Columnistas
¡Cuidado alcalde!
Peatonalizar ese sector y aun la sola Plaza, hará que ninguna oficina de abogados, de contadores o de ingenieros vuelva a tener allí comercio y movimiento económico.
He tenido aprecio personal por el señor alcalde Alejandro Eder. Le ayudé por convicción para que llegara al cargo y sabía que carecía de maquinaria y experiencia política. También sabía que era -y es- un hombre brillante y honrado. Escribí y estuve en reuniones que me alegraron; y cuando ganó, celebré en silencio su victoria. Nada le he pedido ni le pediré.
Creo además que ese burgomaestre es un ser humano propenso al error; pero sé que no lo cometería de modo consciente o calculado. Esa es la razón para que escriba esta nota de interés municipal, cuya lectura dará suficientes motivos de meditación.
Me refiero al reiterado propósito de peatonalizar el centro de la ciudad, desde la Calle 15 hasta la 5ª y de la Carrera 1ª hasta la 10ª, según han señalado los medios oficiales y el mismo Mandatario. O reduciéndola sencillamente a la Plaza de Cayzedo y calles adyacentes, incluso la Gobernación. El objetivo es el de monumentalizar esos sectores, que incluyen además la parte de la Iglesia La Merced, el edificio del Banco de la República y el Teatro Municipal Enrique Buenaventura.
Parecería, a simple vista, que el asunto es bueno. Pero no hay que olvidar que los pueblos son los mismos. Los de antes y los de hogaño. Veamos un recuerdo inicial de lo que pasó hace unos años: Ramiro Varela, como ingeniero, remodeló la Plaza de Cayzedo, que quedó bella en un aniversario clásico. Todavía se ve aquella huella.
Mas alguien llegó más lejos y peatonalizaron la calle más importante que había, que era la Calle 12 entre 1ª y 4ª, pasando por el edificio de la Compañía de Tabaco, por el Zacour, que era el mejor que había en Cali, y por el Teatro Jorge Isaacs, hasta llegar al Palacio Nacional, que sigue siendo un bello ejemplar de la arquitectura republicana.
Los emboladores, los vendedores de lotería, los de las casetas de cigarrillos, los vendedores de salchichas, los pordioseros y, en fin, todo el Sueño de las Escalinatas de Jorge Zalamea, se apropiaron del lugar y se fueron afectando los edificios y el sector. El Zacour llegó a perder hasta sus ascensores y todo el lugar se fue tugurizando, porque en Colombia todo tiende al tugurio. Casi de inmediato el enjambre de zarigüeyas se fue pasando a la rutilante Plaza de Cayzedo, que se llenó de marihuaneros, homosexuales y prostitutas. Y ahí íbamos cuando el alcalde Ospina sacó de circulación la misma Plaza de Cayzedo para que estuviera sola con el monumento principal. Todo esto, querido Alcalde, es conocido de todos. El tugurio acecha con sus nutridas ventas ambulantes, así el Alcalde piense que esta vez no ocurrirá tal cosa.
Hay otro elemento histórico. Cuando la Plaza de Cayzedo se convirtió en el sitio más hermoso del país, con sus edificios marco y su catedral, los abogados compramos oficinas en los edificios nuevos y se estableció un comercio. Y llegaron almacenes y todo ese sector tuvo vida y Cali fue ganando importancia visual, que aumentó la circulación de una economía, que no volverá.
Peatonalizar ese sector y aun la sola Plaza, hará que ninguna oficina de abogados, de contadores o de ingenieros vuelva a tener allí comercio y movimiento económico. Lo digo por mí mismo, con oficina de abogado en el edificio de Bancolombia. No volverá nadie y nadie comprará un lugar de esos, mientras las ventas se extienden en la tugurización.
Y habrá demandas contra el municipio, que ha causado, sin necesidad, el agravio y el daño. Lloverán las demandas -la mía, la primera- que todos deberemos pagar a través de impuestos que se evaporarán de un día para otro. Esta es una reflexión cargada de justicia y civismo. Piense en ella, señor Alcalde, que el mejor mandatario es el que sabe escuchar.