Medio ambiente
La quema de combustibles pone en duda políticas en pro del medio ambiente; Conozca el motivo
Investigaciones revelan que el mercado de este producto tiene una cara no tan amigable. El ejemplo del sur de Camboya.

Por: Agencia AFP
Los créditos plásticos fueron diseñados para reciclar este material omnipresente. Pero en muchos casos, el plástico desechado acaba siendo quemado como combustible en una cementera y contaminando el entorno. Una historia tristemente familiar para los habitantes de Touk Meas, en el sur de Camboya.
Dos veces al día, las sirenas de la cementera Chip Mong Insee resuenan para avisar del estallido de explosivos. El objetivo: extraer de la montaña la piedra caliza que será cocida y utilizada como materia prima en la fábrica.
Para apreciar bien la columna de humo blanco de los hornos, hay que visitar el pueblo por la noche. Por el día, los habitantes ven el polvo recubrir la zona, un fenómeno que, según los vecinos, explica las enfermedades respiratorias observadas desde que empezó a funcionar la fábrica.
La planta de cemento, en Touk Meas, es un eslabón discreto, pero típico de un nuevo sector muy en boga entre las grandes empresas: los créditos plásticos. El funcionamiento de estos es el siguiente: una empresa vendedora de productos de consumo embalados en plástico paga un intermediario para que recoja y gestione los desechos.
Por lo general, un crédito comprado implica una tonelada de plásticos recogidos. Idealmente, estos desechos son reciclados.
El problema es que la mayoría terminan siendo quemados a modo de combustible alternativo al carbón en plantas cementeras. Una técnica conocida como coprocesamiento, que resulta muy dañina para la población circundante por la emisión de químicos tóxicos resultante.
Una investigación de AFP y SourceMaterial -ONG que aglutina a reporteros especializados en investigaciones sobre cambio climático y corrupción-, reveló que el sistema de los créditos plásticos depende en buena medida de la industria cementera, más contaminante que la de la aviación.
“La carga es para la comunidad, y el beneficio para las empresas”, resume Miriam Rotkin-Ellman, especialista en salud pública: “Hay un divorcio total entre el que se beneficia y el que resulta dañado”. Media docena de vecinos del horno Chip Mong Insee dicen padecer los mismos problemas de salud.

“A menudo tosemos”, dijo Pheara, quien, como todos los residentes de la zona, pidió ser identificado por su primer nombre. “Antes, cuando nos enfermábamos, tomábamos unas pocas medicinas, pero ahora tenemos que tomar varias rondas e incluso cambiar de médico para curarnos”, contó.
El horno creó empleos en la zona, pero no mejoró su vida. “No quiero vivir aquí, porque es muy polvoriento”, comentó la mujer. “El problema es que no sé quién estaría dispuesto a comprar mi casa”.
“Una solución endeble”
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, Ocde, al menos 22 millones de toneladas de desechos plásticos ingresaron al medio ambiente en 2019. Los más afectados son los países pobres con poca capacidad de manejo de residuos, como Camboya, donde el plástico congestiona calles, campos y ríos.
Además, este sector, concentrado en Asia, África y América Latina, no tiene reglas universales.
Auditores autodesignados certifican los créditos basados en estándares diversos con poca supervisión gubernamental. BloombergNEF proyecta que el mercado de los créditos plásticos podría ascender a 4200 millones de dólares para 2050. Pero, considerando cómo se hacen las cosas actualmente, esta proyección no es buena noticia.
“Es una solución endeble”, sostiene Piotr Barczak, gerente del programa de economía circular de la fundación Acen. “Permite a las empresas de plástico seguir con su modelo de negocio”.
Las compañías que certifican los créditos reconocen que los compradores no están obligados a cambiar su modo de proceder, pero que el hecho de comprárselos por un precio de entre 140 y 670 dólares encarece al menos sus prácticas habituales.
“Se empieza a alcanzar un punto de equilibrio, en el que el incentivo económico consiste en tomar más medidas”, dice Sebastián DiGrande, del registro de créditos PCX Markets.
El coprocesamiento depende mucho del uso de plástico como sustituto del carbón en los hornos cementeros.
Un análisis de AFP y SourceMaterial sobre cuatro mercados encontró que solo un cuarto de los créditos se destina a proyectos de reciclaje. Más de dos tercios eran para formas de incineración, como las cementeras, debido a que gran parte de los residuos plásticos no son reciclables. Sin embargo, también permite a la industria cementera, responsable de 8 % de las emisiones mundiales, decir que participa de la economía “circular”.
La práctica es regulada y monitoreada en los países desarrollados, no tanto en otros países, según Jorge Emmanuel, de la Universidad Silliman en Filipinas. “A veces existen leyes, pero no tienen valor alguno, porque no se aplican”, señaló. “Nadie monitorea las emisiones” y las pruebas de dioxinas en las plantas son escasas por el costo.
Agua embotellada
Los hornos cementeros operan a altas temperaturas y buscan evitar el lanzamiento de contaminantes orgánicos, como las dioxinas cancerígenas y los “químicos permanentes”, llamados pfas. Pero incluso en los países ricos, los sistemas generalmente no supervisan estos contaminantes.
“Cuando introduces desechos estás trayendo un nuevo cóctel de contaminantes”, explica Lee Bell, asesor de la oenegé International Pollutants Elimination Network. Esos residuos “acaban en los hornos cementeros, que no están diseñados para filtrarlos”.

Incluso sin coprocesamiento, la producción cementera es muy contaminante y causa riesgos para la salud, según la Agencia de Protección Ambiental estadounidense. Las comunidades enfrentan riesgos que van desde el cáncer hasta problemas cardíacos y pulmonares, así como complicaciones de parto, según Rotkin-Ellman.
Kongthy, de 56 años, dijo que el olor a plástico quemado llega hasta su café, situado junto a la vía. Al igual que sus vecinos, esta camboyana dejó de recolectar agua de lluvia a causa del polvo que emite el horno y que se asienta en las superficies que la rodean. “Tenemos que beber agua embotellada”, dijo.
Varios trabajadores del horno afirmaron no estar preocupados con la seguridad, y citaron las revisiones anuales de salud y el uso del equipo protector que les entrega la empresa.
Regístrate gratis al boletín de noticias El País
Te puede gustar