Opinión
El balcón
Hoy sus bases, la mayoría jóvenes, no tienen que ir hasta el balcón para lograr escuchar de primera mano sus discursos de larga extensión
Durante la pasada semana mucho se discutió sobre el discurso del presidente Petro en el balcón de la Casa de Nariño. Más allá de los temas abordados por el Presidente, donde el mandatario de los colombianos comete un error de cálculo político, es en el lugar y las formas.
Petro pretende convertir el balcón en un simbolismo propio, de fácil asociación con los discursos de Chávez, Fidel e incluso Gaitán. Se podría pensar que es un recurso válido y caer en el error, como lo hace Petro, de pensar que Colombia hoy es similar a Venezuela en los noventa o Cuba en los sesenta.
Los gobiernos populistas han utilizado las marchas y manifestaciones como mecanismos de presión o como herramienta para demostrar el respaldo popular del cual goza su líder. Para lograr gran impacto con estas prácticas, siempre inician con un ataque calculado a los medios de comunicación, aliándolos con sus enemigos imaginarios. Decir que los medios de comunicación son siervos útiles del régimen, para buscar minar la confianza que tiene la ciudadanía en la prensa, y lograr así un canal directo de comunicación con su pueblo.
Antes de la existencia de las redes sociales y la tecnología que existe hoy, este era un camino viable y casi que encontraba una justificación natural. Al no poder contar entonces con los medios tradicionales de comunicación, los balcones o plazas públicas se convertían en los escenarios naturales donde los líderes y sus ciudadanos se podían encontrar de manera directa y sin el juicio sesgado del editor.
Hoy hay mecanismos mucho más eficientes que las plazas públicas. Las redes sociales y la tecnología en general han logrado eliminar al editor de en medio de la comunicación. Es aquí donde Petro comete un error de cálculo. Hoy sus bases, la mayoría jóvenes, no tienen que ir hasta el balcón para lograr escuchar de primera mano sus discursos de larga extensión. Lo pueden hacer cómodamente desde sus casas a través de sus celulares. Saben perfectamente cuáles son las comunidades afines a ellos y dónde encuentran la información sin el lápiz censurador. Ya no hay razón para desplazarse hasta el centro de Bogotá a esperar interminables horas a que se dé la aparición de su líder mesiánico.
Es ese el segundo error de cálculo de Petro con su balcón, hoy los jóvenes buscan la inmediatez. El mensaje debe ser corto, conciso y fuerte. No largo y lleno de prosopopeya como está haciendo el presidente. Cualquier mensaje de más de dos minutos pierde la atención de la mayoría de los jóvenes y se convierte en paisaje.
Por estas razones es que acuden tan solo 10 mil personas, no sabemos cuántas por iniciativa propia, a la Plaza de Bolívar en plena celebración del día del trabajo a escuchar el mensaje del caudillo. En Colombia hoy los jóvenes se movilizan cuando quieren defender derechos que sienten atropellados, pero no para escuchar el largo discurso de promesas o justificaciones del que en otro momento dijo que podía lograr el cambio.
Petro no ha caído en cuenta que sus declaraciones del balcón se convierten en titulares, no por haberlas dicho desde ahí, sino por lo preocupantes que son. Las mismas palabras en una entrevista con un medio hubieran logrado la misma divulgación. Lo importante ahora sería que el gobierno se concentre en lograr moderar sus reformas para de esta manera cumplirle no solo a los 11 millones de personas que votaron por él, sino para lograr verdaderamente entregar un mejor país al próximo presidente. Esto no se logra desde el balcón.