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¿Estrenando? No, ¡es ‘vintage’!

Como todo está cambiando, se pone de moda la compra o regalos de segundazos

24 de diciembre de 2023 Por: Eduardo José Victoria Ruiz
Eduardo José Victoria Ruiz

En las navidades uno de los grandes disfrutes había sido el estímulo de los sentidos en cada regalo que recibíamos. ¿Quién olvida el olor a nuevo de los zapatos tenis? ¿O el brillo de los colores múltiples de una caja Prismacolor? ¿Y qué tal el tacto desplazándose por las llantas negras y lustrosas de una bicicleta recién desempacada?

El más grato recuerdo de mis regalos de Niño Dios en la niñez fue un libro llamado ‘La mejores películas de Walt Disney’. En el formato de tiras cómicas impecablemente editadas, estaban, entre otros, ‘Peter Pan’, ‘101 dálmatas’, ‘La dama y el vagabundo’, ‘Bambi’… En fin, lo mejor de lo mejor, en un libro robusto, que olía a tinta fresca sobre el cual yo ponía a rotar las páginas en un derroche de aventuras y color. ¡Nada como el aroma de la Navidad, a pino y a nuevo!

Pero como todo está cambiando, se pone de moda la compra o regalos de segundazos. Y esta tendencia, que era impensable hace unos años, está tomando fuerza con estrategias comerciales hábiles como hacer que las celebridades vayan a las pasarelas con atuendos nostálgicos de diseñadores fallecidos, quienes hicieron esos vestidos incluso antes de que nacieran las modelos que hoy lucen sus creaciones. El argumento principal es la sostenibilidad ambiental, aunque pienso que el económico tiene más peso, pero es más ‘chic’ decir que la segunda vida de la ropa permite que no vayan al medio ambiente miles de toneladas de microplásticos que están en las prendas desechadas y que además el 20% de las aguas residuales del mundo, provienen del teñido de los textiles.

Es cierto que hay una gran preocupación con el ‘fast fashion’, esas prendas que se usan por poco tiempo y casi inmediatamente después de usadas, se arrojan a la basura. Se propone que en lugar de esa ecuación de producir - vender - comprar - usar - tirar, vayamos a la onda de producir - vender - utilizar - reutilizar.

Es importante recordar que lo ‘vintage’ tiene más de 20 años y que ni todo lo ‘vintage’ son segundazos, ni todos los segundazos son ‘vintage’. En esta última, usualmente, hay un toque nostálgico, de buen diseño y calidad. Por eso no es extraño que Taylor Swift lleve chaquetas clásicas de Chanel o Jennifer Aniston luzca un vestido del verano de 1999. Es más, los famosos han decidido ofrecer al mercado sus pertenencias con las cuales fueron reconocidos y aplaudidos.

La semana pasada, Travis Barker, el famoso percusionista de la banda Blink182 puso a la venta sus prendas de algunas giras, en precios que van desde US 859 hasta US 6000. En Colombia se están multiplicando los sitios para encontrar ropa de segunda vida, sofisticado nombre que se les da a los segundazos.

Yo, sinceramente, no quisiera desempacar segundazos en Navidad. O por lo menos, que pretendiendo el valor histórico de las prendas, no me vayan a regalar nada y mucho menos la siguiente lista: no quiero el frac de Uribe, ni los calzoncillos azul caribe de Santos. No me interesan las camisas de denim de Jorge Iván Ospina; tampoco la chaqueta blanca de las fotos sociales de Óscar López Pulecio, ni las guayaberas multicolores de Jaime Jordán, así haya querido mucho a mi desaparecido amigo. No quiero el turbante de Piedad Córdoba, ni la inmunda toallita amarilla de ‘Tirofijo’ y menos aún el sombrero ‘voltiao’ de Petro. No me interesa el vestido chisgueteado de Monica Lewinsky. Por favor ningún vestido de baño, ni siquiera de un obispo y menos de Monsalve. Desconfío de su uso. En conclusión, algo sencillo pero, eso sí, nuevo, con el olor a pino navideño de mi lejana infancia.

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