Cali

Un segundo hogar para la vejez en Cali; conozca la historia de la Fundación La Misericordia de Jesús

Ubicado en el Distrito de Aguablanca, este lugar se ha convertido en un refugio para adultos mayores abandonados.

Además de ofrecerles una cama y un techo, también se ocupan de suplir las necesidades básicas de los ancianos y de reforzar su interacción con otras personas. Juegos de mesa y películas hacen parte de las actividades con las que se les brinda una atención integral.
Además de ofrecerles una cama y un techo, también se ocupan de suplir las necesidades básicas de los ancianos y de reforzar su interacción con otras personas. Juegos de mesa y películas hacen parte de las actividades con las que se les brinda una atención integral. | Foto: Aymer Álvarez / El País

9 de sept de 2025, 03:53 p. m.

Actualizado el 9 de sept de 2025, 10:22 p. m.

¿Qué futuro les espera a las personas que, en su momento, cuidaron de sus seres queridos con todos sus medios, incluso a costa de su felicidad?

Son muchos los casos de familias que, sin saber cómo responder al sacrificio de décadas, dejan a sus adultos mayores en parques y centros médicos, abandonados a su suerte.

Este fue el caso que presenció Ana Beiba Lasso, madre cabeza de hogar con cinco hijos a su cargo, cuando vio a un hombre de edad avanzada en el centro médico en el que trabajaba, quien había sido abandonado por los suyos.

Una voz llegó a su corazón: “Recoge al anciano” e insistía en su cabeza, pese a que las circunstancias de su vida en ese momento no podían ser más adversas: su casa había sido rematada, y se encontraba viviendo de arriendo en compañía de sus pequeños.

Ana Beiba Lasso, madre cabeza de hogar con cinco hijos, tomó la iniciativa de crear y sacar adelante la Fundación.
Ana Beiba Lasso, madre cabeza de hogar con cinco hijos, tomó la iniciativa de crear y sacar adelante la Fundación. | Foto: Cortesía archivo familiar / El País

Sin embargo, siguió aquel designio, sin saber que años más tarde ese gesto iba a traducirse en una fundación que atiende a cerca de cien personas de la tercera edad que, como el hombre al que ella vio en el hospital, también habían perdido la posibilidad de un techo y un gesto de cuidado en sus vidas.

“Fue una labor bastante dispendiosa, porque ella tenía que buscar para sostenerlos a ellos, sostener su familia, sus hijos, siendo madre cabeza de familia”, dice Luz Aida Mosquera.

Ella, quien trabaja en la fundación Fundación la Misericordia de Jesús desde el 2020, añade que después de retirarse del centro médico en el que trabajaba, ya con más adultos mayores a su cargo, se vio en la necesidad de empezar a tocar puertas para buscar la forma de sostener un hogar cada vez más grande.

Poco a poco, aquel esfuerzo -que al principio parecía no tener sentido a los ojos de quienes veían que recogía un anciano tras otro- empezó a dar frutos, que hoy se ven en la vivienda en la que hoy funciona la fundación, en el Distrito de Aguablanca, al oriente de la capital vallecaucana.

Opera en lo que antes solían ser cuatro casas separadas. Tiene dos pisos. En el primero se abre un amplio pasillo, a cuyos costados se ubican sillas y mesas para que los adultos mayores se sienten e interactúen entre ellos, por medio de juegos de mesa como parqués y dominó.

También hay dispuesto un televisor grande, en el que presentan películas alrededor de las cuales se reúnen para pasar el tiempo en medio de comedias y películas de acción.

En el segundo piso duermen las mujeres, que en las horas de la tarde pasan las horas de más sol al abrigo de sus camas, lejos del bullicio y el sopor de las calles aledañas del sector.

“Dios le ha ido abriendo puertas, siempre ha sido tocando por la generosidad de las personas, siempre este lugar funciona a punta de generosidad”, añade Luz Aida mientras hace una pausa en sus labores de cuidado para mostrar el hogar.

Además de entretenimiento, la fundación brinda atención básica, albergue permanentes, tres comidas diarias y refrigerios en la mitad de la tarde, proporcionados por un grupo de cocineros que trabaja para que cada ración llegue a tiempo a las manos de los adultos mayores.

“Para mí estar acá es una bendición, porque me recuerda a mis abuelos. Más de uno acá se me acerca y me pide conversa. Siempre me queda la satisfacción de lo que reciben de mí y lo que yo recibo de ellos”, cuenta Claudia Chávez, encargada del área de cocina.

Además de ofrecerles una cama y un techo, también se ocupan de suplir las necesidades básicas de los ancianos y de reforzar su interacción con otras personas. Juegos de mesa y películas hacen parte de las actividades con las que se les brinda una atención integral.
Además de ofrecerles una cama y un techo, también se ocupan de suplir las necesidades básicas de los ancianos y de reforzar su interacción con otras personas. Juegos de mesa y películas hacen parte de las actividades con las que se les brinda una atención integral. | Foto: Aymer Álvarez / El País

Según ella, la satisfacción de la que habla crece cuando, al cruzarse con ella en su paso por la cocina, le dicen que la comida le quedó muy rica.

Para suplir estas raciones de comida, explica Luz Aida, la fundación recibe ayuda por parte de la Alcaldía de Cali, aunque la cantidad no alcanza a suplir la demanda, especialmente durante los fines de semana.

Con el propósito de completar las raciones, acuden a terceros que estén dispuestos a entregar donaciones de todo tipo: medicamentos, ropa de segunda mano y alimentos no perecederos, entre otros.

“A mí me tratan bastante bien, bastante bien”, cuenta uno de los ancianos, quien, como sus demás compañeros, ve pasar el día mientras personal de la fundación pasa por el largo pasillo transportando cajas de alimentos que recién llegan al lugar.

Algunos de ellos son enviados desde el Banco de Alimentos de Cali y servirán para que Claudia y su equipo sigan preparando la comida que, pese a las dificultades para mantener en pie este lugar, se siguen entregando sin falta tres veces al día.

“La invitación es a que las personas vengan y conozcan este lugar y traigan un aporte. No importa el tamaño, simplemente que se acuerden de que aquí hay un lugar donde están personas abandonadas, que solo cuentan con la ayuda que dan aquí”, dice Claudia.

Debido a un cáncer que ha diezmado su salud, Ana Beiba Lasso tiene cada vez más dificultades para hacerse cargo de la fundación.

Luz Aida Mosquera llega a la fundación antes de las 8:00 de la mañana para iniciar sus labores de cuidado. Los adultos mayores ya la reconocen.
Luz Aida Mosquera llega a la fundación antes de las 8:00 de la mañana para iniciar sus labores de cuidado. Los adultos mayores ya la reconocen. | Foto: Aymer Álvarez / El País

Sin embargo, aquel llamado de hace tantos años persiste en el legado que parece haber dejado en cada uno de los integrantes que hace posible que la entidad sin ánimo de lucro siga prestando sus servicios en ese rincón oriental de la capital del Valle.

Si desea ayudar a la Fundación, puede llamar al número 316 459 3051. También puede hacer sus aportes a las cuentas de ahorro 24019611385 del Banco Caja Social, 017200146813 del Banco Davivienda o 72286333771, de Bancolombia.

También se reciben donaciones en especie, a la dirección Cra. 27 # 91A - 11, Barrio Bonilla Aragón.

Comunicador Social y Periodista con sensibilidad por las artes, las humanidades y la cultura. Con larga experiencia en la cobertura de la realidad social, tanto regional como nacional. Interesado en cubrir fenómenos de medioambiente, posconflicto y DD.HH.

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