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Santos, la violencia y el narcotráfico

Los grupos violentos, hoy todos mafiosos, han sabido aprovechar muy bien todas las ventajas que Santos les entregó, y ahora las de Petro, y son ricos y poderosos.

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Rafael Nieto Loaiza
Rafael Nieto Loaiza. El País. | Foto: El País.

12 de oct de 2025, 02:17 p. m.

Actualizado el 12 de oct de 2025, 02:20 p. m.

El pacto con las Farc no solo no trajo la paz, sino que sembró nuevas violencias. Aseguró la impunidad de facto de las decenas de miles de crímenes de lesa humanidad y de guerra cometidos por las Farc, como quedó probado en la sentencia de la JEP sobre secuestros. Y al premiar a los asesinos con beneficios políticos y económicos que no tenemos quienes jamás hemos delinquido estableció unas condiciones que invitan a iniciarse en el crimen y a continuar su ruta.

Finalmente, lo que se pactó en materia de narcotráfico explica en buena parte la persistencia de la violencia y el aumento de su intensidad en el tiempo. Pero vamos a las cifras. Si en el 2000 la primera medición de la coca en Colombia mostraba 163.000 hectáreas sembradas, para cuando Uribe dejó el gobierno los narcocultivos se habían reducido a 63 mil hectáreas y la producción de cocaína había caído a 434 toneladas. Para el 2013, teníamos solo 48.000 hectáreas de coca y se producían 290 toneladas de cocaína. Dígase lo que se diga, la estrategia estaba funcionando. En el 2014, se firma el componente de narcotráfico con las Farc y todo el esfuerzo se viene abajo. Desde entonces las hectáreas sembradas de coca y las toneladas de cocaína no han hecho, sino aumentar hasta alcanzar 253 mil hectáreas y 2664 toneladas. Jamás habíamos tenido tanta coca ni habíamos producido tanta cocaína como ahora.

Aunque sin duda este gobierno tiene parte de la responsabilidad porque sus políticas favorecen a los mafiosos, el origen del problema es el pacto con las Farc y sus garrafales errores en materia de narcotráfico.

Los incentivos perversos iniciaron durante la negociación. Para empezar, el gobierno suspendió la fumigación aérea. Más tarde paró toda la erradicación forzada.

Y vinieron varios incentivos adicionales: definieron con las Farc que la erradicación debería ser manual y voluntaria; acordaron el pago de mensualidades a los narcocultivadores, de manera que muchos campesinos que sembraban cultivos lícitos decidieron pasarse a la coca para recibir los beneficios; prohibieron extraditar a los narcotraficantes de las Farc; determinaron que el narcotráfico fuera considerado como un delito conexo a los delitos políticos y, por tanto, indultable y amnistiable; no establecieron la obligación para las Farc de denunciar a sus cómplices, rutas, laboratorios y narcocultivos ni tampoco sanción para los que no entregaran los bienes y dineros ilícitos.

Mientras tanto, no prepararon a la Fuerza Pública ni al gobierno para asegurar la presencia estatal en el territorio que dejaban las Farc. Los grupos violentos, hoy todos mafiosos, han sabido aprovechar muy bien todas las ventajas que Santos les entregó, y ahora las de Petro, y son ricos y poderosos.

En fin, Santos es responsable primordial de la violencia que hoy vivimos. Y si no se corrigen los problemas estructurales del componente sobre narcotráfico del pacto con las Farc, la situación irá a peor. La paz en Colombia pasa por la justicia y, sobre todo, por quebrarle el pescuezo al narcotráfico.

Abogado socioeconomista, especializado en derecho constitucional e internacional y derechos humanos. Fue viceministro de Justicia.

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