PSICOLOGÍA
Los secretos de la Línea 106: así se lucha contra el suicidio en Cali
En lo que va del año, la línea 106 ha recibido 3200 llamadas; 90 fueron intentos de suicidio. Los duelos que generó la pandemia, la falta de empleo, las quiebras, las rupturas de pareja, entre los motivos de las consultas. Los psicólogos insisten: no estamos tan solos como creemos. Crónica.
Andrés Jiménez, el coordinador de la Línea 106 de salud mental de Cali, se carcajeaba como si conversara por teléfono con un amigo de infancia. En realidad charlaba con un muchacho de 21 años que llamó a la Línea y dijo que se acababa de tomar 25 pastas de un medicamento contra la epilepsia. No mencionó su nombre. Apenas que había salido a caminar. Quería que un profesional le explicara los efectos del fármaco mientras comenzaba a experimentarlos.
Después de 45 minutos de conversación, se desmayó. Andrés se mantuvo en línea. Escuchaba algunos quejidos, motos, pitos, la calle. Estaba angustiado porque el muchacho todavía no le había dicho en qué parte de la ciudad se encontraba.
Unos minutos después volvió a hablar por el celular, adormecido. Dijo que le gustaba el cine y nombró películas que Andrés jamás había oído. Como tenía su computador al frente, las buscó en Google. El muchacho hablaba de la que es considerada la escena más impactante de la historia del Séptimo Arte, una navaja seccionando el ojo de una mujer.
Andrés encontró que correspondía a una secuencia del corto ‘Un perro andaluz’, que Luis Buñuel rodó en 1929 junto a Salvador Dalí. Repitió lo que leía en el computador: para grabar la escena, Buñuel usó el ojo de una vaca. Su objetivo era mantener al muchacho en la línea el mayor tiempo posible, mientras descifraba la manera de ayudarlo.
Por eso a veces se carcajeaba. Su estrategia consistía en que el joven sintiera que estaba hablando con alguien tan cercano como un amigo, no un psicólogo en su turno laboral. Andrés tampoco le preguntaba los datos que requería para ayudarlo, como el sitio por donde caminaba, pues corría el riesgo de incomodarlo y que colgara.
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Después de charlar de cine y de libros, le sugirió que comprara una botella de agua en alguna tienda. Así podían seguir charlando sin que se desmayara otra vez. El muchacho aceptó. Y entre una cosa y la otra, le contó el motivo por el que se había tomado los medicamentos. Su papá se enteró que era homosexual, y lo tomó como si eso fuera el fin del mundo.
Andrés cambió de tema. Le dijo que seguro era “pinchado” para vestirse. El muchacho lo reconoció. Andrés le preguntó por su color favorito, y respondió que el que más le gustaba era justo el color de su camisa de esa mañana, rosado. Andrés escribió el dato en un papel. Después le preguntó si no le daba miedo volverse a desmayar y lo cogiera un carro. El muchacho le dijo que donde estaba, “una calle del barrio San Antonio”, casi no pasaban carros.
Andrés puso la llamada en silencio y se comunicó de inmediato con el cuadrante de la Policía de San Antonio. Los agentes no estaban muy seguros de iniciar la búsqueda. A la Policía hay que darle los datos exactos, dirección y demás. Andrés insistió. Finalmente una patrulla hizo una ronda y encontró al muchacho, que continuaba hablando por su celular. Una ambulancia lo llevó al servició de urgencias. Andrés suspiró aliviado. Después de tres horas de conversación, salvó una vida. No siempre se logra.
— Todos los psicólogos tenemos un caso especial. Ese es el mío.
El Día Mundial de la Prevención del Suicidio (DMPS), se celebra anualmente el 10 de septiembre.
Es martes 7 de diciembre de 2021, Día de las Velitas, y Andrés se encuentra en la Red de Salud con Sistema Integrado de Comunicaciones, Sico, unas oficinas ubicadas en el barrio Versalles, al norte de Cali, donde se reciben las llamadas cuando se requiere una ambulancia y donde funciona la Línea 106 de salud mental, un proyecto de la Secretaría de Salud en estos tiempos de depresión producto de la pandemia del coronavirus, los paros nacionales, la soledad que siempre ronda, la nostalgia de diciembre para tantas personas que perdieron sus trabajos, sus empresas, sus seres queridos, que contrasta con el espíritu festivo de la navidad.
En lo que va del año, en la Línea 106 se han atendido 3.200 llamadas, la mayoría de personas que mencionaron necesitar ser escuchadas, dice la psicóloga Alejandra Loaiza mientras revisa las estadísticas en su computador.
El afán y la tecnología nos ha cortado el ritual de escuchar al otro, añade. Los esposos apenas se preguntan cuándo van a hacer el mercado o si ya pagaron los servicios públicos. Los hijos se encierran en sus cuartos, al jefe solo le interesa si está listo el informe, en los restaurantes clavamos la mirada en el celular en vez de hablar de lo que nos pasa.
Son tiempos en los que se nos envía el mensaje erróneo de que debemos estar felices siempre, positivos siempre, y que por el contrario estar tristes o deprimidos, y encima hablarlo, es debilidad, derrota o hasta falta de masculinidad. La mayoría de quienes llaman a la Línea 106 son mujeres, lo que confirma las estadísticas mundiales: ellas están más dispuestas a hablar de asuntos como el suicidio, y por eso son los hombres los que más lo cometen.
En lo que va del año 2021, en la Línea 106 ingresaron 90 llamadas de ciudadanos que intentaron quitarse la vida.
La primera llamada de las 57 que recibirá la Línea 106 entre el 7 y el 8 de diciembre, sin embargo, es la de un hombre que se está divorciando después de diez años de matrimonio. Esta mañana dice no sentirse bien debido a que su exesposa no le permite ver a sus hijas. El hombre ha llamado en reiteradas ocasiones en los últimos días, por lo que en la Línea conocen su historia. Los usuarios que se comunican varias veces piden conversar con el mismo psicólogo que los ha atendido para no tener que contar su caso de nuevo. Por seguridad, los psicólogos utilizan seudónimos.
— La actual es una sociedad en la que no nos han preparado para responder cuando nos dicen algo distinto a lo que esperamos al preguntar: ¿cómo estás? Siempre esperamos que nos digan “bien, gracias”. Cuando alguien nos dice lo contrario, la tendencia es a minimizar el problema. “Fresco que eso se pasa rápido”, “dele gracias a Dios que tiene vida”, “no le pare bolas a eso”… minimizamos la situación del otro porque no sabemos qué hacer con sus problemas, no sabemos escuchar y ser empáticos. Entonces el otro siente que debe enfrentar lo que le sucede solo. Y si eso no se trata a tiempo, puede estallar en cualquier momento – dice Alejandra, quien decidió estudiar psicología porque desde niña le llamó la atención entender lo que nos diferencia de los animales.
En lo que va del año 2021, en la Línea 106 ingresaron 90 llamadas de ciudadanos que intentaron quitarse la vida. Parte del objetivo de los psicólogos que trabajan aquí es lograr que la ciudad entienda que la salud mental es tan definitiva como la salud física.
— Por ejemplo, no tenemos problema en hablar de hipertensión, y sin embargo no hablamos del suicidio. Hay una idea errónea de creer que, si no hablamos del suicidio, no se va a cometer. Como si no hablarles a los adolescentes de sexo hará que no lo hagan. Tenemos que hablar del suicidio y de los problemas de salud mental, hasta que deje de ser un tema incómodo. Y debemos hablar las cosas por su nombre. Cuando le ponemos nombre a los problemas, a las emociones, les damos un significado diferente. No es lo mismo decir “tengo un dolorcito por acá”, a decir “tengo ciática, ya me hicieron el examen, tengo que tomarme esto y sentarme de tal manera”. Darle un nombre a lo que nos pasa es parte de lo que se debe hacer para superarlo – comenta Andrés.
Las muertes por suicidio en hombres superan en más del doble a las de las mujeres (12,6 por 100.000 hombres frente a 5,4 por 100.000 mujeres), según la OMS.
Desde hace unos meses los psicólogos de la Línea asisten a un colegio donde un alumno se quitó la vida. Se cree que fue consecuencia del juego de la ballena, esos retos de redes sociales con pruebas que consisten en lastimarse, y que debido a los confinamientos por la pandemia se masificaron entre los adolescentes. Los profesores del colegio manifestaron sentir temor de que los estudiantes, al hablar del suicidio, terminaran cometiéndolo. Después de la intervención de los especialistas, no se ha presentado un solo caso. Según la OMS, hablar del suicidio, incluso en los medios, puede tener un efecto protector si se hace con responsabilidad.
— Si no se habla del suicidio abiertamente, lo convertimos en tabú. Y al convertirlo en tabú se vuelve en algo más deseable, o por lo menos llama más la atención. Como seres humanos nos seduce la duda, lo prohibido, el no. Si le quitas la cobija del tabú al suicidio ya se sabe de qué se trata y se puede elaborar lo que se está sintiendo con más claridad. Saber por ejemplo que todos en algún momento hemos pensado en quitarnos la vida hace que la carga sea más liviana para quien pase por un momento difícil. Las personas que no elaboran lo que sienten son las que por lo general cometen el acto suicidad – insiste Andrés, quien decidió estudiar psicología porque quería una carrera donde pudiera continuar con un hobby que cultivó desde niño, mientras se recuperaba del síndrome de Guillain-Barré: la lectura.
La siguiente llamada del turno es la de una adolescente que dice tener problemas en las relaciones con sus padres. La psicóloga Leidy Hurtado está entre las profesionales que atienden las consultas de la mañana, pese a que hace dos horas murió su abuela. Le dieron el día libre, pero Leidy prefirió trabajar para no dejar sola a su compañera en una fecha especial como el Día de las Velitas: se incrementan las llamadas. Lo mismo sucederá el 24 de diciembre, el 31, el Día de la Madre, Amor y Amistad. En las fechas especiales de diciembre, en la Línea 106 decidieron mantener un plan de contingencia con más profesionales atendiendo a los ciudadanos como una manera de enviar el mensaje de que no estamos tan solos como a veces creemos.
El primer día de Leidy atendiendo la línea recibió la llamada de una mujer que le hizo una pregunta difícil de responder: si me suicido, ¿mi familia me perdona? Después de una larga conversación, Leidy reconoció que no sabía qué decirle. Solo le pidió que pensara en la vida de su familia, de su mamá y de su hija, si ella no estaba. ¿Sería una vida feliz? La mujer le respondió “no”. Al final aceptó ir a terapia, pese a que al principio de la llamada parecía muy segura de lo que iba a hacer.
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Los psicólogos de la Línea 106 se preocupan sobre todo por quienes llaman tranquilos, serenos, para charlar sobre el suicidio. Por lo regular ya han tomado una decisión. En cambio, quienes llaman en estados eufóricos, también les preocupan por supuesto, pero saben que con el llanto y los gritos están sacando lo que los angustia.
Leidy también recuerda el caso de un empresario que, más que depresión, aguantaba hambre pese a que había sido el propietario de una cadena de restaurantes. Por la pandemia la cadena cerró y el hombre decidió invertir sus ahorros en un negocio en el que lo estafaron. A veces, reconoce Leidy, quisiera poder hacer más por las personas que llaman, además de la asistencia psicológica. Como enviarles un mercado o conseguirles un trabajo. Las líneas de atención ayudan, pero no son suficientes para solucionar los problemas de una ciudad donde el desempleo ha alcanzado tasas de hasta el 20 %.
Aunque no todos llaman por problemas personales. Hay un tipo que se comunica con frecuencia para hablar con las psicólogas mientras se masturba. Les pide que sigan conversando, que la voz es muy linda. Ellas le cuelgan. Aunque fue denunciado, aún no han podido dar con su paradero. Siempre llama de números distintos, por lo que se cree que tiene acceso a un conmutador.
A Andrés Jiménez, el coordinador de la Línea, lo angustia el caso de otro hombre que ha llamado para decir que “no se puede contener” y abusa de una menor de 11 años que le dejan a su cuidado. También fue denunciado. El problema es que en Colombia no se cuenta con la tecnología para encontrar a una persona por el teléfono desde donde llama.
Otros despistados solicitan que los psicólogos les recarguen el celular, aunque también hay pacientes que se quejan de retrasos en la llegada de sus medicamentos, por lo que son remitidos a la Defensoría del Paciente. Durante las protestas del paro nacional se incrementaron las llamadas de personas con trastornos mentales a las que no les llegaban a tiempo las medicinas para tratar la esquizofrenia o el trastorno bipolar debido a los bloqueos en las carreteras.
El turno continúa. A las 11:04 a.m. de este Día de las Velitas una mujer de 29 años llama para decir que tiene pensamientos suicidas, además de sentir ansiedad y depresión; a las 12:36 p.m, una mujer de 61 años asegura que su hijo la abandonó; a las 2:28 p.m., una mujer de 38 años denuncia ser víctima de violencia intrafamiliar por parte de su pareja, con quien tiene siete hijos. A las 5:16 una joven de 22 años llama angustiada diciendo que terminó su relación de pareja y su exnovio amenaza con suicidarse. Las rupturas sentimentales están entre los principales motivos de las llamadas. En caso de que se requiera, los psicólogos cuentan con una móvil, un vehículo Chevrolet, para hacer valoraciones en terreno.
Hace unos días la psicóloga Alejandra Loaiza debió salir en el carro para atender a un peruano que pretendía lanzarse desde el séptimo piso de un hotel. A Alejandra le inquietó la tranquilidad del señor. Abrió la puerta, se mostró caballeroso, pero al mismo tiempo parecía ido, con la mente en otro lugar. Por fortuna logró que desistiera de su decisión.
Andrés Jiménez, el coordinador de la Línea 106, menciona que ese caso demuestra que las autoridades colombianas aún no actúan como deberían con respecto a la atención en la salud mental. En un país del primer mundo ese ciudadano peruano hubiera tenido acompañamiento hasta el aeropuerto. Seguramente a su regreso a su país hubiera pasado lo mismo. En Cali fue imposible lograrlo. No atendió ni la Policía, ni Migración, nadie.
Andrés insiste en que la atención de la salud mental debe ser una prioridad no solo para el Estado, sino también para las familias, los amigos. Entender que la tristeza es parte de la vida, es necesaria sentirla, aprender de ella, pero también saber que la depresión no se cura distrayéndose. Pensamos que ir a bailar, cortarse el pelo, ver una película, es la solución. Y no. Distraerse es sano si se es consciente que se está haciendo por un momento, pero se debe trabajar esa realidad. Si solo me distraigo, es distraerse tristeza sobre tristeza. Hasta que todo estalla.
El gran temor de los psicólogos que atienden la Línea 106 es escuchar el último suspiro de alguien en la línea. Es un sonido que marca para siempre. Un momento en el que se confrontan como profesionales. En lo que va del año han ocurrido dos casos.
Entre el 7 y el 8 de diciembre por fortuna no sucedió, aunque varios ciudadanos intentaron quitarse la vida. A las 9:13 de la noche, cuando la ciudad aún encendía las velitas, hallaron a un hombre de 40 años dispuesto a lanzarse desde un puente, que fue atendido por los psicólogos del 106.
Ellos repiten que en Cali no estamos solos. Hablemos para sacar eso que nos atormenta. O marquemos a la Línea. Una conversación, la ilusión de que nos oyen y que le importamos a alguien, puede cambiar la decisión de quitarnos la vida. No hay suicidio del que la sociedad no sea responsable.
Hablar sobre el suicidio
Los psicólogos coinciden en que durante años se ha mantenido la idea de que hablar del suicidio lo induce.
Actualmente la teoría científica es muy distinta: hay que hablar sobre el suicidio, incluso puede tener un efecto protector, según la OMS.
La clave es saber cómo hacerlo para no aumentar los casos. Como evitar describir detalles sobre el método empleado, publicar fotos o notas suicidas. El suicidio se puede prevenir.