Editorial
Trampas mortales
La fotografía se repite en cualquier vía, en cualquier barrio, a cualquier hora: los vivos que se pasan los semáforos en rojo, invaden los carriles exclusivos del MÍO, se meten en contravía, ignoran las señales o exceden los límites de velocidad.
Las cifras de accidentalidad vial y el número de fallecidos que deja en Cali debería generar alarma en su sociedad. Contrario a lo esperado, la siniestralidad en las calles de la ciudad sigue en aumento, lo cual la hace una de las más peligrosas del país para quienes transitan por sus vías. Educación, prudencia y control son necesarias para reducir esos números fatales.
La Secretaría de Movilidad presentó esta semana su tercer Anuario de Seguridad Vial, en el cual se revelan los datos definitivos de accidentes y muertes relacionadas ocurridos en 2022 en Cali. Según el reporte, durante los doce meses del año anterior 327 personas perdieron la vida en siniestros en carreteras locales, en la práctica una víctima mortal cada día, de las cuales 186 fueron motociclistas, 103 peatones, 26 ciclistas y los 12 restantes pasajeros o no hay datos sobre ellos.
Son números que preocupan, más aún cuando la tendencia muestra un incremento en lo que va corrido de este 2023. Entre enero y junio del presente año, ya se contabilizaban 157 fallecidos en siniestros viales en la capital del Valle, es decir 22 más que en el mismo periodo anterior. Al igual que en 2022, más de la mitad han sido motociclistas.
Es evidente lo que sucede en las calles de Cali y con quienes tienen la responsabilidad de conducir cualquier clase de vehículos en ellas. El análisis obvio refleja el irrespeto por las normas de tránsito, que buscan proteger la vida e integridad de los colombianos. Es también la falta de orden que se apoderó hace algún tiempo de la ciudad, así como el desconocimiento de los caleños hacia sus autoridades locales.
La fotografía se repite en cualquier vía, en cualquier barrio, a cualquier hora: los vivos que se pasan los semáforos en rojo, invaden los carriles exclusivos del MÍO, se meten en contravía, ignoran las señales o exceden los límites de velocidad. Entonces ocurren los choques, se atropella a un peatón, se provoca una tragedia, al menos una, cada día.
Cuando a ello se suma que el 57% de los vehículos que transitan por la ciudad lo hacen sin la revisión tecnicomecánica y un 47% no cuenta con el Seguro Obligatorio, y que, además, los guardas de tránsito no alcanzan para perseguir y sancionar a quienes violan la ley, como por ejemplo a los motociclistas o sus parrilleros transitando sin casco, el coctel se vuelve mortal.
Por ello hay que insistir en lo de siempre, en educar desde los primeros años a los ciudadanos en el cumplimiento de las normas, en el respeto por el Código Nacional de Tránsito y por la autoridad, en formar a los futuros conductores para que asuman la enorme responsabilidad que tienen con ellos mismos y con los demás al manejar cualquier clase de vehículo.
Es la conciencia colectiva que se debe forjar desde la niñez, que también es la base de la convivencia ciudadana, para que las vías no se conviertan en las trampas mortales que son hoy.