ESTADOS UNIDOS
Juan Esteban Montoya y el drama de los migrantes que arriesgan su vida por un mejor futuro
Juan Esteban Montoya, el joven nacido en Guacarí y único sobreviviente del naufragio en Las Bahamas, dijo que salió del país no solo para reencontrarse con su mamá en EE.UU., sino por motivos de seguridad. Busca asilo político, en medio de una crisis mundial de migrantes sin precedentes.
Marcia Caicedo, la madre de Juan Esteban Montoya, el vallecaucano de 22 años que sobrevivió a un naufragio ocurrido el pasado domingo 30 de enero entre las Bahamas y las costas de la Florida, abrió una campaña en el portal Gofundme para buscar donaciones que costeen los gastos médicos de su hijo. Al cierre de esta edición se habían recaudado 1132 dólares, de los 10.000 que se pretenden reunir.
— Aunque Juan Esteban ya salió del hospital de la Florida donde lo atendieron, y se encuentra con su mamá, su salud física, pero sobre todo mental, está muy afectada por haber perdido a su hermana durante el naufragio y por lo que tuvo que vivir durante casi tres días en el mar – me explicó su abogada, la puertorriqueña Naimeh Salem, quien tiene un bufete en Houston especializado en inmigración, dedicado a asesorar jurídicamente a los latinos que buscan radicarse en Estados Unidos.
En el caso de Juan Esteban, nacido en Guacarí, Valle del Cauca, la abogada ya inició una solicitud de asilo político, además de su defensa: al intentar entrar al país sin visa, podría enfrentar un proceso de deportación de acuerdo con las leyes estadounidenses, algo que de momento no sucede.
— Por ahora, Juan Estaban no enfrenta ningún cargo – dice Naimeh.
Él, junto a su hermana de 18 años, María Camila Montoya Caicedo, cuyo cuerpo se encuentra desaparecido desde el naufragio, ya habían intentado solicitar la visa para ingresar a Estados Unidos y reencontrarse con Marcia, la madre, quien vive en ese país desde hace 11 años. Sin embargo, el Gobierno les negó el documento en varias ocasiones, al parecer porque Marcia aún no tiene el estatus legal.
Reencontrarse con su mamá fue uno de los motivos que llevaron a los hermanos Montoya Caicedo a montarse en una embarcación guiada por traficantes de personas, donde viajaban en condiciones precarias 39 inmigrantes, entre haitianos, jamaiquinos, bahameños. Pero no es lo único.
— Económicamente, Juan Esteban tenía cierta estabilidad en Colombia. Se dedicaba a la producción de alimento para ganadería. Su objetivo al salir del país, además de reencontrarse con su mamá, era garantizar la seguridad de su hermana y la suya. Algunas personas de su familia han sido víctimas de la violencia, y eso a él le preocupa. Es uno de los argumentos que se expondrán para solicitar su asilo político – me cuenta Naimeh.
La campaña para reunir fondos que financien los gastos médicos de Juan Esteban Montoya se encuentra en la plataforma Gofundame: “Help the only survivor in tragic human smuggling”.
La abogada acompañó a Juan Estaban a la rueda de prensa que ofreció junto a su madre en la Florida, donde contó parte de lo sucedido.
Según su relato, buscó en internet cuál era la forma más segura para entrar a Estados Unidos sin visa, y leyó que, ante el incremento de la vigilancia en la frontera con México, los ‘coyotes’, como se les llama a los traficantes de personas, regresaron a una vieja ruta: las Bahamas, un archipiélago a 80 kilómetros al sureste de la costa de la Florida, al que promocionan como ‘trampolín a USA’.
Además, las Bahamas, conformadas por 700 islotes, 39 habitados, les permite a los traficantes camuflarse de islote en islote, eludiendo los controles de la Guardia Costera, que entre octubre de 2020 y septiembre de 2021, interceptó 838 inmigrantes cubanos, 1527 haitianos y 742 dominicanos; justo personas provenientes de países donde la crisis económica se ha agudizado debido a la pandemia del coronavirus, además de la violencia en naciones como Haití, donde en julio de 2021 fue asesinado su presidente, Jovenel Moise.
En la rueda de prensa, Juan Esteban contó que la embarcación zarpó exactamente de las islas Bimini, a 53 millas del este de Miami. Bimini es el punto más cercano de Las Bahamas a Estados Unidos, unos 81 kilómetros.
Aún no se tiene claro quién lo contactó con los traficantes de personas. Según su abogada, se trató de un “amigo o conocido”. Naimeh explica que de momento no es posible revelar mayores detalles sobre los coyotes que organizaron la travesía, debido a que hay una investigación en curso por parte de las autoridades estadounidenses.
Juan Esteban mencionó también que no podía revelar el monto que pagó por el viaje junto a su hermana, pero organizaciones de defensa de migrantes aseguran que los traficantes cobran entre 15.000 y 20.000 dólares por cruzar esa ruta, promocionada como “segura”, aunque los naufragios son noticia recurrente.
En 2019, 28 haitianos murieron en un naufragio ocurrido en la zona de las Bahamas. Y todavía no se sabe nada de un grupo de ecuatorianos que se encuentra desaparecido desde hace un año y que intentaron el mismo viaje de Juan Esteban y su hermana. El tránsito de ecuatorianos por las Bahamas se ha multiplicado desde que el Gobierno de México les exige visa para ingresar al país.
En la rueda de prensa, Juan Esteban contó que la tragedia comenzó cuando los motores del bote dejaron de funcionar.
“Esos criminales (los traficantes de personas) te hacen sentir seguro, te dicen que en tres o cuatro horas estás en Miami saliendo desde Bahamas, te aseguran que vas en un buen barco, con pocas personas, con chalecos salvavidas, pero todo es mentira. Solo tenía salvavidas el que manejaba el bote y su compañero, a quienes recogieron en otro bote cuando los motores fallaron. Dijeron que iban por ayuda, pero no volvieron. Ellos hablaban en inglés.
Cuando subí al barco y vi que no había chalecos salvavidas tuve un mal presentimiento, pero pudieron más las ganas de entrar a EE.UU. Era el sueño, reencontrarme con mi madre y buscar progreso en mi vida y en mi familia. Buscar progreso, pero también seguridad. La desesperación de salir de Colombia era mía y de mi hermana. Ella cursaba segundo semestre de ingeniería agroindustrial. Era una chica muy correcta, muy seria, muy callada, no haría esto que estamos haciendo, una rueda de prensa. Era el motor de la familia, era quien nos guiaba a todos, y cada día que pasa el dolor por su ausencia se hace más grande.
El naufragio se da porque los motores del bote dejaron de funcionar a eso de las tres de la madrugada del domingo. Cuatro horas después, a las 7:00 a.m., el barco se voltea. Todo ese tiempo hablaba con mi hermana, oramos mucho, nos encomendamos a la Virgen, le dije que si el barco se volteaba, que era lo más seguro, por las condiciones del mar, se agarrara de alguna parte del bote. Y fue lo que pasó.
Como quedamos en alta mar, a la deriva, debido a los motores dañados, el mar empezó a picarse, y comenzaron a originarse olas muy grandes, calculo que de 4 0 5 metros. Eran tan grandes, que sobrepasaban el bote y comenzaron a caer adentro y nos inundamos. El bote se llenó de agua, hasta que una ola nos volteó.
Es en ese momento cuando me separo de mi hermana. Después la veo de nuevo, y cuando me dirijo hacia donde estaba ella para ayudarla, el resto de personas me agarra, todo el mundo se agarraba de todo el mundo, y de lo que quedaba del bote, y eso llevó a mi hermana a hundirse. Yo me solté de quien me estaba agarrando para buscarla pero no la volví a ver.
Sacaba fuerzas de donde no tenía, buscándola todo el tiempo, pero fue imposible encontrarla. Fue cuando me agarré a una parte del motor del bote, pero solo pensaba en ella, y en que debía estar vivo para contarles a mis papás y a mi familia lo que pasó. Solo pensaba en eso.
Permanecí todo el tiempo al lado de los motores, dentro del agua, porque allí me sentía más caliente. Cuando emergía, el viento me afectaba y me daba más frío. La gente que quedó agarrada a alguna parte del bote, unas 15 personas, fueron muriendo poco a poco, por las dificultades que estábamos pasando, el frío, la falta de alimento, de agua. Algunos se fueron soltando, como si se dejaran morir, como suicidándose. En el barco iba una bebé. Y niñas. Algunas personas no sabían nadar.
Yo me quedo solo a eso de las 4 o 5 de la tarde del lunes. La soledad fue un golpe más, pero no perdí la fe. Me amarré un lazo a la mano derecha para sujetarme de la parte del bote donde me encontraron. Ya en ese momento pensaba que me iba a morir, no tenía fuerzas. Ni siquiera vi el barco de carga que me rescató. Yo estaba acostado boca abajo. No hice señas, nada. Sí escuché algo y pensé que era una ola pegando donde yo estaba. Fue cuando miré hacia atrás y vi el barco. Los tripulantes dijeron que me iban a ayudar, me socorrieron, me dieron comida, y les agradezco en el alma. Unos ángeles.
A quienes pretendan intentar este viaje, les aconsejo que no lo hagan. No deseo que nadie vuelva a pasar lo que yo pasé. Y menos con familiares, con seres queridos, porque los pueden perder, como me pasó a mí”.
Desde Houston, donde está radicada Marcia, me escribe que está dedicada a los trámites para que le permitan quedarse en Estados Unidos a su hijo, al que llama su ‘milagro’.
No le falta razón. Cada año mueren miles de personas que simplemente quieren salir de un lugar y llegar a otro, en rutas y condiciones en las que exponen su vida pese a pagarles fortunas a los traficantes.
Según la Organización Internacional para las Migraciones, 2021 quedará en la historia como el año donde se duplicaron las muertes de los inmigrantes en su tránsito hacia un nuevo destino: alrededor de 5000 personas. “ Los movimientos masivos de población en Latinoamérica aportaron una cuarta parte de los decesos”.
“Los traficantes son los grandes ganadores de las políticas antiinmigración”
Juan Matías Gil es jefe de Misión de Médicos sin Fronteras en el ‘Geo Barents’, el barco dedicado a rescatar migrantes en el Mediterráneo. En 2021 salvaron a 1903 personas. “Todos los meses ocurren naufragios de personas que huyen de su país”.
El buque Geo Barents es tan grande como un edificio - mide 76,95 metros de eslora - y permanece en el mar Mediterráneo, la ruta más peligrosa para los migrantes que intentan llegar desde África hasta Europa. La Organización Internacional para las Migraciones informó que 1146 personas murieron en esas aguas que rodean a Europa, África y Asia, durante el primer semestre de 2021. La cifra, sin embargo, es mucho mayor. No todas las muertes de migrantes en el océano son registradas.
El buque de Médicos sin Fronteras tiene capacidad para llevar a bordo a 600 personas, y recorre ese océano con una tonelada de medicinas y otras tantas de comida, cobijas, ropa. Su misión es rescatar a los migrantes que por lo regular son abandonados por los traficantes, y aquellos que navegan en embarcaciones precarias y con sobrecupo: hasta 150 personas en botes de nueve metros.
El Geo Barents se encuentra este fin de semana en el puerto italiano de Augusta (Sicilia), tras desembarcar a 439 migrantes rescatados en el Mediterráneo.
Entre la tripulación del Geo Barents está Juan Matías Gil, un argentino, jefe de Misión de Médicos sin Fronteras en el barco. Desde Roma (el buque está en Sicilia mientras se releva el personal), Juan atendió a El País para conversar sobre lo que las organizaciones de Derechos Humanos han llamado “la gran crisis mundial de los migrantes”.
Las noticias sobre naufragios de migrantes son recurrentes...
La inmigración, el movimiento de personas, no es nuevo. Siempre nos hemos movido de un lugar a otro, y se ve en Colombia, como en el resto del mundo. Cuánta gente uno encuentra en Cali que no es de la ciudad, venezolanos o haitianos, por ejemplo. Personas que se mueven por situaciones forzosas, al límite, por guerras, por violencia, y también para buscar oportunidades. Ese no es el problema. El problema es que la gente que se quiere mover, tenga que hacerlo arriesgando su vida. Si lo que se busca es más seguridad, protección, Derechos Humanos, miles se están viendo obligados a arriesgar la vida para alcanzarlo porque no hay rutas seguras y legales para llegar a un destino, o para salir de donde están porque su vida corre peligro o no pueden atender las necesidades de sus familias. Si tuvieran la posibilidad de hacerlo de manera regular, no tendrían que arriesgar la vida ni la de sus familias. Eso es lo que está pasando.
¿Qué tanto ha impactado la pandemia en la crisis mundial de los migrantes?
Es difícil afirmarlo. Sería una pregunta para un investigador académico que analice estos fenómenos. Pero sí te puedo decir que la pandemia sin duda tiene efectos colaterales y consecuencias indirectas en la inmigración. Lo digo basado en los testimonios de quienes hemos rescatado en el Geo Barents en el Mediterráneo. Estamos hablando de gente muy joven, muchos menores de edad que nos dicen que se han visto forzados a salir de sus lugares debido a la presión familiar que, al no recibir remesas que antes recibían de familiares en el exterior, gente que estaba en Europa o en otros lugares y que les mandaban dinero, y que a partir de la pandemia esos dineros no han llegado o llegan en menor cantidad, entonces distintos miembros de la familia se vieron forzados a huir en busca de un lugar seguro.
¿Cuál es la labor del Geo Barents exactamente en este contexto?
Lo que hace el barco es llenar un vacío que dejaron los estados europeos que, de acuerdo con la Ley Marítima internacional, tendrían que encargarse de las emergencias en el mar. Sin embargo, a partir de 2017 el Gobierno italiano se retiró del Mediterráneo central y tercerizó este servicio en un cuerpo que creó con su financiamiento, y que se llama la Guardia Costera de Libia. Tercerizaron el control de sus fronteras tratando de que la gente no llegue a territorio europeo, pagando a un cuerpo que no ha evitado estas muertes que ocurren en el mar. El año pasado, 2021, tenemos reportes de más de 1500 muertes de migrantes en el Mediterráneo. Son las muertes de las que tenemos conocimiento, porque seguramente serán números subestimados.
La Guardia Costera de Libia no solo no evita estas muertes (en ocasiones las propicia atacando los barcos de los migrantes, disparando, pinchando los botes de plástico) sino que además es un cuerpo de dudosa reputación que anteriormente se dedicaba al tráfico de personas y hoy Italia paradójicamente le paga para que contengan a la gente.
Lo que hacen es interceptar a los migrantes en el mar y los devuelven a centros de detención en territorio libio, donde están documentados toda serie de abusos como torturas, violencia física, psicológica, sexual, trabajos forzados, y donde solo hay dos maneras de salir: pagando, pidiéndole dinero a su familia para que los dejen salir, o escapando, de nuevo arriesgando la vida, para encontrar una vez más a un traficante y subirse a otra embarcación innavegable y una vez más ser interceptado por la guardia costera y entrar en un círculo vicioso de violencia.
1500 personas perdieron la vida en 2021 intentando alcanzar las costas del sur de Europa a través de la ruta central del Mediterráneo, que conecta Libia con Italia, según la OIM.
¿El barco se encarga de la vigilancia de las emergencias en el mar?
Exactamente. Hasta el año de 2017 era el Centro de Coordinación Marítima italiano, en Roma, el que se encargaba de esta labor de atender las emergencias de los migrantes en el mar. Los barcos de la sociedad civil, como los de Médicos sin Fronteras, estábamos dentro de ese sistema, pero al ellos retirarse, seguimos trabajando porque siguen moviendo mucha gente. Hacemos una búsqueda estudiando desde dónde parten las embarcaciones precarias y las encontramos en el medio del mar. Las embarcamos en nuestro barco a través de lanchas, y de acuerdo a la ley internacional, un rescate termina cuando los sobrevivientes son desembarcados en un lugar seguro. Libia no lo es, entonces nos dirigimos a Malta para desembarcar a los migrantes, o a Italia, que, con no pocas demoras, nos permite desembarcar a los sobrevivientes. No solo es que suplimos al Estado sino que sufrimos obstaculización de nuestra actividad con demoras innecesarias que extienden el sufrimiento de los migrantes.
¿Cuántos migrantes han rescatado?
El año pasado hicimos siete misiones, que significa salir de un puerto y volver con sobrevivientes, y en 30 operaciones, rescatamos a 1903 personas. Desafortunadamente, también recuperamos diez cuerpos sin vida que estaban en el mar o en los botes de los migrantes. Como organización, desde 2015 y con ocho barcos diferentes, hemos rescatado a alrededor de 82 mil personas en el océano.
¿Cómo describir el barco?
Te diría que es un barco particular porque por el contexto de pandemia tenemos que tener muchas precauciones para evitar focos de contagio. Tenemos todas las cubiertas cerradas, como los espacios del puente del comando y donde duerme la tripulación. Estamos hablando de 40 personas; 15 que se encargan del movimiento de rutina del barco, otras 15 están dedicadas a la operación de rescate, que es muy compleja, y otras 10 personas se encargan de la atención de los sobrevivientes: médicos, enfermeros, psicólogos, ginecólogas, mediadores culturales y oficiales de protección, porque los casos de personas vulnerables tienen la atención que requieren. Y tenemos las cubiertas cerradas donde se encuentran los sobrevivientes. Cuentan con sus instalaciones higiénicas y servicios básicos que les podemos brindar como vestido, alimentación, ducha, baño, una condición digna dentro del barco.
¿Cómo detectan las embarcaciones que están en peligro?
Contamos con dos fuentes de alertas. Por un lado, tenemos guardias las 24 horas, miembros de nuestros equipos que van en el puente de comando con binoculares, y se determina un patrón de búsqueda. La mayoría de nuestros rescates provienen de esta fuente de información.
Y tenemos otra fuente, y es que en algunos casos los traficantes de personas dan a las embarcaciones un teléfono satelital para que los migrantes alerten en caso de que estén en peligro. La alerta llega a una red de la sociedad civil, que avisa a las autoridades, y ellos nos alertan a nosotros.
¿En qué condiciones están navegando los migrantes?
En condiciones muy precarias. Los traficantes sobrecargan las embarcaciones. Hemos visto botes de 9 metros de largo por 2 de ancho, donde meten hasta 150 personas abordo. En el momento en que suben no se pueden mover porque corren el riesgo de caerse. Muchas veces están horas, días, sin ser rescatados, así que imagínate estar en una lancha dos, tres días, sin moverte en medio del mar, sin servicios sanitarios, sin agua, sin comida. Estas embarcaciones tienen además bidones de gasolina a bordo que producen quemaduras en la piel.
Muchas de las personas que rescatamos tienen quemaduras y afectaciones graves de la piel. Tampoco tienen agua, comida, y cada movimiento de alguna de esas personas puede terminar en una tragedia si la embarcación se da vuelta.
Con el paso del tiempo nos hemos encontrado con gente que lamentablemente ha muerto dentro de las cubiertas por los gases emitidos por el motor, y después de horas a bordo han perdido la vida. Es una situación que no debería existir si se tuvieran canales legales y seguros para llegar a un destino, y todo este círculo de violencia que obviamente perjudica al migrante y beneficia a los traficantes, a quienes les pagan tres o cuatro veces para lograr escapar de algún lugar. Los traficantes de personas en todo el mundo son los grandes ganadores de las políticas antiinmigración.
¿Qué historias recuerda entre los migrantes que han rescatado?
Son historias que no queremos recordar, pero a las que se les debe dar difusión para que seamos conscientes de lo que enfrentamos. Hay mujeres que nos cuentan que en los centros de detención de migrantes en Libia las buscan los guardias y les dicen que, a cambio de favores sexuales, las liberan, lo que no sucede, y pasan meses en estas estructuras. Otros nos cuentan que, al no tener su familia recursos para pagar su liberación, esta extorsión, han durado 3 y 4 meses esposados, sin acceso a los servicios básicos de ver un médico, con condiciones higiénicas muy pobres y la alimentación al límite de la sobrevivencia. Así que, bueno, no son las historias más felices de escuchar pero no las podemos esconder.
(La tripulación del Geo Barents ha recogido testimonios de los migrantes sobre lo que les sucede en los centros de detención en Libia, adonde son conducidos por la Guardia Costera de ese país. Un migrante de Costa de Marfil contó que había estado detenido durante tres meses, en los que estuvo con grilletes en tobillos y muñecas. “Nos golpearon con palos de madera y metal. Todavía tengo cicatrices de cortes con cuchillos en la espalda”. Una sobreviviente de Nigeria denunció haber sido víctima violencia sexual en estos centros: “Se llevaban a las mujeres sin decirles que las violarían. Solo señalan a las más jóvenes y dicen: 'Tú, tú, ven'. Más tarde, las niñas regresarían llorando. El mudir (comandante del centro) las viola”. Otro sobreviviente a bordo del Geo Barents aseguró que en febrero de 2021 la guardia costera libia había embestido un bote de goma en el que viajaban él y más de 100 personas, causando que el barco naufragara. 40 personas murieron, 11 niños.
Por su experiencia, ¿qué tan frecuente son los naufragios de migrantes?
Son muy frecuentes. Todos los meses ocurren. En invierno es mucho más peligroso, porque el mar y el tiempo pueden cambiar repentinamente, y un buen día de navegación se puede convertir en un infierno en horas. Pero no solo sucede en invierno, también en verano, por las condiciones ya mencionadas en las que navegan. Un naufragio es una muerte casi segura si nadie te rescata.
¿Cómo conjurar esto?
Se deben crear canales seguros y legales para que las personas no tengan que arriesgar su vida, y en lugar de dar dinero y fondos a instituciones para contener la migración, crear un mecanismo oficial de búsqueda y rescate con un claro mandato de salvar vidas. Y que las organizaciones de la sociedad civil no tengamos que cubrir ese vacío. También interrumpir el soporte a la Guardia Costera de Libia que, en el caso de Europa, es un activo partícipe del sistema organizado de violencia contra los migrantes.