Columnistas
Seguridad ciudadana y elecciones
Hay que recuperar el concepto de la seguridad ciudadana y vincularlo con la integridad personal, la propiedad de bienes y el desarrollo de las libertades individuales, sin afectar a otras personas y los intereses colectivos.
El concepto de ‘Seguridad’ es complejo, se entiende de muchas maneras y está vinculado a menudo con intereses particulares. En la polarización que vivimos, se lo criticó como un concepto promovido por “la derecha” y sólo lentamente, en el debate conceptual, se lo ha incluido como un tema de “interés público” de la ciudadanía. No de otra manera se puede entender el documento ‘Política de Seguridad, Defensa y Convivencia Ciudadana’ del Ministerio de Defensa del actual Gobierno.
Este importante y desconocido documento contiene sesgos que lo llevan a privilegiar la Seguridad del Estado, la lucha contra los grupos armados organizados, el tema de la Paz Total y el control territorial en zonas apartadas. Considero que no aborda, claramente y con la importancia que tiene, el tema de la Seguridad Ciudadana que atañe a la mayoría de la población colombiana asentada en ciudades con más de 50.000 habitantes, donde el tema no es tanto la Paz como la Convivencia.
No quiero decir que no existan formas de inseguridad en las fronteras, en las zonas de cultivos ilícitos, en zonas tomadas por grupos armados irregulares, es decir, en zonas rurales donde aún se libra un conflicto armado político y no político. Lo que quiero manifestar es que la criminalidad urbana no se puede menospreciar: las tasas de homicidio de las ciudades, los robos con violencia, las riñas interpersonales, las amenazas, los secuestros por dinero, los asaltos en restaurantes y lugares públicos. Hay miedo para transitar y caminar por la ciudad, más de noche y más aún en el caso de las mujeres.
Hay que recuperar el concepto de la seguridad ciudadana y vincularlo con la integridad personal, la propiedad de bienes y el desarrollo de las libertades individuales, sin afectar a otras personas y los intereses colectivos. Ahora bien, las elecciones regionales son un espacio privilegiado para que este tema se debata. Cali pasa por una situación única en la que el tema de la seguridad es prioritario. Como lo muestran los datos del Programa ‘Cali Como Vamos’, hay datos ‘objetivos’ de inseguridad que se combinan con datos ‘subjetivos’ de percepción de inseguridad. Combinados, reflejan una difícil situación. Pero las soluciones dejan mucho que desear.
Por un lado, está quienes ven la solución en un mayor pie de fuerza de Ejército y de Policía. Algunos consideran contradictoriamente que es también deseable armar a los ‘ciudadanos de bien’. Por otro lado, están quienes vinculan el problema con la situación de pobreza de la ciudad. A este respecto, el presidente Petro propuso, de manera desatinada, pagarles a jóvenes criminales con tal de no incurrir en homicidios. Vale la pena recordar que, en Cali, con iniciativas académicas, de tiempo atrás se han ensayado y evaluado positivamente programas como Tíos, que inciden en territorios proclives a la delincuencia y buscan reorientar las trayectorias de vida difíciles de los jóvenes. La pobreza incide, pero no es la causa, y amerita como tal un tratamiento radical del Estado, sobre una población estigmatizada como delincuente que de manera generalizada no lo es.
En mi opinión, compartiendo que el tema es complejo y requiere de soluciones ídem, es fundamental repensar el papel de la Policía y su relación con la ciudadanía, para poder controlar el crimen y la delincuencia urbanas. La solución no es sólo el aumento del pie de fuerza policial. Se requiere replantear su forma de operación hoy anónima con el ‘Plan Cuadrantes’. Para reducir el crimen, es indispensable legitimar abiertamente el cuerpo policial ante la ciudadanía, con una mayor vigilancia en las calles y con responsables reconocidos en los territorios.