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Duván Ramírez y Jaír Gurrete seguirán luciendo el verde oliva en la eternidad; la historia de los policías que fallecieron en ataques de las disidencias de las Farc
Los dos patrulleros asesinados el pasado 10 de junio en dos poblaciones del Cauca tenían 29 años y ya eran papás. Su familia sigue en duelo por la pérdida de estos héroes.

23 de jun de 2025, 11:48 a. m.
Actualizado el 23 de jun de 2025, 11:48 a. m.
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Esa mañana, como a las 8:00, llamó a la mamá a decirle que la quería mucho, que estaba contento y que iba a empezar el turno, que le diera la bendición; ella se la dio y después se despidieron.
Luego, cuando terminábamos de desayunar, nos enteramos por redes sociales de una explosión en Villa Rica. Nos preocupamos mucho y empezamos a marcarle al celular, pero no volvió a contestar.

El relato es de Héctor Cárdenas, padre del patrullero de la Policía Duván Andrés Ramírez Cárdenas, quien falleció el pasado martes 10 de junio, víctima del atentado perpetrado contra el peaje ubicado entre esa localidad y Cali (ver recuadro).
La trágica noticia del asesinato llegó a la familia del uniformado en Cartagena, de donde había salido ocho años antes para incorporarse a esa institución.
De 29 años de edad, quería cumplir el sueño de sacar adelante a sus padres, darles una vivienda y ayudar a sus hermanos. En fin, ofrecerles una vida alejada de las necesidades que él pudo haber padecido siendo niño, las mismas que, aseguraba, evitaría que sufriría el pequeño que lo había convertido en papá.
Una vez terminó el bachillerato en la capital de Bolívar, donde había nacido, se había inscrito a la espera del visto bueno de la Policía Nacional.
Honramos a quienes entregaron la vida por Colombia.
— Pedro Arnulfo Sanchez S. Orgullosamente Colombiano (@PedroSanchezCol) June 12, 2025
Condeno con absoluta firmeza los cobardes atentados criminales que hoy enlutan a nuestra @PoliciaColombia y a un país entero. Han sido vilmente asesinados nuestros policías: Capitán Juan Carlos Amaya Méndez – Sonsón,… pic.twitter.com/69P9516VgW
“Me destrozaron el corazón con esa noticia tan macabra, al punto que no sé ni cómo fueron esos hechos. Me hablan de una explosión en Villa Rica, pero no sé más. Nos llamaron a decirnos que Duván estaba muerto. No más, nada más nos contaron”, continúa diciendo don Héctor, padre del patrullero.
También le relata a El País que días después le tocó recibir, junto con su esposa y el resto de su familia, el ataúd en el que fue enviado hasta la capital de Bolívar el cuerpo sin vida del que “era mi pelado más querido”.
Solamente después de darle cristiana sepultura don Héctor cayó en la cuenta de que no sabía quién había quedado con las pertenencias de su hijo: el celular, el computador portátil, las tarjetas del banco, su ropa...
“Nos sabemos, por ejemplo, dónde quedaron esas tarjetas para saber cuanto dinero tenía mi muchacho guardado en el banco. Le pregunté al coronel de allá, pero me dice que no sabe nada, tampoco los compañeros. Solo no entregaron el cadáver y ya. Así nos tocó despedirlo”, agrega el padre del uniformado.
Vestido del verde oliva que distingue a los policías, Duván Andrés había trabajado en San Vicente del Caguán y Montañitas, en Caquetá.
Luego fue trasladado a la capital vallecaucana y después fue enviado a Popayán.
Desde allí, sus superiores lo ubicaron en el puesto de control policial que opera en inmediaciones del peaje de Villa Rica, a un costado de la Carretera Panamericana, asignándolo a la Seccional de Tránsito y Transporte en el Cauca.

“Me quitaron lo más lindo, el consentido de la familia, ese era Duván para nosotros, pero murió cuando le servía a su país”, sigue lamentando don Héctor.
Pero su familia de Cartagena no es la única que llora la trágica ausencia del patrullero.
“Descansa en paz, mi curso. Me quedaré con esos bellos recuerdos de cuando éramos auxiliares, los servicios que compartimos juntos y las veces que me contabas que querías seguir en la Policía por el futuro de tu hijo. Y mira, hoy te arrebatan la vida. Te llevaré siempre presente”, escribió en las redes sociales uno de sus compañeros.
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En una trágica y dolorosa coincidencia, Jaír Gonzalo Gurrete Bolaños también tenía 29 años de edad, también era patrullero de la Policía, ya se había convertido en papá y también murió en la mañana del pasado martes 10 de junio, víctima de la violencia que afecta especialmente al suroccidente colombiano.
Nacido en la población de Coconuco, cabecera municipal de Puracé, halló la muerte al frente de una tienda vecina de la Estación de Policía de esa localidad caucana.

“Muy duro cuando ese martes nos llamó una sobrina a decirnos que habían matado a Jaír y nos compartió la noticia que estaba en las redes sociales”, le dice a El País Clemente Gurrute, padre del patrullero, quien esa mañana sintió una presión en el pecho muy fuerte.
En su casa, en Cononuco, rememora igualmente que su buen hijo soñaba con hacer carrera en la Policía Nacional.
“Uno lo veía feliz portando el uniforme, siguiendo esa tradición familiar de servirle al país. Acá todos hemos prestado servicio militar, porque nos gusta ayudar a cuidar a las comunidades y él trabajó duro por ese anhelo”, cuenta sobre el bachiller del colegio Guillermo León Valencia, en su población natal.
La misma donde, haciendo gala de su catolicismo, también fue monaguillo y catequista.
Una vez graduado, como tenía buenas calificaciones y una amplia experiencia de trabajo social al interior de su comunidad, Jaír Gonzalo empezó a trabajar para poder ahorrar lo necesario para costearse su carrera en la Fuerza Pública.
“Mi hermano primero trabajó un tiempo en Cali, como guarda de seguridad, pero como él era muy juicioso con sus cosas, fue guardando dinero para después presentarse a la Policía para hacer el curso de patrullero, porque ya había prestado servicio y eso le sirvió mucho: se presentó y quedó”, recuerda su hermano Steven, destacando también la vocación de servir a la comunidad que caracterizaba a Jaír.

Tras terminar el año de formación en la Escuela de Policía Simón Bolívar ubicada en el municipio de Tuluá, en el Valle del Cauca, luciendo ya el traje verde oliva, Gurrete Bolaños pasó a Manizales, en el departamento de Caldas, y después a Cali.
De allí fue trasladado a Popayán, de donde recientemente fue enviado a Caloto, en cuyo casco urbano encontró la muerte a manos, al parecer, de un integrante del frente Dagoberto Ramos, una de las autodenominadas disidencias de las Farc.
“Hasta el último momento mi hermano se comunicó con nosotros. De hecho, habló con mi mamá y mi papá antes de ese martes, les dijo que todo estaba saliendo bien, les agradeció por el apoyo y les dijo que pronto estaría en casa. Esas fueron sus últimas palabras con nosotros”, acota Steven, a quien Jaír le dejó una sobrina de tan solo 13 años.
Por todo ello, don Clemente, su esposa, Patricia Bolaños, y sus otros hijos no paran de lamentar lo sucedido, mientras repasan los álbumes de fotografías que, angustiados, han volcado en la mesa del comedor de su humilde vivienda.
“Perdí a mi muchacho en esta guerra absurda que vivimos ahora. Aceptamos que cumplía una labor riesgosa, pero ese dolor de la partida de Jaír queda en el corazón, más cuando era un muchacho inteligente, servicial, educado, respetuoso”, dice mientras deja ver que el dolor ha hecho nido en su alma.
Después, al toparse con una imagen que evidencia el orgullo con el su hijo que portaba su uniforme de patrullero tras completar dos años y diez meses en la institución, levanta la mirada, suspira y concluye: “Uno aprende que la vida sigue, pero sabemos que no lo vamos a olvidar nunca”.
Pero, al igual que en el caso del también patrullero asesinado el mismo día en otra localidad del Cauca, Duván Andrés Ramírez Cárdenas, la tristeza no es exclusiva de los seres queridos de Jaír Gonzalo, sino también de sus compañeros de uniforme y de la comunidad que pudo disfrutar de su protección.

“Jaír era un joven con metas, con toda la energía para salir adelante. Su partida nos ha dejado con el corazón roto. Que brille para él la luz perpetua y que su recuerdo viva por siempre en nuestros corazones”, dijo el alcalde de Puracé, Jorge Armando Andrade Molano.
Una jornada triste para el Cauca
A lo largo de la mañana del pasado martes 10 de junio se presentaron al menos quince de ataques u hostigamientos a la Fuerza Pública en trece municipios del Cauca.
Las estadísticas entregadas por las autoridades dan cuenta de más de quince personas, entre policías y civiles, que resultaron lesionadas en medio de los hechos de alteración del orden público que tuvieron lugar ese día en ese departamento.
En el municipio de Morales, un menor de 14 años de edad terminó lesionado tras ser alcanzado por una bala perdida.
En Popayán, milicianos del frente Dagoberto Ramos, perteneciente a una de las disidencias de las extintas Farc, repartieron panfletos en los barrios de las comunas 2 y 5.
Y tres días después, el viernes 13 de junio, instalaron pancartas alusivas a esa organización armada al margen de la ley en el barrio Belén, así como en la Variante Norte y La Báscula, en el área rural de la capital.
Mortal retaliación de las disidencias de las Farc
La muerte de Wilmer Pazú Rivera, en Íquira, Huila, uno de los fundadores de las disidencias de las Farc, conocido como Cholinga o David Arenas, durante combates con la Fuerza Pública, fue el detonante de los ataques que se registraron en el Cauca y también en varios municipios del Valle del Cauca el pasado 10 de junio.
Las poblaciones donde comenzó la ola de violencia fueron EL Bordo, El Patía y Corinto, donde se activaron camionetas robadas cargadas con explosivos contra las estaciones de Policía.
Después atacaron con explosivos, granadas y morteros artesanales las estaciones y subestaciones de López de Micay, Guapi, Timbiquí, Caldono, Miranda, Toribío, Jambaló, Morales, Cajibío, Buenos Aires y Suárez.
También activaron una buseta con explosivos contra una unidad policial que funciona sobre la vía Panamericana, a la altura del municipio de Villa Rica, en el tramo que une a Popayán con la ciudad de Cali.
Fue allí donde se confirmó la muerte del patrullero Duván Andrés Ramírez Cárdenas.
Entre tanto, el asesinato de Jair Gonzalo Gurrute Bolaños tuvo lugar en Caldono, donde un francotirador le soltó una ráfaga de fusil cuando estaba afuera de una tienda cercana a la unidad policial.

Soy comunicador social de la Universidad Santiago de Cali y periodista radicado en Popayán desde hace más de 15 años, pero con nacionalidad caleña. Además, soy reportero judicial en una de las regiones más hermosas del mundo, el Cauca.