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Opinión

El otoño de las hojas

Es un privilegio esta oportunidad de lavar mi antepasado criminal y de paso alcanzar una salvación que estaba perdida.

29 de agosto de 2023 Por: Jotamario Arbeláez
Jotamario Arbeláez

Sin parar oprimo estas teclas llenando páginas que inundan los espacios donde pervivo a partir del estudio donde ya no cabe una hoja. Lo vengo haciendo casi desde que aprendí a leer y escribir por conducto del señor Reina en la escuela San Nicolás. Comencé recreando el Génesis que conocí por una edición bíblica para niños que me regaló en una semana santa mi madre que en paz descansa.

Lo primero que dije con mi verbo por estrenar fue: “Hágase mi yo”, para poder existir como Dios que de algún lugar tuvo que salir. Me complacía describiendo a lápiz esos primeros días del paraíso poblados de dinosaurios, con un Adán y una Eva en los puros cueros pero sin saber cómo amanzanarse. Todo esto me valió serios problemas escolares, y colegiales, más tarde, cuando de ello tuvieron la culpa los irresponsables profesores que me remitieron a la lectura inclemente.

Me iniciaron con La vorágine y mi corazón quedó ganado por la violencia que además padecíamos alrededor de la casa. Con Vargas Vila que encontré encima del escaparate de papá, no me enruté por el morbo que le adjudican, sino con el dicterio contra el gobierno que tiraba a matarnos, y en el cultivo sobre la hoja de sus lises y de sus rosas. Continué con la maquinilla de escribir Hermes Baby que adquirí en la isla de los amores adúlteros.

Y sobre mi adolescencia, sin miras, me cayeron el rayo de Zaratustra y el trueno de Schopenhauer que me dejaron viendo chispas y esas mismas chispas me sirvieron para provocar el incendio. Que me inculcó con el combustible de su palabra un profeta de la montaña que llegó cuando me despuntaba el bigote. Y qué más podía hacer si desde la primaria me tocaba ver en la sede del sindicato a los degollados que traían de las veredas. Por lo que me enredé en una banda de atorrantes defensores de los oprimidos del mundo. Zola me llevó a plantear las reclamaciones feroces. Y como devine en filósofo, por haber leído sin duda a Descartes, me correspondió formular postulados metapatafísicos para acabar con la razón pura. Y así seguía enmarañando resmas de papel bond. Pero adónde quedaba el poeta urbano si no registraba el acaecer ciudadano y los altibajos de la familia del barrio pobre, lleno de bailaderos, donde los viernes y sábados salía a exhibir el copete.

Llegado a ese estadio cómo no contar acerca del apogeo de la yerba maldita como la llamaban las malas lenguas y luego las otras drogas que nos descolocaban en el recto sendero del discurrir. En ese punto ya se estaba en el cenit del realismo lisérgico que nos hacía ver el mundo feliz mientras el país nadaba en su propia sangre. Y como me cayeron en esta sopa los Trópicos de Cáncer y Capricornio de Henry Miller, ahí sí que se me alborotó la palabrera libido y terminé describiendo cuerpos entregados al viejo mete y saca enunciado por Anthony Burgess en su Naranja mecánica.

Pero hasta el más lúbrico imitador de Brando, con su lubricante mantequillera, se cansa de tanto follaje y termina convertido en santo varón como en lo que ahora me encuentro, volviendo a los arrebatos de mi niñez con las escrituras sagradas, sumergido en la Biblia para mayores escrutando el Apocalipsis y pendiente de la segunda venida en la que jugaré papel fundamental por cuanto según mis espiritistas de cabecera reencarno a Nerón que fue el más feroz verdugo de los seguidores del mártir y me tocará hacer el papel de Anticristo. Pero tan bien trazado está el plan a de los espíritus selectos que nos dirigen y los médiums que me transmiten, que cuando de nuevo Jesucristo aparezca no va a encontrar un contradictor dispuesto a detener su reinado, sino a un Nerón convertido que le recibirá con un beso en cada mejilla. Es un privilegio esta oportunidad de lavar mi antepasado criminal y de paso alcanzar una salvación que estaba perdida. Según los expertos en parusía, este acontecimiento está detectado entre los años 2020 y 2027. Espero que el trombo que me fue descubierto en el pulmón derecho no vaya a frustrar el divino proceso. Los vientos de otoño han conducido mi abultada hojarasca a la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República.

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