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Migración inversa

Muchos de ellos han emprendido una travesía de miles de kilómetros procurando alcanzar un deseo que todos, migrantes y no migrantes, compartimos: querer estar bien.

Andrés Restrepo Gil
Andrés Restrepo Gil | Foto: El País.

Andrés Restrepo

21 de abr de 2025, 01:13 a. m.

Actualizado el 21 de abr de 2025, 01:13 a. m.

En uno de sus más recientes informes, Migración Colombia afirma que entre el 15 de enero y el 28 de febrero de este año han entrado a Colombia desde Panamá 1885 migrantes. Que la frontera entre Colombia y Panamá sea transitada por migrantes no es nuevo, ni tampoco una proeza reciente. Desde hace décadas, migrantes de todas partes del mundo han cruzado dicha frontera para adentrarse en esa selva pantanosa, el tapón del Darién.

Esta selva tiene más de cien kilómetros y es la única barrera, natural, que parte la carretera Panamericana, separando el Sur y el Norte de América. Esta es una selva hostil, descrita por muchos migrantes como el infierno, con un terreno húmedo, lluvioso, resbaladizo. Una selva compuesta también de grandes y caudalosos ríos. El primer gran pico, en lo que se refiere a migrantes que cruzan el Darién, según Human Right Watch, fue entre el 2015 y el 2016. Entre un año y otro, pasaron por esta selva 60.000 migrantes, que salieron de Colombia y que entraron a Panamá. En menos de una década, en 2023, las cifras alcanzaron el medio millón de personas.

Que los migrantes se expongan a los peligros de atravesar una selva como el tapón del Darién, no parece nuevo y las cifras así lo demuestran. Lo que hoy parece no tener antecedentes es la dirección en la que se está cruzando la selva. Los migrantes a los que se hizo mención partían del Sur de América, procurando llegar al Norte de América. Sin embargo, lo que la información de Migración Colombia está indicando es justo lo contrario: muchos migrantes ahora cruzan el tapón del Darién, ya no de Sur a Norte, sino de Norte a Sur. Este movimiento, denominado por Migración Colombia como ‘flujo migratorio irregular inverso’, es realizado por personas que, llegando de Panamá a Colombia, manifiestan sus deseos de volver a su país de origen. Entre quienes han hecho el cruce se encuentran venezolanos, peruanos, ecuatorianos, nigerianos y chilenos.

Las circunstancias los hacen ir y, ahora, los hacen volver. Van y vuelven. Muchos de ellos han emprendido una travesía de miles de kilómetros procurando alcanzar un deseo que todos, migrantes y no migrantes, compartimos: querer estar bien. Muchos, por no decir que todos, han salido de sus países con la esperanza de encontrar un lugar que les acogiese o un país en el que se está mejor. Lejos de emular la forma de sus esperanzas y las dimensiones de sus sueños, los migrantes viven una realidad en las que se padece una condena perpetua a transitar entre países que los rechazan, que no los quieren y en los que no son bienvenidos. A ese tránsito doloroso que implica irse y cruzar el infierno, se le suma ahora la condena de tener que devolverse.

Andrés Restrepo

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