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Giordano Pacheco: El piloto en silla de ruedas que conquistó el desierto de Atacama
Giordano acaba de correr en moto el Desafío del Desierto en Atacama, Chile, pese a estar en una silla de ruedas. Su propósito es convertirse en el primer competidor con movilidad reducida en terminar el Dakar.
Sucedió en el Hotel Kreenty, el único en el mundo exclusivo para personas en silla de ruedas, ubicado en el barrio San Fernando de Cali. Giordano Pacheco, su fundador, estaba aburrido. Era un día de esos en los que las tareas del trabajo en el hotel las despachó temprano y no tenía nada más por hacer.
Entonces, en su silla de ruedas, desesperado por el tedio, le llegó la idea: volver a correr en moto. La última vez había sido en mayo de 2022, en una competencia de motocross. Fue cuando sufrió el accidente que lo dejó sin poder caminar, un salto de 40 metros que Giordano tomó justo por donde había un imperfecto en la pista y cayó de cabeza. Se rompió los dos brazos, el omoplato, seis costillas, se perforó un pulmón, se rompió la espalda. Cuando despertó, a los tres días, los médicos le dijeron que tenía un daño medular.
En la silla de ruedas, mientras recorría su hotel pensando en la locura de volver a montarse en una moto, una corriente de emoción se esparció por su cuerpo y espantó el aburrimiento. A Giordado, dicen quienes lo conocen, lo que se le mete en la cabeza lo cumple.
No pasó mucho tiempo para que tomara el teléfono y llamara a sus amigos, el equipo con el que competía: Andrés Bustamante, Roberto Leyton e Ignacio León. Cuando les contó que iba a correr el Desafío del Desierto en Chile pese a no poder caminar, le preguntaron si acaso estaba loco. También le dijeron, a pesar de seguir extrañados con lo que escuchaban, “te acompañamos”.
Desde que Giordano tuvo el accidente, sus amigos dejaron de correr, o bien por voluntad propia, o porque sus esposas se lo pidieron. Algunos, incluso, ya habían vendido sus motos, pero si era necesario comprarlas de nuevo lo harían, aseguraron.
El paso siguiente de Giordano fue contarle la idea a su esposa. Ella le dio un ‘no’ rotundo que zanjó la conversación, con otra advertencia: “si vuelves a correr, se acaba el matrimonio. El accidente no ha sido fácil para mí. La he pasado mal”.
A la mañana siguiente ella sin embargo cambió de opinión.
—Sabes qué, no voy a frustrar tus propósitos. Si te quieres romper de nuevo adelante, te amo, persigue tus sueños– le dijo.
Giordano sonrió y enseguida tomó el teléfono de nuevo, esta vez para comunicarse con sus patrocinadores en la época en que era piloto profesional – corrió el Dakar, la carrera más peligrosa del mundo, en tres ocasiones – y les contó el proyecto de competir en el Desafío del Desierto de Atacama, en Chile, el más árido del planeta, en silla de ruedas. Era una manera, también, de enviarle un mensaje al mundo: no poder volver a caminar por algún motivo no significa no volver a vivir.
Los propietarios de Honda preguntaron lo mismo que su familia y amigos, ¿está loco?, pero le aseguraron que tendría una moto para la competencia. Giordano siguió haciendo llamadas, esta vez a Pablo Quintanilla, su mecánico, y comenzó la aventura.
—Trajimos piezas de Estados Unidos para pasar los cambios de la moto con la mano, así como el embriague y el freno. Hicimos una adaptación de la silla, un armazón especial, con un cinturón de seguridad de avión y amortiguadores porque iba a recibir golpes todo el tiempo. Mis piernas iban amarradas a una estructura tubular. Hicimos un trabajo bien hecho - cuenta Giordano en su hotel, donde se hospedan atletas paralímpicos, personas con discapacidad física que llegan a Cali para hacerse tratamientos médicos, o gente en silla de ruedas en plan de turismo.
En el hotel también ha hecho otras ‘locuras’, como el primer reinado para mujeres en silla de ruedas.
—Una semana antes del Desafío del Desierto en Chile probamos la moto y fue como un reencuentro con ella, demasiada energía, aunque peligroso. Ir amarrado a una moto a alta velocidad, más de 120 km por hora, era algo serio, pero por dentro sentía que podía, que necesitaba hacerlo. Era como si no me faltaran las piernas.
Giordano Pacheco se convirtió en el primer piloto en Sur América en competir en el Desafío del Desierto estando en silla de ruedas. Aunque estuvo muy cerca de la muerte. Cuando narra la anécdota, es como si esa corriente de adrenalina que sintió al imaginar montar en moto de nuevo lo invadiera por segunda ocasión.
—Eran tres días de carrera. El primer día, tras 50 minutos en el desierto, a uno de mis amigos se le daña la moto. Yo empecé a girar porque obviamente no tenía dónde apoyarme, recuerda que no me funcionan las piernas. Llevaba 15 minutos girando alrededor de él mientras arreglaba la moto. Y nada. ¿Cuánto falta, quiero ir a correr?, le digo y nada. Hasta que me desesperé y le dije: ‘me alcanzas. Te quedas con Ignacio, yo me voy con Roberto’. ¡Quería correr!
Giordano le da un sorbo a un café y continúa su relato.
—Me meto al desierto con mi amigo Roberto Leyton, que estaba más desentrenado que yo, por unas dunas gigantes. Tenía una adrenalina tan potente, la estaba pasando tan bien, que a mí se me olvidó que no tenía piernas, y en una de esas veo a mi amigo Roberto que se había caído. Lo espero dando vueltas, él estaba un poco lejos, también se demora, y me hace una seña. Y digo, ah, que me alcance. Imagínate lo loco que estaba.
Fue un grave error. Giordano aceleraba por el desierto solo, siempre al borde de caerse.
Llegó a un punto de abastecimiento de gasolina, donde lo esperaba su esposa y su hija de 6 años. Esperó diez minutos a sus amigos, y nada. Así que le dijo a su esposa: “diles que me alcancen”. Ella lo vio tan feliz, que le respondió: “dale”.
—Y me meto otra vez al desierto, que es como meterse al océano, todo es dunas, dunas, dunas. Y en una de esas no miré la hoja de ruta y vi un cuatrimoto como a 100 metros a la derecha. En mi afán de recuperar el tiempo que había perdido con mi equipo, sigo la cuatrimoto. No me di cuenta que el piloto estaba perdido unos 300 metros fuera de pista. Cuando me voy a devolver, me caigo para el lado, suavecito, en una duna. El de la cuatrimoto no se dio cuenta. Me caí fuera de carrera, 400 metros a la derecha, me tapaba una duna, solo, sin señal de teléfono. El radio teléfono que me había dado la organización en caso de una emergencia lo tenía mi amigo, así como el GPS, porque nadie se imaginó que yo iba a andar solo, yo tampoco me acordé.
Giordano estaba tirado en la arena del desierto, tapado de la línea de carrera por una enorme duna, sin poder llamar a nadie, sin poder caminar. En ese punto se le acabó la adrenalina y pensó en su esposa y en su hija. La iban a pasar mal sin noticias suyas.
Eran ya las 12 del mediodía. Tenía seis horas de luz solar. Amarrado en la moto, se desesperó. Se sentía como un náufrago. Por la duna que lo tapaba – era como estar enterrado en un hueco - nadie lo iba a ver; el rugido de los motores opacaba sus gritos.
—La cagué, la cagué, me decía. Empecé a pensar: a lo mejor no me muero, pero tengo que pasar la noche en el desierto, voy a pasar frío, sed, no tengo agua, tampoco comida, solo el traje de moto. Pensé que al otro día iba llegar la policía en helicóptero, me van a ver, voy a salir en las noticias, un guevón en silla de ruedas que le dio por montar en moto está perdido, ese sería el titular, mi esposa va a estar asustada. Entonces dije no, tengo que salir de esta moto. Empecé a soltarme las piernas del armazón, a quitarme las botas, en ese proceso me demoré dos horas.
A las 2:00 de la tarde, cuando por fin se había sacado la moto de encima, intentó subir la duna. Lo hacía arrastrado, de espaldas, impulsado en los codos.
Tres horas después, logró llegar a la cima. Sudaba. Para protegerse del sol, jamás se quitó el casco. Sentía la arena del desierto al interior de sus pantalones.
A las 5:00 de la tarde apareció un ángel en forma de cuatrimoto. Era un lugareño que había salido a dar una vuelta por el desierto y alcanzó a verlo. Como Giordano no podía caminar, el ángel se dirigió hasta un punto de asistencia de la organización de la carrera. Enseguida llegó una camioneta 4 x 4 con médicos a bordo. Lo iban a llevar a un hospital. Giordano dijo no, súbanme a la moto, yo vine fue a correr. Le faltaban 50 minutos para terminar la etapa. ¿Está loco?, le dijeron otra véz y él de nuevo se salió con la suya, terminó la etapa, y el rally completo con sus amigos, quienes por poco pierden sus matrimonios. ¿Por qué dejaron solo a Giordano?, les reclamaron sus esposas. Él tuvo que pedirles perdón y contar lo que en realidad sucedió.
—Lograr terminar el Desafío del Desierto de Chile me cambió la vida. Ahora quiero ir al Dakar. Estoy peleando el permiso de mi señora. Pero me siento con la fuerza de ser la primera persona en silla de ruedas que termine un Dakar en moto, porque un italiano lo intentó en el año 2019. Siento que puedo hacerlo y dar ese mensaje, el primer hombre con movilidad reducida en terminar la carrera más peligrosa del mundo. Es lo que intentamos hacer desde este, el hotel Kreenty: cambiar el discurso de la discapacidad. Cuando nos pasan lesiones como la mía, nos dicen que no podemos hacer nada, cuando en realidad podemos hacerlo todo. Con el hotel lo que buscamos es que Cali sea también la primera ciudad inclusiva de Colombia, que los restaurantes, los bares, el estadio, los teatros, todo, tengan accesibilidad para personas en silla de ruedas, porque repito, podemos hacerlo todo.
A veces, además de correr en moto, Giordano Pacheco vuela en parapente.
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