Columnistas
En rechazo al horror
No podemos permitir retrocesos como este en materia de garantías democráticas para todas las orillas.

9 de jun de 2025, 02:15 a. m.
Actualizado el 9 de jun de 2025, 02:15 a. m.
Nuestro país pasa por una de las horas más oscuras de las últimas décadas. Escribo esta columna mientras el senador Miguel Uribe lucha por su vida tras sufrir un atentado en Bogotá. El país entero, atónito y estremecido, aguarda con esperanza la llegada de buenas noticias sobre su proceso de recuperación.
A lo largo de las décadas recientes, luego de la trágica elección presidencial de 1990, nuestro país había avanzado con pasos valiosos -aunque nunca del todo suficientes- para la protección de candidatos a cargos públicos como el de la Presidencia. No podemos permitir retrocesos como este en materia de garantías democráticas para todas las orillas. El miedo y el terror no pueden volver a arrebatarnos la confianza en un futuro mejor por medio de un sistema político con garantías para todos.
Hace apenas un mes, el Presidente de la República ponía en escena un acto que pasará a la historia del país como uno de los momentos más ignominiosos e indignos de parte de un gobernante. Desde la Plaza de Bolívar, el presidente llamó a “desenvainar la espada de Bolívar” contra el Congreso y evocó -como si hubiera algo de romántico en semejante historia de violencia que hace siglos debimos haber superado- la consigna de la “guerra a muerte” convocada por el libertador durante el proceso de independencia. Menos de cuarenta días después de aquel discurso de intimidación y horror, un congresista y líder de la oposición al gobierno nacional fue víctima de un violento ataque que golpea a toda la nación.
No es tiempo de señalar culpables, ni rivalidades o enemistades. A estas alturas sigue siendo incierto todo lo que rodea el atentado contra el senador Miguel Uribe y no corresponde a los dirigentes políticos o a los periodistas especular sobre lo ocurrido. Sin embargo, debemos decir con absoluta claridad que los agresivos pronunciamientos del presidente, que de manera directa hacen alusión a la violencia, han desprotegido significativamente a los diferentes sectores de la oposición.
Por cuenta de las palabras provenientes del gobierno, el ejercicio de la oposición cuenta con menos garantías que antes, mientras que la estigmatización y el matoneo digital de las ‘bodegas’ ha vulnerado los derechos de los críticos de esta administración. Tenemos que hablar sobre los enormes riesgos de un lenguaje beligerante y del inminente peligro de que los ataques vayan más allá de las palabras.
Desde todos los extremos, el clamor en este momento es el mismo: que las diferentes orillas pongan fin a la escalada del violento lenguaje que desborda la política nacional. La pregunta que debemos plantear es cómo hacer posible ese deseo de toda la ciudadanía cuando es el propio Presidente de la República quien de manera irresponsable y recurrente ha implementado el más agresivo lenguaje contra todos sus críticos y opositores, hasta el punto de tildarlos de ‘nazis’ y deshumanizarlos de una forma absolutamente incompatible con los valores de la democracia.
El clamor ciudadano en esta hora de complejidad debe ser por la exigencia de condiciones para todos los candidatos que buscan participar en las elecciones de 2026 y por una democracia en la cual los dirigentes empleen discursos que no desprotejan a sus contendores.
Me sumo a todos los colombianos que piden por la pronta recuperación del senador Miguel Uribe. En horas tan difíciles como estas es cuando más debemos recordar que el único destino deseable y libre de violencia es el de la permanente construcción de una nación reconciliada donde quepamos todos.
Politólogo de la Universidad de los Andes con maestría en Política Latinoamericana de University College London. Es analista político para varias publicaciones nacionales e internacionales, y consultor en temas de política pública, paz y sostenibilidad.