FÚTBOL
¿Por qué no se logra frenar la violencia en el fútbol colombiano?
Pese a las leyes y los programas de barrismo social, la violencia sigue cobrando víctimas fatales. La más reciente fue Brandon Gustavo Somoza, un joven aficionado del Unión Magdalena. Ya son 160 los hinchas asesinados. ¿Qué hacer para que ir al estadio no sea un riesgo para la vida?
La más reciente víctima de la violencia en el fútbol colombiano, Brandon Gustavo Somosa Gutiérrez, fue sepultado el pasado lunes 25 de abril en el cementerio San Miguel de Santa Marta. Sobre el féretro sus familiares y amigos pusieron una bandera de su equipo, el Unión Magdalena, y sus compañeros de Garra Samaria Norte corearon los cánticos de la barra.
Brandon murió en una clínica después de recibir, el sábado 23 de abril, una puñalada en la cabeza y otra más en el pecho, en medio de una riña entre hinchas que se desató mientras se jugaba el clásico de la costa entre Unión Magdalena y el Junior, en el estadio Sierra Nevada.
Según las estadísticas que lleva el abogado y docente universitario Sacha Tafur, con Brandon ya son 160 las víctimas que deja en Colombia la violencia en el fútbol durante los últimos años.
— Aunque todavía hay muchos casos que están en una especie de ‘cifra gris’, pues los relacionan con otros temas - dice Sacha, que ha estudiado el fenómeno de la violencia en el deporte y es coautor, junto a Alirio Amaya, del libro ‘Fútbol y Políticas Públicas, Miradas desde América Latina’.
Tras año y medio con los escenarios a puerta cerrada debido a la pandemia del coronavirus, la violencia pareciera haber regresado tras el confinamiento y no solo a los estadios. También al entorno futbolístico.
Justo el partido que marcó el regreso de los hinchas al fútbol en los días del covid, Santa Fe - Nacional, disputado el 4 de agosto de 2021 en Bogotá, terminó en sangrientos enfrentamientos en las tribunas y en una invasión a la cancha de El Campín.
En marzo de 2022, en la Terminal de Transporte de Cali, aficionados del Deportivo Independiente Medellín y el Deportivo Cali se enfrentaron cuando los hinchas del equipo antioqueño llegaron a la ciudad para presenciar un partido contra el América por la Copa Suramericana.
Aquel fue un duelo más entre dos barras que llevan enfrentadas una década, con robos de banderas, trapos y camisetas de un lado y del otro.
El pasado 7 de abril fue asesinado Diego Fernando Rubiano, un aficionado del América que se encontraba en un parque del barrio Desepaz de Cali. Hasta allí llegaron dos sujetos en moto, quienes le dispararon. Según la Policía, todo se debió a una disputa por el robo de unas banderas. La Alcaldía ofreció una recompensa de $50 millones por información que permita la captura de los asesinos.
Los conflictos ocurren incluso entre barras de un mismo equipo que sin embargo mantienen disputas territoriales por pertenecer a barrios o ciudades distintas. Fue lo que sucedió el pasado 4 de abril, cuando las barras Nación Verdolaga y Los del Sur, de Nacional, se encontraron en el municipio de Cota (iban a ver jugar a su equipo ante Patriotas de Boyacá) y 800 jóvenes se enfrentaron a puño, cuchillo y machete.
Alirio Amaya, experto en convivencia en el fútbol, considera que para entender lo que está sucediendo con los enfrentamientos en los estadios, en las carreteras, en los barrios, se deben hacer múltiples lecturas, y el regreso al fútbol después del confinamiento por la pandemia es una de ellas.
— La sociedad en general, no solo las barras, venimos afectados mentalmente por los problemas que generó la pandemia, y también pareciera que las mismas instituciones que han venido trabajando en la prevención de estas violencias como que se les olvidó el tema. El regreso no ha sido sencillo. Desde el Centro de Investigación y Documentación para el Fútbol hicimos un trabajo llamado ‘El barrismo social en tiempos de pandemia’, y encontramos personas que nos comentan que sus compañeros de las barras tenían tendencia al suicidio debido a problemáticas sociales asociadas al covid: el encierro, el desempleo.
Creo que hoy estamos recogiendo las consecuencias de varias situaciones particulares.
Jairo Clavijo Poveda es doctor en antropología, profesor de la Universidad Javeriana de Bogotá y autor del libro ‘Cantar bajo la anaconda’, un análisis sociocultural del barrismo.
En su concepto, parte de la respuesta al por qué aún en 2022 persiste la violencia de ciertas barras, pese al trabajo que se ha realizado para prevenirla, tiene que ver con que no se comprende del todo el fenómeno barrista, por un lado, y por otro “hay una desconexión”: mientras que ciudades como Bogotá y Medellín han invertido cuantiosos recursos en programas de barrismo social y tecnología para garantizar la seguridad en los estadios, en otras ciudades ese contacto ha sido muy pobre y no se ha sostenido en el tiempo. Suplir esa desconexión con normas de carácter policivo ha demostrado ser una fórmula ineficiente.
— Para prevenir la violencia se debe entender la lógica barrista, donde uno de los elementos más importantes es la territorialidad. La territorialidad se defiende, y se defiende con violencia. No es una justificación, por supuesto, pero así opera la barra. El territorio lo defienden con luchas cuerpo a cuerpo. Y se debe tener en cuenta otro contexto: en Colombia los principales equipos tenían estas llamadas ‘barras bravas’; hoy en día todos los equipos las tienen. Es decir que el fenómeno barrista va en expansión, por lo que prevenir la violencia es un asunto cada vez más complejo por esa territorialidad que tiene varios trasfondos: identidad regional, defensa del equipo, defensa de los trapos - dice Poveda.
El profesor considera que para prevenir la violencia en el fútbol hay que mirar más allá de la barra, integradas en su mayoría por jóvenes, el grupo poblacional en Colombia que presenta un mayor descontento por su situación social: falta de empleo digno, de educación de calidad, un resentimiento cada vez más arraigado contra el Estado que se manifestó durante las protestas del paro nacional de 2021. La violencia en el fútbol es espejo de lo que pasa en el resto de la sociedad. La mayoría de las víctimas de los homicidios en Colombia son hombres jóvenes. Lo mismo sucede en las barras.
— Las barras son un caldero donde se manifiestan problemas que están en otro lugar. Por eso tener la esperanza de que la violencia la va a mediar solo la Policía es un desatino. También es un desatino seguir programando la presencia de hinchadas rivales, como sucedió en Santa Marta, en lugares donde aún se requiere procesos de barrismo social y un entendimiento previo para superar esa lógica de la territorialidad. Ese tipo de situaciones - la necesidad de no juntar a las barras - se pueden prever fácilmente por las autoridades locales. Es lo que se llama ‘inteligencia sociológica’ - dice Poveda.
Un agente de la policía que pidió la reserva de su identidad - se encarga de la seguridad en las tribunas - comenta que lo que se requiere para que en Colombia ir al estadio no represente un riesgo de muerte es “seriedad de parte de la institucionalidad: Ministerio del Interior, del Deporte, Dimayor, los clubes”.
El agente recuerda que en el país se habla de identificación biométrica en los estadios desde 2009, pero apenas hace una semana ciudades como Bogotá lo empezaron a implementar. Gracias a esta tecnología de identificación facial, cualquier persona que cometa un acto de violencia es reconocida en las cámaras de los estadios con su nombre y número de cédula.
— Sin embargo, la Dimayor dice que el tema de identificación biométrica es un problema de seguridad y por lo tanto lo tienen que implementar los municipios, que son los dueños de los estadios, y los municipios dicen que el fútbol es un negocio privado, por lo que la responsabilidad es de la Dimayor y los clubes. Llevan más de diez años tirándose esa pelota.
También se requiere que los comportamientos contrarios a la connivencia en torno al deporte, donde todo se resuelve con multa, se conviertan en delitos, como en Europa, donde quien cometa algo que no debe en un estadio lo paga con cárcel - dice el agente.
El abogado Sacha Tafur está de acuerdo en que la “corresponsabilidad es el punto” para prevenir la violencia en el fútbol. Los equipos deben actuar, los municipios deben actuar, así como el gobierno, la Policía.
Los aficionados no se escapan de la ecuación, tampoco la familia o los colegios. Desde la temprana edad se debe enseñar el significado del ser hincha, inculcar el concepto de que el rival no es el enemigo, sino el que permite que haya juego. Esa sería una forma de conjurar las otras violencias. Porque no se trata solo de las barras de las tribunas populares. Desde occidental u oriental también se lanzan monedas, madrazos, también algunos papás le pegan al hincha visitante respaldados por la masa, no importa que al lado estén sus hijos. La violencia es generalizada en todas las tribunas.
— Uno espera que la violencia desaparezca, pero esto no es una acción mágica, requiere de inversión, de trabajo de todos los actores. En el país, a pesar de que hay leyes, una política pública, el Plan Decenal del Fútbol, falta inversión para hacer cumplir y aplicar esas normas– apunta Alirio Amaya, experto en convivencia en el fútbol.
Igualmente se requiere credibilidad en las instituciones que administran los diferentes torneos, algo que hoy está muy lejos de lograrse. Cuatro meses después del famoso partido entre Llaneros y Unión Magdalena que le dio el ascenso a la primera división a este último, y que la prensa internacional calificó como un “amaño histórico”, la Dimayor no se ha pronunciado. No se sabe si va a sancionar o no. Sea cual sea la decisión, los aficionados al fútbol merecen una explicación.
Tampoco se conoce qué pasó con el plan de carnetización que lanzaron en 2017 con la promesa de identificar a quien entrara al estadio como mecanismo para garantizar la seguridad. En total 243.000 hinchas en todo el país pagaron cada uno $12.000 por un carnet que hasta el momento no ha servido para nada. En teoría nadie podía entrar a un estadio si no presentaba el documento, y hasta la fecha jamás se ha solicitado. Los aficionados se sienten estafados y preguntan dónde está semejante fortuna que no cabe ni en las pantallas de las calculadoras.
Hace unos días sucedió además uno de los hechos más absurdos de la historia del fútbol colombiano. El Unión Magdalena había sido sancionado con la pérdida de los puntos y una multa de $20 millones después de que en la fecha 7 del actual torneo, sus hinchas invadieran la cancha para agredir a los jugadores que perdían contra Atlético Bucaramanga. Sin embargo, el Comité Disciplinario de la Dimayor levantó la sanción con un argumento ridículo: los descargos de Unión Magdalena llegaron a la bandeja de correo ‘no deseado’. La transparencia en el manejo del fútbol es necesaria para apaciguar la violencia, garantizar torneos legítimos.
Este jueves se presentó un enfrentamiento a machete entre hinchas del Junior y el Cali que se encontraron en la terminal de transporte de Cochabamba, Bolivia.
Alirio Amaya, experto en convivencia en el deporte, añade que se deben intervenir las confrontaciones históricas que se han presentado entre las barras, como las del Medellín y el Deportivo Cali, “unas tensiones que se deben seguir trabajando con acciones preventivas”, y que lo sucedido en Santa Marta en donde perdió la vida Brandon no acabe con el esfuerzo que se ha venido haciendo de sentarse a conversar en distintas ciudades para que el fútbol se viva en paz, sin muertes por colores de camisetas.
Pero al mismo tiempo se requiere que la Policía y la Fiscalía intervengan. Así como las barras son grupos de jóvenes que están en situaciones sociales vulnerables que requieren atención, también están permeadas por actividades delincuenciales, de tráfico de drogas, hurtos y otros delitos.
— Mi sensación es que hoy el Estado está solo en el tema. Siento que se necesita un mayor esfuerzo de los propios equipos de fútbol. Porque podemos tener el estadio pacificado, pero si como sociedad no se acompañan procesos de convivencia, las barras se van a agredir en las carreteras o en los barrios. Los problemas no se van a acabar porque exista una ley o una política pública. Es un trabajo de largo aliento y se debe aprovechar una particularidad: se está dando un cambio generacional en el liderazgo de las barras. Se debe hacer un trabajo con estas bases sobre lo que significa ser barrista, y generar una nueva cultura del fútbol – dice Alirio.
El profesor Andrés Dávila, director del departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Javeriana, es menos optimista y cita la obra del sociólogo alemán Norbert Elias: ‘Deporte y ocio en el proceso de la civilización’.
En ese ensayo se plantea que eliminar la violencia en el deporte es apenas una ilusión que difícilmente se hará realidad. Según Elias, el deporte aparece cuando las sociedades crecen, se complejizan, y surge el Estado como el ente que concentra el uso de la violencia y de la fuerza.
En ese contexto el deporte, el fútbol, se configuran como espacios donde la gente expresa, se libera, de todos los controles que tiene durante la semana
— Entonces el ocio y el deporte, donde la gente va a hacer barra y a insultar y a todo lo que se ve en un estadio, es parte de una expresión de auto control externo al que estamos sometidos todos. Cuando se entiende eso, que la relación del fútbol con la violencia está en los orígenes del deporte, se parte de que no se elimina como tal, sino que la violencia se gestiona y se maneja de maneras distintas, para quizá así lograr que el hecho de ir a un estadio no sea un peligro de muerte.
La ilusión tal vez sea que las ‘peleas’ entre hinchas se diriman por determinar qué barra logra la mejor salida a la cancha de su equipo, el tifo más grande, el apoyo constante. Que la rivalidad sea por quién logra que el fútbol sea la mejor fiesta.
“Política pública del barrismo social será presentada al Concejo”
Desde 2020 en Cali se estableció una mesa de trabajo conformada por la Secretaría de Paz y Cultura Ciudadana, la Secretaría del Deporte, Bienestar Social, y los líderes de las barras de América y Deportivo Cali, con el fin de prevenir hechos de violencia alrededor del fútbol y construir la que sería la primera Política Pública del Barrismo Social en Colombia.
Según Danis Rentería, Secretario de Paz de la ciudad, el documento de dicha política ya está a punto de finalizar, para enseguida presentarlo tanto a Planeación como al Concejo. “El objetivo es que Cali sea el modelo tanto para el país como para América Latina en la implementación de este tipo de política pública construida con la participación de las barras”, comenta Rentería.
La Secretaría de Bienestar Social puso en funcionamiento un comedor comunitario para los integrantes de cada una de las ‘barras bravas’: Barón Rojo y Frente Radical.
“Es claro que no se ha acabado la violencia en el fútbol, ni al interior ni al exterior de los escenarios, pero sí ha disminuido comparativamente en los últimos años. Este logro es reflejo de esa labor colectiva que se ha logrado en la construcción de esta política”, agrega.
De otro lado, comenta Carlos Diago, Secretario del Deporte de Cali, en la ciudad se viene implementando un programa tanto con el Deportivo Cali como con el América para llevar a cada partido a 500 niños que pertenecen a las escuelas de formación y semilleros, junto a sus padres.
“Lo que queremos es generar una nueva cultura del barrismo, que los niños comprendan que el deporte se tiene que vivir en paz, en familia y en armonía con el rival. Si vamos formando esos nuevos aficionados del fútbol, podremos lograr un cambio radical para prevenir la violencia a futuro”, comentó Diago, quien además anunció que se iniciará un piloto para que tanto el estadio del Deportivo Cali, como el Pascual Guerrero, cuenten con sistemas de identificación facial.
“Ya tuvimos una reunión con Warena, el operador tanto en el estadio del Deportivo Cali en Palmaseca como del América en el Pascual. Ellos manejan un sistema de identificación con la cédula. Lo que se habló con ellos es que Cali sea el piloto en cuanto a la implementación del reconocimiento facial en los estadios. En ese sentido Warena va a implementar un ingreso con reconocimiento facial, y eso se va a cruzar con la cédula. Sería la primera fase. En la segunda fase desde la Alcaldía debemos implementar todo el sistema de cámaras en los estadios para hacer el reconocimiento facial”.