Columnistas
Las peores comidas callejeras del mundo
Estas clasificaciones merecen ser estudiadas porque en tiempos de globalización, debemos ser hábiles en como seducir el paladar de los visitantes internacionales
Global Taste, la publicación internacional que a principios de año clasificó el pandebono como uno de los cinco mejores panes del mundo, ahora ha hecho una categorización de las peores comidas callejeras del planeta y hemos quedado con dos recetas colombianas en ese aburridor ranquin. A decir verdad, creo que tienen razón. Que nos hayamos acostumbrado desde el vientre materno a saborear determinados platos, no significa que sean señal de calidad gastronómica y menos aún para los paladares foráneos que los prueban en su adultez.
En el décimo lugar, quedó el bollo. Ese amasijo de maíz, yuca o papa que se arropa en hojas de maíz amarradas y se vende en las calles, especialmente en la Costa. Es pariente de nuestro envuelto y del ‘tembleque’. Lo cierto es que este es un bocado que debe ir como compañero de comidas más fuertes pues un bollo usualmente es de tal simpleza y de sensación pesada sobre la lengua, que aislado pierde cualquier campeonato. A mí me gusta por ejemplo en Narcobollo, acompañando las costillas fritas. De igual manera, el tembleque como adición en ciertas fritangas campestres, para suavizar el vigor de un cerdo bien condimentado o de un chorizo, de esos que se comen el domingo y el miércoles aún los estamos recordando de manera inoportuna.
En el segundo lugar Global Taste trae las hormigas culonas de Santander. A este detestable plato solo le ganan las arañas fritas de Cambodia. Esa es la típica comida que solo cabe si uno se crio con ellas. Mi primer recuerdo de infancia con esas culonas, fue un regalo de la señora de un militar que vivía al lado de nuestra casa en Buga, ambos de El Socorro, Santander. Como gran detalle les enviaban hormigas de su tierra. Cuando me las llevé a la boca, las paticas se me metieron debajo de la lengua y casi no me las pude sacar en una sensación inolvidable por lo incómoda. Hay que ser de esas bellas tierras para darle estatus a la hormiga culona, a la durísima carne oreada y al arroz con pepitoria. Creo eso sí que tienen las mejores arepas de Colombia, con el punto exacto entre el chicharrón rayado y el emblemático amasijo de maíz. En conclusión, en Santander, ¡abajo las culonas y arriba las arepas!
Quisiera aprovechar la clasificación de Global Taste para compartir mi lista de las comidas colombianas que no tienen chance de ser estrellas gastronómicas internacionales. Insisto, una cosa es que nos gusten y otra que puedan ser reconocidas en el palmarés internacional:
- La torta de sesos. Para mí de lo peor que se han inventado. Ni el nombre le ayuda. Mejoraría en algo si fuera de sexos.
- El chorizo de pescado. ¿A quién se la habrá ocurrido?
- La mazamorra. Cómo será de aburridora que se necesita mucha panela, para que sepa bien. No es fácil administrar en la boca esas pepas de maíz cuando el líquido ha pasado al sistema digestivo. Algo parecido pasa con el champús. El líquido, saborizado con lulo, piña y hojas de naranjo, es delicioso, pero cuando las pepas se quedan solas y sin lubricación, se vuelven un encarte. He visto a extranjeros pasar trabajos con estas últimas.
- Los huevos de iguana: además de ser pastosos y de sabor decadente, saber cómo las sacan del cuerpo del reptil genera rechazo total.
La lista es larga, pero la mejor es la de las delicias de la gastronomía colombiana. Estas clasificaciones merecen ser estudiadas porque en tiempos de globalización, debemos ser hábiles en como seducir el paladar de los visitantes internacionales y también en evitar asustarlos con recetas ancestrales que solo nos gustan a nosotros.
Adenda: Este lunes 14 a las 7:00 pm en la Iglesia de Santa Teresita celebrará sus 60 años de sacerdocio el padre Carlos Alfonso López Antolinez, uno de los más queridos y cultos representantes de nuestro clero. Qué grato acompañarlo con aprecio y admiración por su vida dedicada a la justicia, la religión y la docencia.