Columnista

Formación necesaria

Quien llegare a ocupar la presidencia de Colombia debería demostrar que conoce la esencia del sistema constitucional que jurará defender cuando se posesione.

José Félix Escobar
José Félix Escobar | Foto: El País

23 de jun de 2025, 03:08 a. m.

Actualizado el 23 de jun de 2025, 03:08 a. m.

Los populistas suelen extender a discreción los derechos de los ciudadanos. Pero cabe preguntarse si cualquiera puede conducir un avión jet; si cualquiera puede ser astronauta; si cualquiera puede manejar un tractocamión de cincuenta toneladas.

La respuesta obvia: no. Se requieren años de preparación y mucha formación profesional. Por supuesto que todos los ciudadanos tienen el derecho a aspirar a convertirse en neurocirujanos. Pero se necesitan años de preparación en los cuales se demuestre sin lugar a dudas que el aspirante dispone de la formación necesaria.

¿Por qué entonces cualquiera puede llegar a conducir una nación sin demostrar que posee la formación necesaria? No basta con decir ‘quiero ser presidente’. La conducción de un Estado moderno implica el dominio de grandes habilidades y supone la posesión de especializaciones ineludibles.

El primer paso consiste en demostrar que se conocen y se respetan los fundamentos del sistema democrático. Es un axioma en el mundo de hoy la afirmación de que la democracia es el mejor de los sistemas de gobierno.

Los temperamentos autocráticos no lo aceptan de buen grado, pero los pesos y contrapesos que caracterizan a la democracia moderna aseguran hasta donde ello es posible la obtención del bien común.

Los que llegan al poder sobre los lomos del discurso populista invocan el ‘entusiasmo militante’ que tanto mal causó al mundo en el Siglo XX. Escuche el que quiera un discurso de Adolfo Hitler y entenderá lo que aquí afirmamos.

Cuidado con las palabras. Son verdaderas armas destructivas, pues incitan muy fácilmente a la violencia física. Colombia se estremece en estos momentos por el atentado que sufrió el candidato presidencial Miguel Uribe.

La destrucción oral del oponente político está lejos de ser una actuación civilizada. No hay ninguna excusa para la actitud del ministro Benedetti cuando menospreció la importante figura constitucional del Registrador, afirmando que se trataba de un simple ‘operador logístico’.

Más que equivocada estuvo la intervención del jefe de Estado cuando tildó al Registrador de ‘sedicioso’, porque se atrevió a cuestionar la constitucionalidad del decreto que convocó a la Consulta Popular.

Quien llegare a ocupar la presidencia de Colombia debería demostrar que conoce la esencia del sistema constitucional que jurará defender cuando se posesione. No debe serle extraño el principio fundamental de la separación de poderes.

El mundo mediático en el que vivimos está pendiente del estado de salud de los gobernantes, precisamente por la complejidad del cargo que desempeñan. En una época menos compleja que la actual, el país no resistió la presidencia de Manuel Antonio Sanclemente, anciano y enfermo.

Y no hace mucho tiempo la enfermedad sobreviniente del presidente Virgilio Barco generó situaciones difíciles de manejar. Son ya demasiadas las voces que alertan desde todos los ángulos sobre la salud del actual jefe de Estado, por lo cual se impone una revisión médica exhaustiva. Por formación democrática, los presidentes deben estar dispuestos a someterse a un chequeo médico periódico, tal como sucede en otros países.

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Posdata. Nos gusta la alcaldía de Alejandro Eder. Sabe qué quiere y para dónde va. La ciudadanía debería apoyarlo en sus decisiones y en los grandes proyectos de beneficio común.

Doctor en Jurisprudencia del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Abogado en ejercicio. Colaborador de EL PAÍS desde hace 15 años.

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