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Juan Pablo Liévano, nuevo director de Supersociedades. | Foto: Foto: Colprensa

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El Gobierno burundanga

Con la ciudadanía y la contratación no se juega de esta manera. No lo merecemos. Los actos de Gobierno siempre deben estar conforme a la ley y las declaraciones deben dar certeza.

3 de marzo de 2024 Por: Juan Pablo Liévano

Colombia tiene un Gobierno caótico y enredado, en permanente confusión y desorden. Un Gobierno que quiere reinventarlo todo, que no aclara, sino que oscurece, que vive en sus laberintos y que es hábil para crear problemas en lugar de solucionarlos. Es una pesadilla de la que no sabemos si reír o llorar, o simplemente meter la cabeza en un hoyo por dos años y medio.

Lo ocurrido con la licitación de pasaportes es el reflejo del Gobierno, del caos y el enredo. Un galimatías del que saldrá muy golpeado el país, la economía, las empresas y todos los ciudadanos. En la última manifestación de caos y enredo, Leyva, Zamora, Salazar, Petro, Murillo y Bonilla protagonizan una novela que nos recuerda a la canción ‘burundanga’ de Óscar Muñoz y Celia Cruz, además de ser un término usado para un plato compuesto por varias hortalizas y utilizado como una expresión de enredo, confusión o desorden. La canción dice en una estrofa que: “Songo le dio a Borondongo, Borondongo le dio a Bernabé, Bernabé le pegó a Muchilanga, le echó burundanga, les hinchan los pies”. Después, la canción continúa e indaga el porqué uno le pegó al otro y el otro al otro y así sucesivamente.

En esta ‘burundanga’, Leyva ‘metió las de caminar’ adelantando la licitación, pues el mantra del progresismo es que hay que reinventarlo todo, que los contratistas del ‘establecimiento’ criollo de 200 años deben salir y que los contratos hay que dárselos al ineficiente Estado, a las comunidades, a los inexpertos o a otros amigos, como el de los carrotanques de La Guajira. Petro se quejó y Leyva declaró desierta la licitación, inició otro proceso y contrató por urgencia manifiesta a la misma compañía.

Ante la inminente demanda, Zamora, con tino jurídico, indicó que lo sensato era conciliar. Le tocó irse por decir y querer hacer lo que tocaba. La Procuraduría, ante tanta barbaridad, suspende a Leyva, pero él, muy orondo, continuó despachando. Al final, se fue temporalmente y nombraron a Murillo de Canciller, quien delegó facultades de contratación en Salazar, delegación que, por cierto, no es clara en su real alcance y extensión. Parece que incluye los dos procesos.

Salazar, seguramente de buena fe, pensando que era lo mejor, decidió revocar la declaratoria de desierta, adjudicar el contrato y revocar el contrato de urgencia manifiesta. Inmediatamente fue declarado insubsistente y traidor por Petro. Acto seguido, Murillo dijo que Salazar no era competente y que no había Certificado de Disponibilidad Presupuestal. Salazar arremetió contra Murillo, dijo que no era abogado (implicando su ignorancia para opinar) y que estaba inhabilitado. Bonilla dijo que hay recursos, pero se retractó, seguramente por una alineada desde la Casa de Nariño.

Todo esto es inaceptable. Con la ciudadanía y la contratación no se juega de esta manera. No lo merecemos. Los actos de Gobierno siempre deben estar conforme a la ley y las declaraciones deben dar certeza. El Gobierno no es serio, no tiene sentido, es caótico y enreda. No quedará más que esperar a que el Gobierno de Songo, Borondongo, Bernabé y Muchilanga resuelva sus problemas y gobierne y que, mientras lo hace, no acabe con el país.

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