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El desierto verde

El Valle consagrado al cultivo de la caña de azúcar es un ecosistema de una pobreza patética...

13 de septiembre de 2024 Por: Carlos Jiménez

La decisión de convertir en paisaje cultural los vastos cultivos de caña de azúcar de nuestro querido Valle, está inspirada por la visión aérea de los mismos. Vistos desde el aire parecen un lujo de la naturaleza, un cuadro de Hundertwasser corregido por Descartes, una sinfonía de infinitos matices del verde destacando sobre unas lejanías brumosas. Pero si aceptamos la tesis de Walter Benjamín de que “todo documento de cultura es un documento de barbarie”, no podemos menos que aceptar que este prodigio visual encierra una larga historia de despojos de tierra, de conflictos sociales, en ocasiones sangrientos, y de una destrucción medioambiental desoladora.

Fue por esta última razón que en una columna anterior lo califiqué de “desierto verde”. El Valle consagrado al cultivo de la caña de azúcar es un ecosistema de una pobreza patética, que encima resulta irritante si se lo compara con la enorme biodiversidad del valle de hace apenas 75 años. Por eso el símil del desierto no resulta arbitrario. También el valle del Éufrates fue un vergel antes de convertirse en desierto, por obra de intervenciones humanas erradas, agravadas por un ciclo de sequias devastadoras. Como el que ahora mismo nos amenaza

Pero no es esta mi única objeción a la declaración del valle cañero como paisaje cultural. Esta declaración implica que en adelante las autoridades habrán de velar por su conservación, tal y como están obligadas a hacerlo con los parques naturales o con los bienes declarados patrimonio de la humanidad. Es contra esa implicación contra la que me revelo. Yo no quiero la intangibilidad y la perpetuidad del valle cañero. Por el contrario, me encuentro entre los que defendemos la necesidad, la urgencia, de que este modelo de explotación agrícola sea sustituido o al menos metido en cintura por modelos alternativos más respetuosos del medio ambiente y más intensivos en mano de obra calificada.

También en esta misma columna propuse alguna vez la sustitución del valle cañero por el valle frutal. El valle de pequeños y medianos cultivos de todas las variadas posibles de las preciadas frutas tropicales, que ofrecerían una parte significativa de su producción a empresas procesadoras de las mismas. Compatibles, además, con un programa de reforestación que contribuya igualmente a recuperar la perdida biodiversidad del valle. Esta tarea le resulta imposible solo a los inmovilistas y a los flojos.

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