Columnistas
Yo me llamo Adolfo
Por eso es llamativo que el líder mesiánico con el que nos ha castigado la historia, padezca de una ignorancia tan crasa en ese campo.
Es muy evidente que la educación en historia del líder del pacto histórico’ fue más bien estrecha. Su discurso no evoca a los grandes estadistas que suelen apoyarse en citas históricas trascendentales y relevantes, logrando la inspiración de sus seguidores.
Lamentable, porque hoy es posible educarse sin depender de una gran biblioteca. Basta con exponerse a la gran cantidad de videos, documentales y películas que dejan valiosas lecciones cuando han sido hechas con rigor. La Segunda Guerra Mundial ha sido uno de los temas más fértiles en producción audiovisual, permitiendo al interesado llegar a un entendimiento amplio, equilibrado y profundo de esos terribles años.
No es fácil entender cómo fue que Hitler logró convencer y entusiasmar a un pueblo tan inteligente, tan disciplinado y tan ponderado como el alemán, para terminar en semejante aventura de horror y destrucción. Podría especularse que si el novio de Eva Braun hubiese tenido una instrucción en historia que lo hubiese separado de las ideas radicales de una juventud violenta, dominada por la amargura y el resentimiento, habría podido usar su talento para impulsar a Alemania por un camino inteligente, llevándola a la preponderancia mundial sin necesidad de invasiones y guerras.
Por eso es llamativo que el líder mesiánico con el que nos ha castigado la historia, padezca de una ignorancia tan crasa en ese campo. Pareciera que toda su educación se limitó a ver una sola película de Hitler porque en su mundo no existen sino dos categorías. Quienes piensan como él, comprenden su sabiduría, lo apoyan irrestrictamente, y todos los demás, que invariablemente son calificados de nazis. Demuestra así un muy limitado conocimiento del amplio espectro del pensamiento.
Hay que recomendarle que amplíe su educación y vea una segunda película: el documental ‘Hitler y los nazis, la maldad a juicio’ en la que muchos, como Martillo en su columna de ‘Las dos orillas’, tuvimos una sensación de ‘déjà vu’ al captar todos los detalles de su comportamiento y su personalidad. Ver El Führer en acción, nos recordaba constantemente al líder galáctico.
Así, después de reconocerse, podrá dilucidar las oscuras raíces psicológicas de su obsesión nazi y hasta acudir a un popular programa presentándose como ‘yo me llamo Adolfo’. Nos veríamos obligados a aplaudir el asombroso parecido.
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