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David contra Goliat

La retaliación de Irán no ha sido diferente de la que usan sus proxis; atacar objetivos civiles, mientras que Israel concentra sus ataques en objetivos militares...

Marcos Peckel.
Marcos Peckel. | Foto: El País.

18 de jun de 2025, 03:37 a. m.

Actualizado el 18 de jun de 2025, 03:38 a. m.

Dos antiquísimas civilizaciones, más antiguas que David y Goliat, enfrentadas en una guerra simplemente porque el régimen de una de ellas, Irán, han decidido aniquilar a la otra, Israel. Dos países separados por 1500 kilómetros en lo que quizás es la primera guerra entre Estados que no comparten frontera. Irán, antigua Persia, con una extensión de 1,7 millones de kilómetros cuadrados y una población de 90 millones de habitantes, es un Goliat frente a un David, Israel, 25 mil kilómetros cuadrados, 10 millones de habitantes.

Los dos países mantuvieron estrechas relaciones durante los años de la dinastía Pahleví. Irán fue el segundo país que reconoció a Israel tras su independencia en 1948. Sin embargo, tras el triunfo de la revolución islámica en 1979, el nuevo régimen bajo el clero shiita encabezado por el Ayatola Jomeiní convirtió a Israel en su enemigo mortal por razones netamente ideológicas. La destrucción del Estado judío -ente sionista como lo denominan- se volvió infaltable en los discursos de los líderes iraníes, inclusive en la Asamblea General de Naciones Unidas.

Dada la distancia de 1500 kilómetros que separa a ambos países, Irán comenzó a establecer su red de proxis en los países fronterizos con Israel, principalmente Líbano y Gaza, para usarlos como punta de lanza a vista de cumplir su cometido de eliminar al Estado Judío. Hezbollah, la milicia shiita formada por la Guardia Revolucionaria iraní, inició una guerra contra Israel en 2006, en momentos en que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobaba el primer paquete de sanciones a Teherán por su programa nuclear.

Fue ese quizás un primer salvo de lo que vendría 17 años después el 7 de octubre de 2023, con el asalto inicial de Hamás a Israel, seguido de los ataques de Hezbollah el día siguiente. De un momento a otro, Israel se vio enfrentando una guerra de supervivencia en siete frentes orquestada directamente por los Ayatolas con el objetivo de consumar su misión de borrar a Israel del mapa. Cuando los proxis comenzaron a flaquear, el mismo Irán atacó a Israel, sin provocación alguna, en abril y octubre del año pasado, una clara agresión de acuerdo con el derecho internacional.

El programa nuclear iraní, rodeado de ambigüedades, reactores secretos, incumplimiento del Tratado de No Proliferación, junto con el desarrollo de sofisticados misiles y las constantes amenazas, representan una manifiesta amenaza existencial a Israel. El expresidente de Irán Ali Akhbar Hashemi Rafsanjani, fallecido en 2017, había declarado en un discurso en la universidad de Teherán en 2001, que solo se necesitaba una bomba atómica para destruir a Israel.

Hace tan solo unos días, el director de la Agencia Internacional de Energía Atómica, Rafael Grossi, informó que Irán estaba en una abierta violación del Tratado de No Proliferación por el nivel y cantidad de enriquecimiento de Uranio. Agencias de inteligencia occidentales estimaban que Irán se acercaba peligrosamente a la bomba, lo que llevó a Israel a lanzar un ataque preventivo, antes que exponerse a un Irán armado con ojivas atómicas cuyo destino sería el Estado judío. La retaliación de Irán no ha sido diferente de la que usan sus proxis; atacar objetivos civiles, mientras que Israel concentra sus ataques en objetivos militares, nucleares, lanzadores de misiles y centros de inteligencia y de propaganda.

De resaltar el apoyo que ha recibido Israel en esta guerra no solo de Estados Unidos, sino también del ‘G3’ europeo, Francia, Alemania y Reino Unido, críticas de Jerusalén por la situación en Gaza. Al momento de escribir esta columna, el presidente Trump ha intensificado su retórica contra los Ayatolas, abonando el terreno, quizás para una intervención limitada de Estados Unidos contra objetivos nucleares que Israel no puede destruir.

Profesor de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Analista internacional para varios medios en Colombia y el exterior. Colaborador y columnista de El País desde el 2001.

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