Cultura
Del Big Bang al vibrador: así es la ‘historia histérica’ de Isabella Santo Domingo
La periodista y actriz Isabella Santo Domingo, regresa con el libro ‘Revivamos nuestra histeria’, un recorrido histórico en clave femenina, con datos curiosos, altas dosis de humor y crítica.
Por L. C. Bermeo Gamboa, reportero de El País
Toda la historia del hombre —o casi toda—. Me corrijo, empiezo de nuevo. Toda la historia humana... Tampoco, una vez más. Toda la historia de la mujer —o casi toda—, contada con la inteligencia y el agudo sentido del humor que caracterizan a Isabella Santo Domingo, una mujer que no teme ser incorrecta y hacer las preguntas incómodas que los historiadores clásicos omitieron en sus relatos, por la sencilla razón de que un hombre no observa el mundo igual a como lo hace una mujer.
Así es ‘Revivamos nuestra histeria’, el nuevo libro de la periodista, empresaria, actriz y escritora barranquillera, Isabella Santo Domingo.
Después de publicar éxitos editoriales como ‘Los caballeros las prefieren brutas’ (2004), que fue adaptado a stand-up comedy y a serie de televisión en tres ocasiones, así como ‘AM/FM, ¿felizmente mantenida o asalariada de mierda?’ (2013) y ‘De la ruptura a la sutura, cómo remendar un corazón roto punto por punto’ (2014), Santo Domingo regresa con un libro que considera su “tesis de grado” como escritora.
“Con este libro me gradúo de mujer alfa, fémina empoderada con muchas experiencias por compartir”, afirma en la introducción.
Aquí, la autora hace una vuelta de tuerca con el concepto de la histeria que, durante muchos años, se consideró una enfermedad mental (cercana a la locura) propia de las mujeres, pero que resultó ser solo una deducción desacertada, entre muchas otras, de unos cuántos médicos y psicólogos que jamás se preocuparon por entender el cuerpo y mente de sus congéneres.
De esta forma, la historia tradicional también puede ser una versión algo equivocada, o quizá incompleta. Porque si en el siglo XXI, cuando “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan” —como sentenció otra barranquillera ilustre—, queremos entender realmente el pasado, es necesario conocer la versión histórica de ellas, desde el Big Bang, la invención del vibrador, hasta la IA y la vida extraterrestre.
Isabella Santo Domingo habla de cómo la historia la escriben las triunfadoras.
—¿Cómo surge la idea escribir un libro que asocia historia con histeria?
El detonante fue la palabra histeria en sí, porque a mí me encanta jugar con palabras, hay mucha gente que piensa en términos de números o imágenes, pero mi cerebro funciona con palabras. Me encanta como están compuestas, me encanta como suenan y me encanta siempre averiguar su origen.
—¿Y qué encontró sobre la histeria?
Primero se me presentó la palabra cuando empiezo a leer noticias sobre mujeres, acerca de feminicidios y las marchas de mujeres contra la violencia de género, porque en diarios y programas de televisión, algunos comentaristas aseguraban que estas mujeres estaban histéricas.
Y, claro, llamar histéricas a las mujeres ha sido el insulto favorito, el que hemos utilizado desde siempre, y me di cuenta que estaba asociada a una cantidad de términos negativos, casi siempre relacionados a la mujer, como loca, ridícula, sobreactuada, violenta, agresiva, y cientos de palabras más.
Luego, un día, en medio esta investigación, voy a donde mi ginecólogo y le pregunto por qué a la remoción del útero se le llama histerectomía, y me responde que la palabra griega hystera, de la que deriva histeria, significa útero.
Eso entonces me llevó a la Antigua Grecia, para darme cuenta de que ya en esos tiempos, los filósofos se atrevieron a diagnosticar sobre el cuerpo de la mujer sin conocernos, planteando mitos absurdos como que el útero sin fecundar era una cosa errante que podía chocar contra otros órganos, y para evitar esto, se inventaron tratamientos horribles como que una mujer debía aspirar unos olores inmundos en la nariz, mientras tuviera otro delicioso en la vagina, para que el útero volviera a su sitio.
Eso fue darme cuenta que estábamos en manos de locos sin ninguna idea de lo que somos realmente las mujeres, y que se trataba de algo presente en todas las épocas.
—Es información que solo ahora podemos saber...
Porque por mucho tiempo la mujer no tuvo permiso de aprender a leer ni a escribir. Ni de poder publicar sus propios pensamientos y opiniones. Esto llegó mucho más adelante. Entonces, por allí me puse a investigar y me di cuenta que esto de la histeria, con otros conceptos, se ha manifestado a lo largo de la historia, y lo trataron de forma bárbara, porque nos tildaron de tener un animal dentro de nosotras que nos hacía ser emocionalmente como somos.
Los tratamientos eran cada vez más dolorosos para las mujeres. Poco después, la religión se mete y dice “un momento, esto es posesión demoníaca”, y ahí llegan los exorcismos. Pero, como hoy sabemos, todo esto era producto de la ignorancia, pero no de la nuestra, y de no conocer y de no permitirle a la mujer comprenderse y explicarse a sí misma. Aprender sobre su propio cuerpo y determinar qué era lo que le estaba faltando, o lo que necesitaba para mejorar, eso hubiera sido lo más inteligente, ¿no?
—¿Por qué empieza su historia histérica desde la época victoriana?
Porque fue cuando se convirtió la histeria en algo así como una cuestión de salud pública, consideraron que todas las mujeres corríamos el riesgo de contraer esta supuesta plaga, y el tratamiento que idearon para las enfermas resultó de lo más curioso: mandar a las mujeres al consultorio de un médico para que le practicaran un masaje genital, y que lograran llegar a lo que ellos llamaron un paroxismo histérico, es decir, un orgasmo.
Pero ocurrieron hechos muy importantes por esos mismos días, como que el vibrador eléctrico empezó comercializarse igual que un electrodoméstico, era promocionado en los grandes almacenes de cadena y en los diarios como un artículo para la salud de la mujer, aunque inicialmente se creó para dar masajes en varias partes del cuerpo.
Es irónico que este aparato lo inventara un médico inglés, Joseph Mortimer Granville, quien hacía masajes genitales a las histéricas, para aliviar justamente los dolores que le causaba este trabajo, y nunca se imaginó que terminaría como un objeto de placer femenino.
—Aunque tiene muchos datos históricos, no está escrito de forma acartonada, por el contrario, es muy una lectura muy divertida…
El libro es como una conversación con una persona que está descubriendo al mismo tiempo lo que yo descubrí, porque solamente estoy compartiendo lo que aprendí durante estos años haciendo mis propias pesquisas y averiguaciones.