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Salud mental en adolescentes: la creciente alerta por suicidios en el Valle del Cauca
Cali ocupa el tercer lugar entre las ciudades con mayor número de intentos de personas que quieren acabar con su vida en Colombia. Según expertos, se necesitan más estrategias de prevención, atención psicológica y apoyo familiar.

10 de sept de 2025, 10:16 a. m.
Actualizado el 10 de sept de 2025, 10:16 a. m.
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En medio de las rutinas escolares, las exigencias familiares, las presiones sociales o los cambios propios de la edad, muchos adolescentes cargan con miedos, ansiedades y tristezas que necesitan un acompañamiento psicológico a tiempo.
Los trastornos de salud mental, como la depresión, la ansiedad o los problemas de conducta, afectan de manera directa la forma en la que este grupo poblacional percibe su vida y toma decisiones.
Cuando no se diagnostican ni se tratan, esas afecciones pueden conducir a pensamientos erróneos y desesperanza e incluso a considerar el suicidio como una salida, pese a que existen alternativas de apoyo y recuperación.

Según el Informe de Evento Intento de Suicidio, elaborado por el Instituto Nacional de Salud, en 2023 se registraron 3145 sucesos en Colombia, un promedio de nueve casos diarios, lo que significó un incremento del 10,9 % frente a 2022.
La capital del Valle del Cauca no es ajena a esa tendencia. En julio de 2023 se contabilizaron 1078 intentos de suicidio y 91 muertes, lo que ubicó a Cali como la tercera ciudad con más casos en el país.
El secretario de Salud Municipal, Germán Escobar, confirmó que el panorama sigue siendo preocupante: en lo que va del 2025, la ciudad ha registrado 68 casos de suicidio consumado, lo que equivale a una tasa de 1,3 por cada mil habitantes.
Precisó que los adolescentes y adultos jóvenes concentran el 80 % de los casos, con mayor prevalencia en hombres.
El funcionario señaló que factores como la violencia, los conflictos familiares y de pareja y las dificultades económicas, sumados a trastornos mentales, siguen elevando el riesgo.
Para enfrentarlo, la dependencia a su cargo ha reforzado sus programas territoriales de salud mental y la línea 106, disponible las 24 horas los siete días de la semana, con apoyo profesional especializado.
El panorama en los municipios
Aunque Cali concentra un alto número de casos, otros municipios del Valle del Cauca también reportan cifras aún más preocupantes de intentos de suicidio.
De acuerdo con la Secretaría de Salud de Candelaria, Palmira lidera la lista, con 140 casos; seguido de Jamundí, con 112; Cartago, con 85; Tuluá, con 83; Yumbo, con 75; Buga, con 68, y, por último, Candelaria, con 39 casos.
En estas localidades se han registrado 602 intentos de suicidio en lo que va del año, lo que evidencia la magnitud del problema y la necesidad de fortalecer la prevención. Según la Secretaría de Salud de Candelaria, los métodos más frecuentes son la intoxicación, el uso de arma cortopunzante, la asfixia, el arma de fuego y el lanzamiento al vacío.
Una etapa vulnerable
La Organización Mundial de la Salud ha advertido que uno de cada siete jóvenes entre los 10 y los 19 años padece de algún trastorno mental.
La depresión, la ansiedad y los trastornos de comportamiento están entre las principales causas de enfermedad y discapacidad en los adolescentes.
El suicidio, por su parte, se ha convertido en la tercera causa de muerte entre los 15 y los 29 años.

El psicólogo Carlos Londoño explica que esta vulnerabilidad empieza incluso antes: “Los niños entre los 10 y los 12 años atraviesan un periodo crítico, no se sienten ni niños ni adolescentes. Es un rango de edad donde el bullying, el maltrato familiar o la falta de reconocimiento pueden desencadenar sentimientos de desesperanza y ansiedad, factores que, de no atenderse, se acumulan y en el futuro pueden conducir a intentos de suicidio”.
Añade que las rupturas amorosas y el acoso en redes sociales también son detonantes en edades mayores. “Un video humillante que se vuelve viral puede destruir el sentido de valía de un joven en segundos. La impulsividad propia de la adolescencia hace que en momentos de ira o tristeza profunda muchos tomen decisiones fatales sin haberlas planeado antes”, precisa.
Para el terapeuta Gonzalo Gallo, muchos adolescentes “coquetean con la idea del suicidio” antes de intentarlo. Por eso reconoce la importancia de identificar los cambios de comportamiento: aislamiento, rutinas alteradas, frases de desesperanza, expresiones como “mi vida no tiene sentido” o cambios bruscos en hábitos alimenticios y de sueño.
El especialista insiste en que los hogares disfuncionales, la ausencia de vínculos afectivos y las malas compañías son factores de riesgo que deben vigilarse de cerca.
En ese mismo sentido, Elkin Riascos, psicólogo clínico, destaca que “en el Valle del Cauca hemos visto un aumento sostenido de intentos de suicidio en adolescentes en los últimos años, aunque en 2024 hubo una leve reducción frente al 2023. Sin embargo, las cifras siguen siendo muy altas”.
El terapeuta identifica cuatro factores principales para estas afecciones: la falta de acceso oportuno a la atención psicológica, el acoso escolar y el bajo sentido de pertenencia, los conflictos interpersonales y la influencia de las redes sociales.
Para él, “la clave está en fortalecer las habilidades socioemocionales desde la escuela, capacitar a los docentes como primera línea de apoyo, crear centros juveniles con atención psicológica y asegurar un seguimiento cercano después de un intento, que es cuando más vidas se pueden salvar”.
“Me ponía una máscara y le daba a entender a todos que estaba bien”
La historia de Dayana Méndez, de 24 años, refleja cómo los trastornos mentales pueden instalarse desde la niñez. A los 10 años fue diagnosticada con trastorno de ansiedad generalizada y a los 13 con depresión: “Me ponía una máscara y le daba a entender a todo el mundo que todo estaba bien, aunque por dentro me sintiera muriendo”.
Ha pasado por diferentes tratamientos farmacológicos, terapéuticos y momentos difíciles: “He tenido crisis tan fuertes, que sentía que me iba a dar un infarto, me paralizaba, me costaba respirar”, relata.
Ahora ha aprendido a apoyarse en redes de amigos y familia. “La terapia y el apoyo de mis seres queridos han sido fundamentales. También encontrar actividades que canalicen mis emociones, como cocinar, dibujar o escribir”, cuenta.

El testimonio de Dayana confirma que la detección temprana y el acompañamiento constante pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Los espacios educativos también cumplen un rol fundamental y decisivo en la construcción y promoción del bienestar emocional de los jóvenes.
La Universidad del Valle, consciente de esta responsabilidad y luego de haber registrado algunos casos de suicidio en los últimos años, ha reforzado y trabaja constantemente en nuevas estrategias de acompañamiento.
El decano de psicología de ese centro de educación superior, Nelson Molina, recuerda que la salud mental debe entenderse más allá de la ausencia de enfermedades y asumirse como una condición ligada al bienestar integral.
La institución ha impulsado políticas como ‘Universidad saludable’, que promueve servicios psicológicos y programas de acompañamiento a estudiantes de comunidades vulnerables.
En su concepto, la familia juega un papel fundamental al “favorecer el diálogo, el encuentro, la expresión emocional en momentos importantes como las comidas o las celebraciones o incluso en los momentos difíciles, ayuda a prevenir trastornos”.
En el ámbito escolar, la subsecretaria de Calidad Educativa de Cali, Mónica López Castro, explica que la ciudad avanza en un proyecto de convivencia con tres líneas: apoyo psicosocial en instituciones educativas, mediación escolar y fortalecimiento de la relación familia-escuela.
Aunque la capital del Valle aún no cuenta con docentes orientadores de planta en todos los colegios, la Secretaría de Educación trabaja con el Ministerio del ramo para que esa figura se consolide. “El docente orientador es clave, porque lidera la prevención, diseña estrategias con los rectores y activa la ruta de atención cuando se detecta un caso grave”, asegura.
Además, se han implementado mesas de mediación y articulación con la Secretaría de Educación y el Instituto de Bienestar Familiar. “La prevención es fundamental. Si tuviéramos más actividades en esa línea, podríamos evitar muchos casos, no solo relacionados con la salud mental, sino también con la convivencia”, enfatiza López.
El panorama en el Valle del Cauca refleja un problema global. Cada intento de suicidio es un llamado de auxilio que no puede ser ignorado. Como lo resume el decano Molina, la persona más cercana puede convertirse en la primera ayuda, y nunca se debe subestimar el poder de escuchar, acompañar y orientar.
A su vez, testimonios como el de Dayana recuerdan que buscar ayuda no es una debilidad, sino un acto de valentía. En medio de cifras preocupantes y realidades dolorosas, la construcción de una cultura de cuidado, prevención y respeto por la salud mental se perfila como la mejor herramienta para salvar vidas y cambiar la historia de muchos jóvenes en la región.