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Entre el rugido y el silencio

Los artistas, que antes escandalizaban a muchos, hoy son moralistas, mientras que los políticos, que antes buscaban consensos y puntos medios, ahora se dedican a provocar para obtener aplausos.

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Claudia Calero, presidenta de Asocaña, entregó un balance positivo de 2024 y habló de los retos de la agroindustria para 2025.

Foto: Juan Carlos Sierra-Revista Semana.
Claudia Calero, presidenta de Asocaña, entregó un balance positivo de 2024 y habló de los retos de la agroindustria para 2025. Foto: Juan Carlos Sierra-Revista Semana. | Foto: JUAN CARLOS SIERRA PARDO

8 de nov de 2025, 02:44 a. m.

Actualizado el 8 de nov de 2025, 02:45 a. m.

Terminé de leer un libro que me recomendó un amigo, que quizás esté leyendo esta columna, y a quien le agradezco porque resultó siendo una gran lectura. Carlos Granés, en ‘El rugido de nuestro tiempo’, señala que el mundo ha cambiado de roles: el arte se volvió discurso y la política se convirtió en espectáculo. Los artistas, que antes escandalizaban a muchos, hoy son moralistas, mientras que los políticos, que antes buscaban consensos y puntos medios, ahora se dedican a provocar para obtener aplausos. Dice el autor que actúan y rugen.

En su libro se plasma con mucha precisión la atmósfera contemporánea, no solo en nuestro país sino en el mundo. Estamos viviendo tiempos en donde la exaltación reemplaza al argumento, la emoción le hace el quite a la razón y el ruido se sustituye por la palabra. La política se convirtió en un teatro en donde la audiencia son los ciudadanos y el reto de cada día, para mantener el volumen alto, es conseguir un nuevo enemigo… un nuevo ‘trending topic’. Lo complicado del asunto es que, entre tanta ‘bulla’, se pierden las conversaciones que realmente importan… las que construyen.

Granés llama poderosamente la atención en que el rugido es un MÉTODO DE PODER: quien grita más, domina la conversación. Y en sociedades con fatiga -como la nuestra- en donde la confianza se erosiona constantemente y la incertidumbre crece, por supuesto que el rugido se vuelve tentador. Promete unir, pero lo que termina reinando es la división y la desconfianza.

En ese escenario, las instituciones, tanto públicas como privadas, enfrentan un gran reto: no dejarse caer en la tentación del espectáculo. Mantener la serenidad en medio de la estridencia es casi un acto sublime. Hoy hablar con calma y apoyarse en hechos parece una conducta que va contra la corriente. Pero es precisamente ahí donde está el deber de quienes aún le apuestan a construir país con hechos, no con ruido. Resulta necesario comprender y asimilar que ser firmes, no es responder al grito con otro grito más fuerte. El silencio no muestra necesariamente pasividad, lo que muestra muchas veces es sabiduría: porque el silencio evidencia al que verdaderamente escucha, analiza y trabaja. Todo esto nos hace reflexionar frente a qué tan correcto y conveniente es premiar el gesto impulsivo, sobre todo hoy que la prudencia se ha convertido en un valor escaso y altamente significativo.

El poder ya no necesita solemnidad ni uniformes como en el siglo XX. Hoy es suficiente una cámara y una red social: distinta escenografía, misma lógica. Esto nos lleva a pensar que el liderazgo se impone a través del espectáculo mediático. El teatro cambió de escenario: es el X, el video viral, el TikTok, que tienen el mismo libreto: un personaje carismático, la promesa salvadora y por supuesto el país dividido. Al final, el resultado obtenido es simple: debates convertidos en tremendos espectáculos y sociedades que aplauden sin haber tomado un tiempo para pensar.

Ante todo esto, el verdadero reto es recuperar la grandeza que tiene una conversación civilizada. Los países no se construyen con rugidos, tampoco en alegoría al unanimismo, se construyen con acuerdos y cediendo protagonismo. Hoy se hace necesario que alguien escuche, que alguien modere, que alguien piense antes de hablar, porque el mundo, no necesita más voces que dividan, sino propósitos comunes que nos unan.

El rugido para muchos puede ser tentador, pero lo cierto es que (como el autor lo refiere), el ruido no es vitalidad, además, el tiempo nos ha mostrado que la historia la escriben, casi siempre, quienes mantienen la calma mientras otros la pierden.

Presidenta de Asocaña

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