Columnistas
Gimnasio La Colina
En esta nota haré el recuento de lo que ha sido la trayectoria de La Colina, desde su fundación.
Pasado mañana María Antonia, la menor de mis nietas, recibirá el título de bachiller otorgado por Gimnasio La Colina, mismo del que hace tres años también egresó su hermana María José, ambas con satisfactorios registros en las pruebas Saber, lo que les permitió acceso a acreditadas universidades.
Tengo, pues, por ese colegio inmenso reconocimiento porque a través de estas niñas pude apreciar el nivel docente del claustro y la relación personalizada que directivos y profesores tienen con los educandos.
En esta nota haré el recuento de lo que ha sido la trayectoria de La Colina, desde su fundación.
En octubre de 1975 la señora Rosario Casas de Iragorri, miembro de destacada familia de educadores, se hizo con la idea de iniciar el ‘Preescolar Las Casitas’, en una casa del barrio Santa Teresita en esta ciudad, para el que se inscribieron doce niños, con tres maestras ‘jardineras’. Doña Rosario se puso al frente del plantel, que pronto alcanzó merecido prestigio.
Seis años después, y dado el buen nombre adquirido por el ‘Jardín’, trasladó la sede a la Urbanización Menga, dando comienzo al colegio Gimnasio La Colina. Su cónyuge César Iragorri Holguín adquirió un lote en ese sector, en el que se levantó la actual sede.
Tanto el inmueble como los enseres fueron donados por don César y doña Rosario a la Fundación Cultural La Colina, sin ánimo de lucro, que se convirtió en propietaria del colegio Gimnasio La Colina, como institución docente, de carácter privado, bilingüe, mixto y que funciona en calendario B.
Doña Rosario dio comienzo a Primero de Primaria, que fue ascendiendo hasta Cuarto. Infortunadamente, en ese mismo tiempo un accidente de tránsito arrebató la vida del alma del establecimiento.
Pero llevar unos apellidos imprime carácter, y surgió Ximena Iragorri Casas, quien terminaba carrera de Diseño Arquitectónico, y se disponía a cursar Arquitectura, que asumió el reto de ocupar la dirección general, de acuerdo con el estatuto de la Fundación.
Con amor profundo por el legado de sus progenitores, Ximena Iragorri ha adelantado una gestión más que meritoria. Hoy 460 alumnos llevan con orgullo en su uniforme el escudo del colegio, que en 1993 graduó la primera promoción de bachilleres. María Antonia hace parte ahora de la No. 31.
En palabras de Ximena Iragorri “la filosofía de La Colina se basa en grupos pequeños para lograr pleno conocimiento de cada estudiante. Cada uno es único e irrepetible, lo primordial es Amor, aceptando a cada uno con sus aptitudes y dificultades. Calidez, exigencia y respeto es el lema sagrado del Colegio”.
Se me antoja que la idea que inspiró a doña Rosario al fundar La Colina, y continuada luego por su hija, es similar a la que implementó en 1918 en el Gimnasio Moderno de Bogotá don Agustín Nieto Caballero, quien trajo de Europa la ‘Escuela Nueva’, creada por María Montessori y Ovide Decroly, auténticos revolucionarios de la educación primaria y secundaria.
Desde hace 8 años el rector de La Colina es el señor Geoff Watson, inglés de nacimiento, radicado en Cali por más de 20 años y casado con colombiana. De amplia trayectoria en los sectores académicos y administrativos. Tiene un máster en Liderazgo y Gerencia Educativa, de prestigiosa universidad londinense.
Cierro esta columna diciendo: gracias, doña Rosario; gracias, Ximena; gracias, profesor Watson. Y gracias y larga vida a La Colina.