Columnistas
El vacío existencial y la falta de concentración
Dos plagas de la vida moderna, íntimamente relacionadas.
Cuando estamos frente a frente con alguien, muchas veces estamos más interesados en hablar que en escuchar lo que nuestro interlocutor tiene para decirnos. Lo cual es un obstáculo en la comunicación pues prestar atención es la base de la interacción humana de calidad.
La atención plena es fundamental en las relaciones interpersonales con allegados, parejas, colegas, amigos, o incluso con personas con las cuales solo tenemos breves interacciones. Pero en un mundo dominado por los medios digitales de comunicación, es muy común no prestar mucha atención a lo que el interlocutor está diciendo. Oír no es lo mismo que escuchar. Es obvio a veces, en conversaciones en grupo o entre dos personas, como algunos están desesperados por encontrar el momento oportuno para exponer sus puntos de vista, que son los que les resultan interesantes. Esta deformación de lo que debería ser la comunicación entre dos o más personas ha ido haciendo carrera en la medida en la que nuestros interlocutores viven cada día más absortos en el “ruido” de los medios de comunicación modernos.
Escuchar implica respeto, valoración, sensibilidad, comprensión y consideración verdaderas.
No escuchar con atención resulta inevitablemente en el deterioro de la relación pues desatención es en últimas desinterés y desafecto lo que eventualmente lleva al alejamiento. Pero la gente se habitúa a ese estado y termina asumiendo su situación como “normal”, porque de alguna manera ese estatus quo confiere tranquilidad. Además, oír sin escuchar es el camino del menor esfuerzo. Lo trabajoso es poner atención.
Muchas personas piensan que están perdiendo la memoria porque no recuerdan detalles de su vida cotidiana. En la gran mayoría de los casos, el problema no es la pérdida de memoria. Lo que ocurre es que no le prestan atención a lo que hacen, leen, o conversan porque tienen su cabeza en otro lado. Vivir en ese limbo de la desatención crónica, ya sea por falta de interés o por estar tratando de hacer varias cosas simultáneamente, incluyendo el estar en contacto permanente con un medio digital todo el tiempo, lleva a la insatisfacción general y al aislamiento.
Los que se han sometido a ese aislamiento deben saber que, si lo desean, es posible salir de su soledad modificando el mal hábito de no escuchar a los demás. Pero es preciso comenzar por reconocer el problema y desafiar viejos hábitos, vencer miedos absurdos y combatir al mayor de los tiranos: la comodidad.
Para quienes quieren cambiar, es recomendable decidirse a modificar rutinas y aumentar el número de actividades que incluyan contacto real con otras personas. Algunos ejemplos incluyen:
*Llamar a un amigo o un pariente con quien no se ha hablado en mucho tiempo.
*Aumentar la participación en actividades de grupo.
*Inscribirse en algún curso, gimnasio o actividad deportiva.
*Invitar a su casa a personas, incluyendo aquellas que están por fuera del círculo más estrecho, a realizar actividades diferentes a las habituales.
*Hacer una sola actividad al tiempo.
*Reconocer la importancia vital de lo que las otras personas tienen para decir, porque escuchar con interés y respeto es el primer paso para combatir el aislamiento.