La bienvenida a lo nuevo
El obstáculo mayor para salir de rutinas aburridas es el miedo a la libertad que habita en lo más profundo del alma de muchas personas.
Una vida organizada y estructurada es absolutamente indispensable para culminar metas importantes. “Pero una cosa es una cosa. Y otra cosa es otra cosa”, como decía el filósofo. Hay que estar abiertos a la posibilidad del cambio. Si lo que se ha planeado rígidamente se suelta con precaución y se lo reemplaza por algo nuevo, desconocido y excitante, los resultados pueden ser sorprendentes. No es verdad que representen un salto al vacío.
Ignoro las estadísticas, pero sospecho que las personas lanzadas, dadas a las nuevas experiencias, son la minoría. Lo más común, por no decir lo más natural, es optar por lo conocido, por lo cómodo, por lo seguro.
La resistencia a lo nuevo es inherente a la condición humana: se prefiere la rutina y la seguridad de lo conocido pues cualquier cambio por pequeño que sea genera una cierta inquietud.
Las personas dependientes, sumisas, indecisas, con una pobre autoestima o con dificultad para expresar desacuerdos son las que más dificultades tienen para hacer cambios en sus vidas. Le temen al abandono, a la soledad y a las situaciones de separación y con frecuencia optan por el silencio y la conciliación sistemáticas, con tal de evitar confrontaciones. Siempre hacen los mismos programas e incluso son capaces de comer exactamente lo mismo todos los días.
Esa actitud se puede cambiar si la persona lo desea y recibe ayuda. El asunto es comenzar con acciones aparentemente menores e ir avanzando en grados de dificultad para ir abordando temas cada vez más complejos de una manera progresiva.
La resistencia a lo nuevo tiene que ver con los temores universales a salir de la zona de confort, equivocarse, hacer el ridículo, y soltar el control de las cosas que han dado por tanto tiempo la sensación de seguridad. En suma, temor a la incertidumbre. La alternativa no puede ser quedarse dando vueltas en agujeros de pesimismo que solo conducen a la oscuridad. Quienes le tienen temor al cambio se benefician enormemente de saber que lo importante es hacerse acompañar del optimismo y atreverse a mirar qué hay más allá de los miedos.
Cuando se acepta que el cambio es deseable, la mente se puede entrenar para realizar las modificaciones necesarias. También es preciso entender que TODO está cambiando continuamente y que tarde o temprano, con miedo o sin él, se quiera o no se quiera, las cosas van a cambiar. Conocerá nuevas personas (a no ser que la persona esté escondida todo el tiempo debajo de la cama). Terminará cambiando un trabajo insatisfactorio. Le dará “mate” a una relación tóxica, indeseable o aburrida, pues nadie tiene por qué estar condenado a “la muerte en vida”. Y logrará soltar lo obsoleto si ha comprobado hasta la saciedad que ello solo ha conducido al estancamiento, al daño o a la humillación. Solo en ese momento, será posible darle la bienvenida a lo nuevo.
Recordar, en especial en los momentos más sombríos, que la niebla de la incertidumbre es pasajera y si la persona la tolera, siempre termina encontrando el camino que lleva a la luz.