guacaneme, viejo compañero de luchas liberales, quien al referirse a la elección del Parlamento Europeo, escribe sin sonrojarse: “En Francia, en donde estudian las hijas de Petro, Sofía y Andrea, ganó la derecha”. Ni a la senadora Cabal se le hubiese ocurrido tamaño despropósito.
El Presidente seguirá echando globos a las constelaciones siderales. La oposición, furiosa, le dedicará columnas y discursos para convencer a los colombianos que Petro sufre problemas de salud mental, cuando los que están de psiquiatra son los que le comen cuento, y él seguirá tan campante como el elegante caballero del caldo escocés, cuya fecha de vencimiento es 7 de agosto de 2026.