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Instituciones Educativas que le apuestan a la educación ambiental en Cali

El aprovechamiento de residuos orgánicos, la recolección de aguas lluvias y las huertas escolares son iniciativas ecológicas que se destacan en la ciudad. Colegios que dan ejemplo.

Cali: Colegio Eco escuela Alberto Sardi, San Antonio: foto José L Guzmán. EL País
Los docentes de la ecoescuela Carlos Alberto Sardi Garcés, sede del colegio Santa Librada, le inculcan a su estudiantes el respeto por el medio ambiente desde la infancia. Así contribuyen a formar generaciones comprometidas con la conservación de los recursos naturales. | Foto: José Luis Guzmán. El País

25 de may de 2025, 02:35 p. m.

Actualizado el 25 de may de 2025, 02:35 p. m.

En la ecoescuela Carlos Alberto Sardi Garcés, sede del Colegio Santa Librada, el compromiso con el medio ambiente se vive desde la niñez. En cada rincón del plantel se desarrollan iniciativas pedagógicas que promueven el cuidado de la naturaleza.

La institución, ubicada en el barrio San Antonio, de Cali, lleva más de tres años siendo un referente por su apuesta a la sostenibilidad y la preservación del medio ambiente.

Aunque en el 2018 el colegio se destacaba por su huerta escolar, fue hasta el 2022 que empezó un verdadera transformación para convertirse en una ecoescuela: con el apoyo del Dagma y la empresa Recamier levantaron 89.000 metros cuadrados de cemento para convertirlos en patios verdes.

Nadia Isabel Hernández y Juan Daniel Espada han sido docentes que han liderado el proceso ecológico en la institución. A su labor se suma el apoyo de César Deavila, celador del plantel, quien voluntariamente ha contribuido al cuidado y el mantenimiento del espacio dedicado a la naturaleza.

“Hoy somos más. Tenemos profesores que apoyan y contribuyen con la conservación de las diferentes áreas verdes de la ecoescuela. Este trabajo no es solamente algo ecológico, a nosotros nos importa que los estudiantes creen una relación con el otro, con el espacio, con la cultura y con la ciudad”, afirma el docente Espada.

Y sigue: “A pesar de que la ciudad lo contradice todo el tiempo, nosotros, como docentes, tenemos una visión de construir mejores ciudadanos. Los estudiantes que han hecho parte de este proceso, por ejemplo, han adoptado actitudes verdes”.

Cali: Colegio Eco escuela Alberto Sardi, San Antonio: foto José L Guzmán. EL País
La ecoescuela Carlos Alberto Sardi Garcés tiene más de 50 especies de plantas. Este es una estiba que hace parte de los jardines verticales de la institución. | Foto: José Luis Guzmán. El País

La ecoescuela tiene diferentes zonas en las que todos aportan su granito de arena: la huerta, la compostera, la Unidad de Almacenamiento de Recursos (UAR), los jardines verticales, el punto ecológico y el sistema de recolección y aprovechamiento de agua, son las iniciativas más destacadas.

Claudia Patricia Anaya Castro, docente de básica primaria, es la encargada de la UAR, que se dedica a fomentar las prácticas ambientales.

“El proyecto inició en la pandemia, enseñándoles a los estudiantes a tener hábitos de sostenibilidad ambiental desde sus hogares. En ese sentido, la Unidad no solo ha impactado a las familias de cada uno, sino que también involucra la comunidad, ya que hay personas externas que nos traen material para reciclar”, explica.

En los últimos tres años, la UAR ha recolectado 2890 kilos de reciclaje.

Asimismo, la ecoescuela tiene tres métodos de compostera (por la gran cantidad de residuos que allí se produce) para sacar sustrato que sirve para abonar la tierra. El que más utilizan es la paca digestora Silva, que consiste en el aprovechamiento de residuos orgánicos de manera sencilla.

La paca digestora es un sistema de compostaje anaeróbico (sin presencia de oxígeno), que fermenta la materia orgánica a través del prensado manual de los residuos. En una paca de un metro cúbico entran hasta 500 kilos de materia orgánica, la cual no genera malos olores y genera el sustrato en seis meses.

El año pasado procesamos en la paca digestora 2846 kilos de residuos orgánicos de la cocina, casi completamos las tres toneladas. Y mensualmente podemos producir alrededor de 300 kilos de residuos que no se van en el camión recolector, sino a la compostera”, explica el profesor Espada.

De hecho, desde la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos, Uaesp, aseguran que Cali cuenta con 129 composteras de este tipo, destinadas al aprovechamiento de residuos orgánicos, de las cuales 95 están ubicadas en instituciones educativas.

Pero también están los tarros recolectores de agua lluvia. Un sistema que se da a través de una canaleta y que distribuye el líquido en diferentes recipientes, los cuales albergan una capacidad de 3487 litros. Ese recurso hídrico es reutilizado para el riego del suelo, las plantas y la huerta.

“Desde el 2023 no utilizamos el agua del grifo. Además de los botes que recogen la lluvia, tenemos un sistema de reconexión de agua. Es decir, quitamos unos tapones de los lavados para recuperar el agua que muchas veces los niños desperdiciaban. Antes de eso, hicimos un proceso pedagógico para que los estudiantes entendieran que no podían contaminar el agua lavándose las manos con jabón, porque esta sería nuevamente utilizado”, agrega.

El modelo pedagógico y la calidad educativa se enriquecen con estas iniciativas, ya que los docentes incorporan el medio ambiente en sus métodos de enseñanza, haciendo del entorno natural un aula viva.

Aún quedan muchos retos para formar una conciencia ambiental en los estudiantes de la capital del Valle del Cauca, pero respetar la naturaleza es un gran paso que el cuerpo docente de esta institución educativa celebra.

Estas iniciativas responden a las urgencias del mundo actual, que clama responsabilidad, compromiso, empatía y solidaridad con la Casa Común.

En ese sentido, cobran especial importancia los planteles que, a pesar de las dificultades, trabajan por una transformación real del entorno.

Los estudiantes de grado décimo y once del Colegio INEM Jorge Isaacs participan activamente en las labores de la planta de compostaje, a través de una electiva ambiental.
Los estudiantes de grado décimo y once del Colegio INEM Jorge Isaacs participan activamente en las labores de la planta de compostaje, a través de una electiva ambiental. | Foto: Bernardo Peña/ El País

Planta de compostaje, un destacado del INEM

En la Institución Educativa INEM Jorge Isaacs se encuentra una de las plantas más grandes de compostaje que tiene la capital vallecaucana.

Gracias a este sistema, se han podido recolectar cerca de diez toneladas de residuos orgánicos que luego se transforman en abono para la tierra.

Jhon Andersson Gómez, docente investigador y líder a cargo de esta iniciativa, cuenta que el proceso inició cuando se terminó de construir la planta. “En enero de 2024 se entregó y en febrero empezamos a operar oficialmente. Tenemos una ruta selectiva de los residuos orgánicos a cargo de un funcionario de mantenimiento. Esto es el corazón del proyecto y logramos un aprovechamiento del 90 % de todos los residuos orgánicos”, añade.

La planta y los insumos entregados fueron gestionados también por la Uaesp, con recursos de cooperación internacional, a través del proyecto ‘Ciudades Circulares’, liderado por la organización suiza Swisscontact.

Con ella se implementó un sistema para mejorar la gestión de los residuos orgánicos en la institución educativa.

El proceso en la planta se hace a través de una rotación. Hay unos días establecidos en los que se cargan los orgánicos a los contenedores y otros días se cosecha.

En este proceso operativo participan cerca de 30 estudiantes de grados décimo y once, que pertenecen a la electiva ambiental: van a la planta y contribuyen con labores como cernir, mezclar, cargar los módulos, preparar el material seco y seleccionar el material orgánico”, señala Gómez.

La técnica que usan es la degradación microbiológica, que acompañan con la fermentación del estiércol de gallina y de vaca, para crear un fermento rico en nutrientes. El sustrato sale después de cinco o seis meses.

Cada módulo o contenedor tiene capacidad para albergar 450 kilos, de los cuales salen alrededor de 350 kilos de abono, ya que durante el proceso de transformación se genera el lixiviado, un residuo líquido que se filtra de los desechos sólidos.

El proceso se hace a partir de la hojarasca y los residuos orgánicos. El compostaje no genera malos olores y el colegio cuenta con parámetros de calidad, como evaluar el PH del compost para asegurar la calidad del abono.

Aunque el proyecto ya muestra resultados en sostenibilidad, el objetivo es promover la responsabilidad y la adopción de hábitos ecológicos entre los estudiantes.

Es un proceso de largo aliento, que busca seguir fortaleciendo la cultura ambiental en la comunidad educativa.

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