CALI
La primera universidad de Latinoamérica para personas con discapacidad estará en Cali; Jeison Aristizábal nos contó cómo será
Ubicada en el Distrito de Aguablanca, en Cali, la primera universidad de América Latina para personas con discapacidad acaba de ser fundada por el Héroe CNN 2016, Jeison Aristizábal, con el apoyo de Maluma, Marc Anthony y empresas del Valle del Cauca.
En el vientre de su madre, Jeison Aristizábal estaba de pie.
– Jeison nació con partera. Siempre hemos sido una familia humilde y los partos de mis hijos fueron así, en la casa. En esa época, hace 39 años, no había recursos para ecografías. Por eso la partera de Jeison no tenía cómo saber que él estaba de pie. Fue un parto complicado. Se tardó segundos más de lo debido y por eso a Jeison le faltó oxígeno, lo que le causó parálisis cerebral. La partera lo haló duro, y eso le afectó la cadera. Pero es cierto: Jeison vino al mundo para estar de pie, para liderar y ayudar a los demás – dice doña Miriam, su mamá, mientras Jeison termina de dar una conferencia motivacional para una fundación.
Es un martes de enero y tras la puerta de vidrio que da acceso a la sala de sistemas de la primera universidad en América Latina para personas con discapacidad, que Jeison acaba de fundar, observo que no ha soltado el micrófono durante la última hora. Apenas lo cambia de una mano a otra para secarse el sudor de la frente.
A doña Miriam, un médico le dijo que su hijo no iba a hablar, no iba a caminar, “no va a servir para nada”. Su único oficio posible, agregó, sería el de embolador.
– Cómprele una cajita de embetunar para que practique.
Doña Miriam hizo todo lo contrario. Jeison Aristizábal es comunicador social, abogado y fundador de la Asociación de Discapacitados del Valle, Asodisvalle, ubicada en la diagonal 71 26i 69 del barrio Ricardo Balcazar en el Distrito de Aguablanca de Cali, una de las zonas más vulnerables de la ciudad. En 2016, por su trabajo con las personas con discapacidad, recibió el premio CNN Héroes: An All-Star Tribute’.
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En el comedor de la primera universidad para personas con discapacidad que Jeison acaba de fundar hay un mural en el que se lee: “Ángeles que me cuidan”. En el mural se observa una foto suya y a su lado los cantantes Maluma y Marc Anthony, con alas, como si efectivamente fueran ángeles. Cuando le pregunto por esos amigos famosos, Jeison se sonríe. “Son bendiciones que me da Dios”, dice.
Las fundaciones Maestro Cares, cofundada por Marc Anthony y el empresario caleño Henry Cárdenas, y la fundación El Arte de los Sueños, liderada por Maluma y su familia, fueron los principales aportantes para construir la universidad, ubicada junto a las instalaciones de Asodisvalle. También se unieron empresas como Constructora Bolívar, Cementos Argos, Sidoc, Tecnoglass, Pintuco. Carvajal donó los muebles.
Las obras, que tuvieron un costo de 850.000 dólares, comenzaron en agosto de 2020. Apenas faltan algunos detalles, como el ascensor. La inauguración será en marzo. Mientras Jeison recorre los cinco pisos caminando por rampas – en la universidad para personas con discapacidad no hay gradas – dice que todo comenzó hace 22 años, en el garaje de su casa.
La conferencia que Jeison dicta se llama ‘Tres secretos para ser feliz’. En ella recuerda su historia. Su mamá se preocupó cuando notó que no podía caminar, gatear, hablar como los demás niños. Los médicos le hacían exámenes, pero no encontraban respuestas. Hasta que el neurólogo que le sugirió comprarle una caja para embetunar hizo un TAC que confirmó el diagnóstico de parálisis cerebral debido a esos segundos de más que Jeison tardó en nacer.
– A veces creemos que la vida es de años, de meses, cuando en realidad es de segundos. La vida le cambia a uno en segundos. Cuando uno entiende eso, no pierde el tiempo renegando, en cambio se aprende a disfrutar cada instante. Disfrútese la vida hoy – dice Jeison en su conferencia.
Doña Miriam se negó al pronóstico del médico. Se propuso dar la batalla para que Jeison no permaneciera en una cama. Si no lo lograba, por lo menos quedaría con la tranquilidad de que lo intentó.
Lo llevó a terapias de lenguaje, a tratamientos para que pudiera caminar, pero todo volvió a cambiar en segundos: al padre de Jeison lo asesinaron en una riña. Doña Miriam se quedó sola, con la responsabilidad de cuatro hijos. Para sacarlos adelante, levantaba una carpa durante la Feria de Cali y vendía licor.
Jeison vuelve a mencionar a los ángeles. En esos años en los que su mamá lo acostaba junto a sus hermanos en la carpa, llegó uno de 25 años. Un hombre que se enamoró de su mamá y les entregó su amor a sus cuatro hijos. A su padrastro, Jeison le dice orgulloso ‘papá’. Mientras su papá se encargaba de sostener la casa, doña Miriam se dedicó a la recuperación médica de su hijo.
Un psicólogo le planteó un dilema. Le dijo que era cierto que Jeison, a raíz de la parálisis cerebral, tenía problemas para caminar, para hablar, para mover las manos, pero por otro lado su intelecto estaba intacto, así que necesitaba estudiar. Para hacerlo tenía dos caminos: ingresarlo en un colegio de niños con discapacidad; o matricularlo en uno de niños ‘normales’.
– En ese caso puede desarrollar mucho más rápido sus capacidades cognitivas, pero hay un riesgo: el matoneo del que puede ser víctima – le advirtió el psicólogo.
Después de pensarlo durante una semana, y de exigirle a la rectora del colegio del barrio que aceptara a su hijo, doña Miriam corrió el riesgo. Durante los primeros días en la escuela de niños ‘normales’, recordó las palabras del psicólogo.
A Jeison sus compañeros le preguntaban si acaso estaba borracho por su manera de caminar y de hablar. Llegaba tan triste a la casa, que le decía a su mamá que no iba a volver. Doña Miriam le respondía que tenía que madrugar al colegio.
– Y esa fue la mejor lección que me pudo dar mi madre: me enseñó a enfrentar las dificultades. Yo quería esconderme, pero mi mamá me mostró que debía enfrentarme a los problemas.
Jeison fundó la primera universidad para personas con discapacidad para evitarles a otros jóvenes los rechazos que él y su familia debieron sortear.
Afuera de la universidad, mientras observamos la fachada levantada en ladrillo y con enormes ventanales en los salones, Jeison menciona al científico Stephen Hawking, diagnosticado en 1963 con esclerosis lateral amiotrófica. Pese a que apenas podía mover los dedos de una mano, y permanecía en una silla de ruedas, la manejaba con el movimiento de su cabeza y de los ojos, al igual que el computador.
– Por eso la universidad para personas con discapacidad, que inicia clases en febrero, tendrá una facultad de inteligencia artificial. Está pensada para las personas que no pueden mover las manos o los pies pero sí sus ojos. O para niños autistas, que son unas mentes brillantes y tienen enormes capacidades para el análisis de datos. El propósito de esta universidad es cambiar el concepto de la palabra discapacidad. Porque cuando te dicen ‘tu hijo es autista,’, el primer pensamiento es: no va a poder. Desde la universidad decimos: sí puede. Se necesita formación – dice.
Otro de los programas que ofrecerá la universidad es el de idiomas. Cali tiene una necesidad enorme de contar con profesionales bilingües que puedan trabajar, por ejemplo, en los ‘call center’. Incluso las personas con limitaciones auditivas tendrán la posibilidad de aprender inglés, no para que lo hablen, pero sí para que lo escriban.
Y el tercer programa que se ofrecerá es diseño gráfico. Es lo que quiere estudiar Angie, la hija de Nancy Rivera, asistente personal de Jeison. Angie tiene una discapacidad física cognitiva. Acaba de pasar a noveno grado de bachillerato. Con la apertura de la universidad le dijo a su mamá que quería iniciar una carrera.
– Esa es la gran importancia de esta universidad: les abre un montón de posibilidades a los jóvenes con discapacidad y sus familias. Los amigos de Angie que se formaron en Asodisvalle trabajan en la organización Solarte en panadería y atención al cliente. Eso la ha motivado a prepararse y salir adelante. Con el diseño gráfico podría trabajar desde su casa y eso le gusta – comenta Nancy, quien termina el recorrido guiado por las instalaciones mientras Jeison dicta su conferencia.
Apenas un par de meses después del bullying que vivió en el colegio, Jeison se convirtió en el estudiante más popular, al punto que lo eligieron personero. También se encargaba de la emisora.
Doña Miriam no olvida un Día de la Madre en el que la invitaron al colegio. Estaba en un salón cuando vio a su hijo participando en un dramatizado frente a un público que lo aplaudía.
Pero volvió a suceder. La vida cambia en segundos. Tras una cita médica, a Jeison le advirtieron que debía ser sometido a varias cirugías. Cada año le operaban los pies. Le ponían platinos y tornillos. Cuando pasaba el efecto de la anestesia, el dolor era insoportable. Pero lo más difícil era ver el amanecer y el anochecer en una cama durante meses.
– Fue en ese momento cuando aprendí a darle gracias a Dios por cada día en que me puedo levantar de la cama. Para mí, caminar es un regalo. Para la mayoría de las personas es lo más sencillo. Eso me enseñó a valorar las pequeñas cosas. Tenemos tanto, somos tan bendecidos, pero como lo tenemos ahí, cerquita, se nos vuelve paisaje y se nos olvida valorarlo.
Cuando por fin terminaron las operaciones, Jeison volvió a caminar. Sin embargo se cansaba rápido. Tras recorrer unas cuantas cuadras estaba exhausto. Entonces se le ocurrió aprender a montar en bicicleta. Todo el mundo le decía que estaba loco, que se iba a caer, que se iba a partir la cabeza. No les faltaba razón. Sus amigos llegaron a llamarlo ‘cholado’, esa receta que consta de hielo raspado mezclado con almíbar de frutas. Jeison vivía ‘raspado’.
En ese momento apareció de nuevo la sabiduría de su mamá, doña Miriam. En vez de prohibirle montar en bicicleta, lo vestía con dos sacos y dos pantalones. Así amortiguaría los golpes. Durante dos meses, todas las tardes, Jeison salía a practicar.
– Aprendí una palabra: persistir. Mi mamá me decía cada que me accidentaba: ‘intente de nuevo’. Muchas veces renunciamos a nuestras metas porque nos da miedo intentarlo.
Cuando Jeison aprendió a montar en bicicleta se sintió pleno, independiente. Pedaleando iba a todas partes: al colegio, a la tienda, a la universidad.
Jeison estudió comunicación social y periodismo. Otra vez le dijeron que estaba loco, que para ser periodista, necesitaba una voz y una cara bonita y él ni lo uno ni lo otro. Su mamá le dijo que para ser feliz tenía que hacer lo que le gustara, así que Jeison siguió adelante en la carrera, así a veces le tocara narrar partidos de fútbol.
– Me tocaba complicadísimo, pero persistí y me gradué.
Trabajó en la emisora Todelar, en el periódico El Tiempo, y en esos días le sucedieron dos episodios que le cambiaron la vida. Jeison notaba que todos sus hermanos tenían novia. El único soltero era él. Cuando se le acercaba a una muchacha, ella salía corriendo. Entonces se hizo una pregunta que en algún momento todos nos hacemos: ¿por qué a mí? ¿Por qué no puedo caminar como los demás, hablar como los demás? ¿Qué fue lo malo que hice?
Por esos días salió a montar bicicleta por el barrio y encontró la respuesta. Alguien le dijo: “Jeison, vaya a la casita más pobre de la cuadra, allí hay otro niño como usted”. La casa era de plástico y madera. Jeison encontró un niño de 8 años que no podía caminar. Su familia ganaba $5.000 al día, y no tenía cómo comprarle una silla de ruedas. El niño llevaba 8 años en una cama.
Jeison habló con una de sus compañeras en la universidad que ya hacía prácticas en un periódico nacional y le pidió que le dejara publicar “dos renglones”. Decían: “El niño Eliécer necesita una silla de ruedas. Si usted la tiene, dónela”. El periódico comenzó a entregarse a las 5:00 de la mañana. A las 4:00 de la tarde, Eliécer ya tenía la silla.
– El niño no podía hablar. Pero cuando fui a visitarlo, me recibió con una sonrisa lindísima, la sonrisa más bonita que he visto. Ya podía ir al parque. Y en el Distrito de Aguablanca se regó el cuento: ‘Jeison consigue sillas de ruedas’. Se me complicó la vida, pero entendí porqué me pasó lo que me pasó: para ayudar a otros que están en mi condición.
Jeison comenzó a conocer las historias de los niños con discapacidad en el Distrito de Aguablanca, los censó, y se dio a la tarea de conseguirles sillas de ruedas. También los llevaba de paseo porque nunca habían salido del barrio – iban al estadio para ver al América, su equipo – hasta que alguien le sugirió: ‘Jeison, necesitamos levantar a los niños de las sillas, que caminen’.
Para lograrlo se necesitaba construir un centro de rehabilitación. Y eso, claro, costaba un montón de dinero. Jeison no tenía un peso, pero se le ocurrió pedirle prestado a su mamá el garaje de su casa. Consiguió un balón, una colchoneta, y le propuso a una estudiante de último semestre de fisioterapia hacer las prácticas con él. El lunes siguiente abrió en el garaje un consultorio para hacerle terapia a los niños con discapacidad del Distrito de Aguablanca. Llegaron 20. El lunes siguiente eran 50.
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Jeison le pidió prestado a su mamá el comedor, después la sala, después los cuartos, donde un psicólogo orientaba a los papás de los niños. Tenían una idea absurda: creían que un hijo con discapacidad era un castigo de Dios.
Por esos días el canal Caracol anunció el programa ‘Tengo una ilusión’. Proponía que los colombianos mandaran una carta contando cuál era su sueño. Jeison escribió una que tituló ‘Cadena de Sueños’. Allí contaba que su primer sueño había sido conseguir una silla de ruedas, luego abrir un consultorio para hacerle terapias a los niños con discapacidad. Su nuevo sueño era conseguir una casa para seguir con esa labor y devolverle la vivienda a sus padres.
El sacerdote Alberto Linero conducía el programa y tras leer la carta, Caracol donó la primera casa de Asodisvalle. Hoy tiene ocho donde, además de la rehabilitación, se les brinda la primaria y el bachillerato a 800 niños y jóvenes con discapacidad. Estudian con niños ‘normales’ en el colegio Porfirio Barba Jacob, también de Jeison, en un programa de inclusión social. Y ahora, además, cuentan con la universidad.
– En Asodisvalle empezamos a recibir a los niños muy pequeños. Y como en toda familia, se crecieron. Empezamos a pensar: ¿qué vamos a hacer? ¿Cuál es el futuro de ellos? Máxime cuando los papás se están envejeciendo y se van a quedar solos en algún momento. Entonces empezamos a formarlos en oficios como panadería. Luego logramos que una empresa, Harinera de Occidente, les diera empleo. Ya tenemos 20 jóvenes que hoy mercan para su casa, tienen sus propios ingresos. Y pensé: quizá se le puede brindar la oportunidad de formarse a muchos más jóvenes. Entonces soñé con la universidad, que ofrecerá rehabilitación y un programa de empleabilidad. Los alumnos estudiarán gracias a becas, por eso estamos convocando a las empresas para que los apadrinen – dice Jeison, ahora en un balcón del último piso de la universidad.
Alguna vez quiso ser concejal. Su eslogan era: “un ladrón al Concejo, pero un ladrón de corazones”. Le gusta la política. Quizá en el futuro sea alcalde.
En su conferencia, Jeison revela que son tres los secretos para ser feliz. El primero es agradecer lo que se tiene. No somos felices porque nos pasamos el tiempo pensando en que falta algo más, se nos va la vida buscando eso que supuestamente nos falta, y nos olvidamos de disfrutar lo que tenemos. El segundo secreto es ayudar al prójimo, empezando por la familia. No es necesario ir al África o a la India, siempre hay alguien cerca que necesita una mano. Y el tercer secreto para ser feliz es no perder la capacidad de soñar. Cuando se deja de soñar, la vida se vuelve rutina.
– Cali tiene 200 mil personas con discapacidad. 50 mil están en edad laboral. La tarea que tenemos en la universidad es larga. Arrancamos con 300 estudiantes hasta llegar a 1500. Pero más allá de nuestra capacidad, lo que soñamos ahora es replicar este modelo en el mundo. Entre Argentina y México pueden haber 10 millones de jóvenes con discapacidad en la casa, sin hacer nada por falta de oportunidades. ¿Cuántas mentes brillantes como la de Stephen Hawking no estarán por ahí, viendo televisión, porque no tienen dónde formarse? – se pregunta Jeison.