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Opinión

Un duelo nacional

Las acciones atroces de los grupos armados (masacres, secuestros, homicidios) instalaron con razón el odio en el corazón de todos nosotros. La lectura de los informes de la Comisión de la Verdad es desoladora...

30 de agosto de 2023 Por: Alberto Valencia Gutiérrez
Alberto Valencia Gutiérrez

Un duelo es el proceso de recuperación frente a una pérdida cualquiera que sea: la muerte de un ser querido, una separación amorosa o la privación de cualquier otro bien que haya sido fundamental en la vida y que exija la redefinición de lo que somos, de nuestras relaciones y de nuestras expectativas. Parafraseando a Maquiavelo podríamos decir que ‘los duelos no se evitan por aplazarlos’. Si no se hacen, la ‘herida’ sigue viva ‘como un alma en pena’, hasta encontrar redención en algún momento posterior, que puede no llegar.

La primera condición para realizar un duelo es aceptar la pérdida y superar el trauma emocional inicial hasta lograr una actitud más tranquila frente a lo sucedido. La segunda condición pasa por la posibilidad de reconstruir la situación vivida, no solo desde el punto de vista propio, sino también desde la posición de la otra persona comprometida. Nuestros argumentos presentan a veces una gran coherencia; pero el otro también tiene sus argumentos y si no sabemos escucharlo, nunca lograremos realmente la reconstrucción de la vida. No existen verdades absolutas. Verdad es lo que resulta de la contraposición de diferentes puntos de vista.

Lo que hace más difícil el duelo es la superación del odio. El odio no es simple maldad: a veces es legítimo y está plenamente justificado. Tenemos razones para odiar o para ser odiados. Pero mientras no se reconstruya la complejidad de una relación en la que el odio está presente como trasfondo, no hay duelo posible. La melancolía prolongada, posterior a una pérdida, muchas veces no es más que un odio que es imposible reconocer. El odio resulta de una identidad ultrajada o amenazada y crea un vínculo más sólido que el amor.

En la literatura encontramos excelentes ejemplos de lo que es la elaboración de un duelo. ´La mujer justa´, de Sandor Marai, nos presenta la historia de un ‘trío amoroso’ en la que cada uno de los participantes ofrece su versión de lo sucedido. ´El Cuarteto de Alejandría´ de Lawrence Durrell es una historia contada a cuatro voces (Justine, Balthazar, Mountolive y Clea). Bajo la inspiración de la literatura, escribir una carta imaginaria para uno mismo en nombre de la otra persona es el comienzo de la salida a una ruptura dolorosa. Un acto humano no es más que una ilusión, dice Durrell, “cuando dos interpretaciones distintas son igualmente válidas”.

Pero, ¿qué tienen que ver estas elucubraciones de corte psicoanalítico con la sociedad colombiana contemporánea? Estamos en una situación aparentemente sin salida. Vivimos una paz imposible. En los años 1950, los partidos políticos tradicionales fueron descritos como un “sistema de odios heredados”. Las acciones atroces de los grupos armados (masacres, secuestros, homicidios) instalaron con razón el odio en el corazón de todos nosotros. La lectura de los informes de la Comisión de la Verdad es desoladora, porque lo que encontramos allí es un país ‘atravesado por el odio’. Los mensajes de las redes sociales están repletos de odio y de intransigencia. Casi todo el mundo es enemigo de la paz, aun los que la promueven. El odio es la fuente de la polarización. El problema que surge ahora es cómo erradicar ese remanente de odio que este pasado de atrocidades de las últimas décadas nos ha legado.

La única salida es la realización de un ‘duelo nacional’, cuya primera condición es asumir una pérdida: la sociedad en la que vivimos no es el mundo encantado que nos imaginábamos. La segunda condición es escucharnos, hacer el esfuerzo por comprender la posición del otro que tanto odiamos y humanizarlo. La reconstrucción de la memoria no es solo la verdad de las víctimas, sino la de todos los que participaron en el conflicto. A todos hay que oírlos: los paramilitares, los guerrilleros, los exmilitares, los civiles comprometidos, las ‘gentes de bien’, los ‘sectores marginados’, los victimarios. Una saga de todas las voces, base de la reconciliación, es una novela que aún estamos a tiempo de escribir.

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