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¿Lejos de la meritocracia?

Cali y el Valle del Cauca disponen de un capital humano invaluable, compuesto por universidades de prestigio, líderes comunitarios y profesionales especializados.

10 de enero de 2025 Por: Álvaro Benedetti
Álvaro Benedetti
Álvaro Benedetti | Foto: El País

Con el inicio del segundo año de los gobiernos territoriales en Colombia, la reorganización de los equipos de trabajo se presenta como un tema crucial. En ciudades como Cali, cuyos retos estructurales exigen liderazgo efectivo, la selección de talento humano no puede limitarse a afinidades políticas o relaciones personales. Más que un trámite administrativo, la meritocracia se erige como un fundamento indispensable para recuperar la confianza pública y atender las necesidades más apremiantes de la región.

Es comprensible que las administraciones busquen rodearse de colaboradores que aporten respaldo y cohesión a sus proyectos. En la capital del Valle, durante el primer año, destacaron nombres que, tras haber sido relegados en el cuatrienio anterior, demostraron su valía desde la oposición o en el silencio. Sin embargo, esta práctica, que en ocasiones privilegia lealtades sobre méritos consolidados y competencias objetivas, plantea interrogantes legítimos.

Por su parte, en la Gobernación del Valle del Cauca parece persistir una inercia institucional que privilegia estructuras burocráticas tradicionales y la continuidad de esquemas establecidos. Este enfoque tiende a priorizar perfiles previsibles y redes de confianza consolidadas, dificultando la integración de liderazgos innovadores que podrían ofrecer soluciones más efectivas a los complejos desafíos del territorio.

Esta realidad invita a reflexionar sobre los criterios que justifican la exclusión de talentos en posiciones clave. La percepción de inequidad en procesos de selección, a menudo percibidos como meramente decorativos, no solo desanima a perfiles altamente calificados, sino que también erosiona la confianza ciudadana en las instituciones.

Cali y el Valle del Cauca disponen de un capital humano invaluable, compuesto por universidades de prestigio, líderes comunitarios y profesionales especializados. No obstante, las prácticas de exclusión histórica -presentes también en el sector privado-, han forzado a muchos talentos locales a buscar oportunidades fuera de la región. Esta suerte de ostracismo forzado no solo debilita la administración pública, sino que priva a las comunidades de liderazgos capaces de generar transformaciones profundas.

Romper esta dinámica exige un compromiso decidido de los gobiernos territoriales, independientemente de sus competencias o alcances. En términos prácticos, esto implica conformar equipos diversos y competentes, que equilibren juventud, experiencia y conocimiento del entorno local. La implementación de procesos de selección claros, transparentes y fundamentados en criterios objetivos, acompañados de indicadores concretos para evaluar resultados, es esencial para recuperar la confianza de la ciudadanía y fortalecer la legitimidad institucional.

En un contexto donde el clientelismo sigue siendo un obstáculo profundamente arraigado, incluso ante los recientes vientos de cambio, siempre se abren espacios para redefinir el rumbo. Apostar por liderazgos basados en el mérito, la transparencia y un compromiso auténtico con las necesidades locales no solo fortalecerá las bases de un futuro más prometedor para la región, sino que también inspirará a las nuevas generaciones. Es el momento de reafirmar que el esfuerzo, la capacidad y la integridad son los pilares esenciales del progreso colectivo.

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