Cultura
Lida Martínez Morales, acerca de su paso por El País: “Era un lugar muy familiar para todos los caleños”
Entrañable entrevista a una de las primeras referentes del periodismo en diario del Valle del Cauca.

A propósito de la celebración por los 75 años desde la fundación del diario El País, entrevistamos a Lida Martínez Morales, una de las integrantes de las primeras generaciones del periódico, para conocer cuáles fueron sus momentos más gratos dentro de la sala de redacción, así como lo que significó hacer parte de uno de los proyectos informativos más importantes de la región.
Además de su pasó por El País, Martínez Morales hizo parte de la redacción del Diario de Occidente, y posteriormente fue jefe de prensa de la gobernación. Su último trabajo en el mundo de las comunicaciones fue para la Federación Nacional de Comerciantes, donde también se desempeñó como jefe de prensa.

Doña Lida Martínez Morales, usted empezó a trabajar en la primera sede del periódico. ¿Qué le tocaba hacer? ¿Quién eran sus compañeros, por favor?
Yo entré muy jovencita al periódico, como redactora social. Entré el 16 de diciembre. Mi hija chiquita tenía 3 meses de nacida. Comencé a trabajar con Carlos Arturo Sanclemente, que era el subdirector, con quien estuve hasta el último día que laboré en El País. Trabajé en la casa vieja, una casa con mucho calor de hogar. Era como un gran patio y alrededor de ese patio techado estábamos los redactores en unos escritorios grandísimos. Trabajé con Armando Bohórquez, Guillermo Crisceno, quien era el redactor judicial. Estaba Carlos Enrique Rojas, que era el corresponsal en Palmira. También José Pardo Llanos, Florentino Corrales, Efraín Botato. También me tocó con Eder Molina y Elías Quijano, que ya falleció, y con Fernando Rendón, entre otros.
¿Cuánto tiempo duraron en esa casona?
En esa casa ya el periódico llevaba mucho tiempo. Recuerdo que era como el corazón de Cali. Todo el mundo pasaba por ahí. Ahí se hacía el día de la bandera, montábamos un puesto. Era un lugar muy familiar para los caleños.
También me tocó la inauguración de la nueva sede, en la carrera segunda con 24. Cuando estábamos en la casa vieja, ya estaba el taller y los linotipos, donde uno lo ponía todo a mano y podía cambiar las galeras mientras hablaba con el linotipista, por supuesto, o alguna otra cosa que uno quisiera cambiar. En el nuevo momento llegaron los computadores de la época moderna. Había una sala preciosa con cubículos para cada uno. Ahí estuve con un grupo de periodistas muy destacados.
¿Dónde quedaba ubicada la casa antigua?
La casa nueva quedaba en la carrera quinta, a hora y media de la Catedral Metropolitana. Cuando la demolieron, en su lugar quedó el Teatro Calima.
¿Usted en qué secciones trabajó en el periódico, además de sociales?
En el periódico hice muchas actividades periodísticas. Manejé la página femenina. Me tocó participar de la realización de informes especiales cuando me mandaban a cubrir algún tema. Estuve en la página departamental durante algún tiempo. Me tocaba llamar a los corresponsales. Si había una noticia de primer orden, me daban por teléfono la noticia, la redactaba y la llevaba adonde el jefe de redacción para que le diera cabida en la página que correspondiera. También trabajé en la página internacional. El día que le dio el golpe de Estado a Salvador Allende, yo estaba en esa sesión. Mejor dicho, estuve en todos los lugares menos en los deportivos. Y eso, para mí, fue una fuente de mucho conocimiento, porque le permitía a uno aprender de diferentes áreas.
Y eso para mí fue una fuente y mucho conocimiento porque le permitía a uno aprender de diferentes áreas.
¿Cuánto tiempo trabajó en El País?
Entre idas y regresos, trabajé en el periódico unos 21 años.

¿Qué anécdota tiene que recuerde mucho?
Hay tantas anécdotas. Cuando fueron las elecciones para alcaldes, gobernadores y presidente, el doctor Rodrigo llegaba a cualquier hora de la madrugada. Se sentaba sobre los escritorios y preguntaba: “¿cómo vamos?”. Y éramos nosotros amanecidos porque no había las ayudas de ahora para saber los resultados. También me acuerdo de que el doctor Jorge Arturo se quedaba en la puerta de la oficina, se ponía la mano en la cintura y decía: “¿qué hay para primera?”. Me acuerdo mucho de las fiestas que hacíamos. Especialmente de una que hicimos en diciembre en el club de El País. La gente se emborrachó. Eso fue un espectáculo.
También recuerdo que cuando lloraba mucho, Armando Bohórquez, que fue mi papá en la redacción, me decía: “negrita, no llore que usted está hecha para grandes cosas. Demuestre lo que es usted. Séquese esas lágrimas que sus ojos no nacieron para llorar”. Él era el director de deportes. Un tipo sensacional.
También me acuerdo mucho de cuando llegaron los primeros computadores, que parecían unas neveras. Eso les salían unos papelitos por los lados, con una cinta llena de huequitos. Nos preguntamos dónde estaban las letras. Prepararon a un grupo de niñas y trajeron a unos técnicos de Alemania. Venía un hombre divino como Brad Pitt, con unos ojos azules, una gran estatura. Fue la sensación cuando llegaron los computadores y pues comenzaron todos ese cambio.
Otra cosa que me encantaba era cuando uno veía las fotos, cambiaba la primera página, y el reconocimiento era que uno firmara el artículo, la crónica o el reportaje que había hecho.

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