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Geopolítica en aguas tormentosas

Persiste un sentido generalizado de desesperanza ante el futuro del mundo, como indican diversas encuestas del informe de riesgos globales 2024 del Foro Económico Global.

26 de febrero de 2025 Por: Marcos Peckel
Marcos Peckel.
Marcos Peckel. | Foto: El País.

Si hacía falta otra demostración de que la geopolítica global está ‘patas arriba’, fue la votación el día de ayer en la Asamblea General de la ONU y la subsiguiente en el Consejo de Seguridad, sobre el tema de Ucrania. Fue necesario restregarse los ojos al ver a Estados Unidos en la misma columna roja que Rusia, China, Venezuela y Bielorrusia, absteniéndose de condenar al agresor. Esto en medio del desfile de mandatarios que llegan a la Casa Blanca a tratar de dilucidar qué va a hacer su inquilino con sus respectivos países. Ayer fue el presidente francés Emmanuel Macron, quien en tono jovial, adornado con vasto lenguaje corporal, trató de ocultar los temores que se ciernen sobre una Europa por las amenazas de Occidente y Oriente, Estados Unidos y Rusia.

Es su segunda versión, Donald Trump luce mucho más ordenado, enfocado, determinado y seguro de sí mismo que en su anterior, con poca oposición en los estamentos de poder y en apenas un mes de gobierno está generando fuertes temores a lo largo y ancho del planeta agregando al caos y al desorden. El ataque frontal a lo que Trump denomina el ‘Deep State’ comandado por su principal alfil, el ubicuo Elon Musk, apunta a una reinvención de la institución del Estado, que por venir de la mayor potencia mundial reverbera por doquier. La defenestración de Usaid, una de las principales herramientas de poder blando americano, demuestra la tendencia aislacionista del ‘Maga’ y desdén por lo que ocurra en el planeta. Los discursos ‘imperialistas’ de Trump, que en su primer mandato eran recibidos con jocosidad, en esta oportunidad son tomados en serio, como son los casos de Groenlandia, Panamá, Canadá y Gaza. De la retórica de Washington por estos días, los términos democracia, derechos humanos, libre comercio y cambio climático han desaparecido.

Días atrás en la Conferencia de Seguridad de Múnich, el vicepresidente norteamericano J.D. Vance se despachó contra Europa por sus políticas migratorias y la censura a los partidos de extrema derecha agregando que Rusia y China son amigos y los enemigos del viejo continente están al interior en referencia a los emigrantes y a los ‘woke’, traducido quizás ‘progres’. Las tensiones crecen en la alianza Atlántica, acercándose quizás a una ruptura, aunque con el neoyorkino nunca se sabe.

En la tercera década del tercer milenio, la geopolítica global está alebrestada. El mundo atraviesa una era de transición con fuertes sacudidas al final de las cuales lo único que hay es incertidumbre. Competencia entre potencias, falta de consensos y cooperación en asuntos básicos de la agenda global, inoperancia de las instituciones internacionales, polarización política principalmente en sociedades democráticas, clases medias que pierden su zona de confort, nacionalismos y política de identidad desaforados, migración, desigualdad tecnológica, protagonismo geopolítico de las grandes empresas tecnológicas y de actores no estatales, fragilidad de los Estados e incapacidad de responder a las crecientes demandas de sus ciudadanos y retorno de las guerras entre Estados, son fenómenos que caracterizan el quehacer geopolítico en estos tiempos. En general, persiste un sentido generalizado de desesperanza ante el futuro del mundo, como indican diversas encuestas del informe de riesgos globales 2024 del Foro Económico Global.

Aún no hay certeza de si este orden postguerra fría colapsará en un cataclismo global o se desmoronará lentamente a través de eventos que alterarán la geopolítica hacia un modelo diferente, anárquico e impredecible.

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