El pais
SUSCRÍBETE

Columnistas

Iván Name debe hablar

Además de otras motivaciones más deleznables, quizá Iván se sentía íntimamente identificado con esa línea ideológica y no encontró reparo en actuar como caballo de Troya para engañar a los opositores.

Antonio de Roux
Antonio de Roux. | Foto: El País

2 de jun de 2025, 01:12 a. m.

Actualizado el 2 de jun de 2025, 01:12 a. m.

Cuando arreciaba el debate de la reforma a la salud y se multiplicaban las versiones relacionadas con el reparto de mermelada para lograr su aprobación, invitamos con un grupo de amigos a Iván Name, quien era presidente del Senado de la República en ese entonces. Queríamos conocer de primera mano la manera como transcurría el trámite del proyecto y las posibilidades reales de que la iniciativa recibiera aprobación.

Name, quien está tras las rejas, sería denunciado por Sandra Ortiz, la exconsejera presidencial para las regiones. Esta lo acusó de haber recibido tres mil millones de pesos sustraídos a la Unidad de Gestión de Riesgos y Desastres (Ungrd), y hoy está imputado por la sala de instrucción de la Corte Suprema de aceptar indebidamente dineros públicos “para impulsar o no oponerse al trámite de las reformas”.

Lo trágico es que este presidente del Senado había llegado a ser percibido como defensor de la institucionalidad y garante de la separación de poderes. Se creía que la actitud manifestada de dientes para afuera, surgía de su independencia ante un Poder Ejecutivo dispuesto a sacrificar la salud de los pobladores para imponer el modelo estatizante. Aquel que vuelve moneda de trueque electorero, la vida y el bienestar humanos.

Considerando sus antecedentes, resultaba difícil tener sospechas con relación a Iván. Egresado en una universidad comprometida con la formación ética y vinculado a prestantes familias de la Costa Atlántica, pronto se lanzó a la política escalando con éxito los peldaños de la democracia representativa.

Antes de llegar al Senado fue concejal, diputado y representante a la Cámara. En su hoja de vida, sin embargo, un aspecto pasó desapercibido: fue su traslado del Partido Liberal al Verde, la colectividad de las luces y las sombras, la que fuera aliada del petrismo.

Además de otras motivaciones más deleznables, quizá Iván se sentía íntimamente identificado con esa línea ideológica y no encontró reparo en actuar como caballo de Troya para engañar a los opositores. Y es que no hay otra manera de explicar la entrega de la presidencia de las sesiones del Senado a María José Pizarro cuando se consideraba la aprobación de trascendentales textos legislativos.

Al exponer sus ideas durante la invitación aludida, Iván fue cauteloso. Explicó que, dada su responsabilidad como conductor del debate, no podía opinar respecto al articulado del proyecto, pero garantizaría un trámite riguroso y honesto, ajeno a las presiones que pudieran venir del Ejecutivo.

Estas palabras fueron recibidas por el auditorio con alivio. Según pareció, los colombianos podíamos confiar en aquel dirigente experimentado y demócrata que asumía la defensa del país ante el empuje destructor del Ejecutivo. El entusiasmo aumentó ante la propuesta del congresista encaminada a reformar el régimen territorial mediante la adopción de un modelo de regiones autonómicas, similar al que aplican varios países de Europa.

No soy nadie para juzgar, creo en la presunción de inocencia y será asunto de las autoridades judiciales dilucidar el embrollo de la Ungrd. Pero a Iván Name debo decirle que cualquiera sean los errores cometidos, aún puede contribuir al renacer de Colombia. Su testimonio sincero sobre el atraco a esa agencia del Estado es esencial para depurar la política y restablecer la ética pública cuya ausencia está dejando a nuestra patria sin futuro.

Regístrate gratis al boletín de noticias El País

Descarga la APP ElPaís.com.co:
Semana Noticias Google PlaySemana Noticias Apple Store

AHORA EN Columnistas