Columnistas
Y Petro, ¿qué?
Permanecer en la sombra, estar en la retaguardia, causa una desvalorización que genera una personalidad de ‘nunca merecer’, no poder reconocerse como valioso e importante.
En una de las charlas que tuve con José Alberto Tejada, algún día me habló de la preocupación que tenía por la tendencia de Petro al autosaboteo. La inquietud quedó y ahora volví a escuchar, de otra fuente, la misma interpretación, lo que motivó a analizar más despacio qué hay en la personalidad de Gustavo Petro para buscar lastimarse asumiendo actitudes que lo ‘hundan’. ¿Qué dice la psicología sobre el autosaboteo? Autosabotearse, en explicación simple, es no merecer, no ser lo suficientemente valioso para recibir un logro. Freud lo expresó como “miedo al éxito”. Creo entonces que Petro tiene muy marcado en su ADN el sello de la exclusión, la marca del marginado social, igual a tantos compatriotas que pueden ser brillantes, pero viven el rechazo social.
No terminan de encajar, no son reconocidos, no llegan a ocupar el lugar de las elites, de los que sí ‘merecen’. No es un problema económico o de cuentas bancarias. Es la exclusión social. Permanecer en la sombra, estar en la retaguardia, causa una desvalorización que genera una personalidad de ‘nunca merecer’, no poder reconocerse como valioso e importante. ¿Hijo de quién? Ningún mérito, oficio o propósito, quita esa marca. El reconocimiento social, tan significativo e importante en una sociedad de apariencias, coloca un sello indeleble difícil de erradicar. ¡No tenerlo es un inri emocional constante!
Entonces un hombre bien intencionado y hasta ingenuo, sí ingenuo, como Petro, cae en esa definición de querer lo mejor, pero saboteándose a sí mismo por ‘no merecer’ el logro. No resiste el éxito, no está acostumbrado a este.
Considero que Petro, con muy buena intención, quiso y quiere una sociedad más equitativa, conoce en carne propia cómo se vive en los espacios marginados, pero él es su peor enemigo para lograrlo. Ingenuo y confiado, no tiene la malicia perversa de Uribe, ni la sagacidad de Santos y menos la pendejada de Duque. No pertenece a la clase de los que se reconocen, se recomiendan o se amparan. Él, ‘hijo de nadie’, está marcado por la ingenuidad que le dio la vida al no ser mirado por ningún ‘importante’. Muchos de sus errores le suceden por confiado, por ser el bobo de la clase, por creer en los demás. Se la hacen una y otra vez. Desde su hijo.
Equivoca el camino, pero intenta ser fiel a sí mismo. Entonces ahora, después de tantos errores, la única opción que encuentra es el autosaboteo, volver a identificarse con aquello a lo que pertenece, de donde tomó identidad. La victimización es la salida. Es importante señalar cómo la personalidad marca el comportamiento que hasta una ideología ‘cae’ ante el poder de lo que se es. El transgeneracional delata.
Laura Sarabia puede ser la que ‘ve’, la que tiene la malicia de percibir qué puede suceder, la que lo cubre. Como mujer, intuitiva y sagaz, con preparación intelectual, vislumbra lo que la personalidad de Petro no capta. Ella es de los ‘mismos’. Pero a Petro le sucede una y otra vez: los que nombra, su hijo, sus colaboradores, todos se la ‘hacen’. Hoy desconfía cada vez más de quienes lo rodean. Su mensaje es ‘regresar’ a aquello que lo nutrió, por ello vuelve a las fuentes de donde tomó identidad. Su construcción de país fue torpedeado por saberes, ignorancias, intereses, políticas y políticos que no soportan un atisbo de cambio. 4 de cada 10 lo quieren. Pero…