VALLE
Así es el 'banco de semillas' del Ciat que ayuda a combatir el hambre en el mundo
Joe Tohme es el líder del nuevo banco de semillas del Ciat, que se inaugura este martes con el presidente Duque, y donde se conserva la ‘biblioteca’ genética del planeta en fríjol, yuca y forrajes. “El Valle juega un papel clave en la seguridad alimentaria mundial”.
Joe Tohme nació en el Líbano, el Oriente Próximo, la región más cercana al Mediterráneo, pero se presenta como “un caleño de corazón”. Hace 30 años llegó a Colombia para trabajar en el Centro Internacional de Agricultura Tropical, Ciat, (hoy llamado Alianza de Bioversity International y el Ciat) y jamás regresó a su país, por lo menos no a vivir.
— Estaba haciendo un post doctorado en la Universidad Estatal de Michigan, en Estados Unidos, tuve varias ofertas, entre ellas la del Ciat, y me quedé. Es un gran sitio para trabajar y la gente en el Valle es bastante amable. Además, me gusta Cali – dice con una gran sonrisa.
Lo han llamado el “científico que busca frenar la desnutrición del planeta desde el Valle del Cauca”, y es justo lo que sigue intentando. Joe, miembro distinguido de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (Aaas), la mayor sociedad científica del mundo, lidera el banco de semillas del Ciat, cuyo nuevo edificio, que tuvo una inversión de 17.2 millones de dólares suministrados por donantes internacionales, será inaugurado este martes 15 de marzo de 2022 con presencia del presidente Iván Duque.
El edificio – Semillas del Futuro se llama - sustituye el antiguo banco de germoplasma del Ciat, que había superado su capacidad. En las nuevas bóvedas, algunas a menos seis y otras a menos 20 grados centígrados, se custodian las colecciones de fríjol, yuca y forrajes tropicales más grandes del mundo, con cerca de 67.000 materiales distintos. Es algo así como la ‘biblioteca genética’ de la Tierra para dichas plantas, un seguro ante una problemática de la que casi nadie habla: en el último siglo, tras los desastres naturales, las guerras, la urbanización del campo y de la selva, se ha perdido el 75% de la diversidad de los cultivos.
— Somos una especie de Svalbard en el trópico. El banco de semillas de Svalbard, situado en el archipiélago noruego de Svalbard, es un almacén subterráneo de semillas de miles de plantas de cultivo de todo el mundo. Fue creado para que los bancos genéticos almacenen allí muestras de sus colecciones de semillas, incluidas las nuestras, y las puedan replicar en caso de que se pierdan como consecuencia de guerras o desastres naturales. En el banco de semillas del Ciat vamos más allá. No solo almacenamos, sino que distribuimos. Desde 1973 hemos suministrado 500 mil muestras de semillas para 143 países. Algunas fueron pedidas por agricultores, o para investigación, o para que países que pasaron por desastres naturales o conflictos bélicos recuperaran sus cultivos. Colombia, a través de este banco de germoplasma ubicado en Palmira, juega un papel muy importante en la seguridad alimentaria mundial – dice Joe. Habla el ‘bibliotecario’ de la Tierra.
¿De qué manera se ha beneficiado el mundo con la distribución de semillas que se hace desde el banco de germoplasma del Ciat?
Es una labor orgullo para Colombia. Con el apoyo del Instituto Colombiano Agropecuario, ICA, estamos haciendo la distribución a nivel global de diferentes colecciones de semillas. En algunos casos se ha tratado de misiones para recuperar el patrimonio nacional de diferentes países. Es lo que sucedió con Ruanda, al este de África, que sufrió un evento trágico. Durante el genocidio (como se le llamó al intento de exterminio de la población Tutsi por parte del gobierno Hutu entre el 7 de abril y el 15 de julio de 1994) se perdió la colección nacional de semillas de sus cultivos, pero estaba protegida aquí. Así que enviamos las muestras. Si algo ocurre en un país X, la colección se envía. Otro ejemplo son los huracanes en América Central, donde se pierden los cultivos arrasados por los vientos. Se mandan de inmediato las semillas. Colombia está teniendo un impacto global en la agricultura y la seguridad alimentaria.
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¿Qué papel juega un banco de germoplasma como el del Ciat en la prevención de enfermedades y plagas de los cultivos, por cierto?
Te voy a dar un ejemplo con hilo valluno. En yuca hay una enfermedad, un virus, que por suerte no está presente en América pero sí en África.
Afecta sobre todo la producción, la reduce hasta en un 40%.
Últimamente se encontró un material, una semilla, que podría ser la clave para hacerle resistencia a ese virus. La parte interesante es que esa semilla la colectó un científico bastante famoso en el Valle y en Colombia, Víctor Manuel Patiño (el descubridor del borojó).
Víctor hizo una colecta hace 30 años a solicitud del Ciat en Colombia, Ecuador y Perú. Lo que encontró en Perú y Ecuador, él no podía saberlo en su momento, es lo que podría salvar el cultivo de yuca en África. Lo descubrimos después de una caracterización que hicimos con colegas en Alemania. Si Víctor no hubiera colectado ese material, y no se hubiera conservado en el banco, se acaba la yuca en ese continente o la producción sería muy costosa al tener que utilizar químicos que son dañinos para el medio ambiente. Esa historia es una muestra de la importancia de estos bancos. El valor de la colección que tenemos es ese tesoro que tenemos que descubrir, saber para qué sirve cada semilla. Para lograrlo estamos estableciendo redes de investigación tanto en Colombia como en el exterior.
75% de la variedad de cultivos se ha perdido. ¿Qué tantas de esas semillas desaparecidas están en el banco?
No sabemos cuántas semillas que ya desaparecieron están en esta colección, pero sabemos que el dato es alto. Los parientes silvestres de los cultivos de yuca y de fríjol, una gran parte de ellos, desapareció.
También contamos con colecciones recogidas por el colega Daniel Debouck, botánico belga, el colector más famoso de fríjol a nivel mundial. Hizo colectas de semillas en México, Argentina, Costa Rica, que desaparecieron. Hicieron carreteras, levantaron un supermercado, arrasaron los cultivos y esas variedades ya no existen en esos países, pero las conservamos aquí.
El propósito de este banco es preservar esa memoria natural que está desapareciendo, tanto para la investigación como para la producción agrícola. Y hay que aclarar que no somos los dueños de las semillas. Lo que hacemos es proteger la herencia que han usado los campesinos durante siglos. Custodiar esta colección de semillas bajo un tratado de recursos genéticos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO.
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Si el mundo tiene tantas posibilidades gracias a los bancos de semillas, ¿por qué persiste el hambre?
Es un cuestionamiento válido y oportuno. Se explica por diferentes razones: hay desafíos ambientales, desafíos en los sistemas agrícolas que no son productivos, falta capacidad técnica que el Ciat, con diferentes socios, queremos fortalecer. Hay desafíos estructurales, políticos y sistemas ineficientes de distribución de alimentos. También un asunto que tenemos que afrontar desde ya: cómo generar conocimiento para la sociedad alrededor de la alimentación. América Latina, en un 75%, es urbana. En Colombia estamos en alrededor del 80%. Eso quiere decir que la gente no sabe de dónde viene la comida. Piensa que viene de los supermercados. Tenemos que tener un sistema de capacitación a diferentes edades, para garantizar el valor del campo en las próximas generaciones y mantener vibrante ese sector agrícola con tecnología de punta que permita responder a los desafíos ambientales que sabemos, ya están presentes: el cambio climático.
Lo vemos con la papa. La preocupación nuestra es que los cultivos de papa cada vez más los están subiendo a los páramos, es un cultivo que requiere de temperaturas bajas y la temperatura del planeta está aumentando. El reto es mejorar la productividad de la papa en áreas donde no afecte los páramos, pues es allí es donde nace el agua.
¿Qué papel tiene el banco en ese contexto de cambio climático?
Es el papel fundamental que desempeñamos, junto a otros socios. Estamos evaluando materiales resistentes para diferentes condiciones ambientales, de temperatura, tolerancia a sequías, resistencia a enfermedades. Hacemos ensayos en diferentes estaciones del Ciat en Colombia. La estación de Santander de Quilichao, por ejemplo, es un laboratorio de ensayo para cultivos en suelos ácidos, no solo para Colombia, sino para África. El impacto que tenemos va más allá de Colombia, gracias al apoyo de los aliados. El banco también es una biblioteca genética a partir de la cual se podrán seguir desarrollando nuevas variedades de cultivos nutritivos que se adapten a las condiciones de crecimiento de todo el mundo.
El Ciat ya tenía un banco de germoplasma. ¿Por qué uno nuevo?
Son varios motivos. Primero, el anterior edificio ya no tenía capacidad en sus bóvedas para almacenar las semillas, ahora esa capacidad la ampliamos en un 30%. El propósito es mejorar la conservación y reproducción de las semillas con tecnología de punta. Tenemos un nuevo módulo, el Laboratorio de Descubrimiento de Datos y Biotecnología, que facilitará nuevos hallazgos apoyándose en la genómica y en las tecnologías de big data para seguir mejorando los cultivos con el fin de obtener un mayor rendimiento, una mejor nutrición y una mayor resistencia al clima.
Otro propósito es digitalizar el banco, para no solo hacer envío de las semillas al resto del mundo, sino también las secuencias de adn de rasgos importantes desde el punto de vista climático, nutricional y de resistencia. Científicos de todo el mundo tendrán acceso libre a los pasaportes digitales de estos cultivos, agilizando la colaboración y los descubrimientos. Y queremos fortalecer la capacitación, formar a la próxima generación de expertos en recursos genéticos.
Es un nuevo edificio con certificaciones, además…
Así es. Semillas del Futuro será el primer banco de germoplasma en el mundo construido con certificación LEED (Liderazgo en Energía y Diseño Ambiental) de nivel platino. En Colombia hay diferentes sitios que tienen ese tipo de certificación, y a nivel global también, sin embargo, son edificios comerciales o de investigación, pero no hay ningún banco de semillas que tengan este tipo de certificación, lo que es un orgullo. Todo se hizo con talento colombiano. Los arquitectos son Alejandro Echeverry y Guillermo Valencia, los mismos que hicieron Parque Explora, el museo de ciencias en Medellín. Y hay empresas vallunas que se encargaron, por ejemplo, de la refrigeración, que no es fácil. No son aires acondicionados.
La estructura del edificio es similar a un bosque, queremos enviar un mensaje sobre la importancia de la sostenibilidad a distintos niveles, la investigación, la producción agrícola pero también la construcción. La cubierta es semi abierta para dejar entrar la luz del sol, pero solo la necesaria para que no se acumule calor. Tomamos de la lluvia el agua que necesitamos y luego la tratamos para devolverla a la tierra. Los paneles solares proporcionan la mitad de la energía que necesita el edificio. Pero sobre todo hay que decir que tenemos 80 científicos colombianos trabajando en mantenimiento de recursos genéticos. Lo reitero: Colombia está teniendo un impacto a nivel global tanto en la agricultura como en la seguridad alimentaria de la humanidad.